Crítica a lo nuevo de El señor de los cielos
No existe mejor parámetro de éxito en este país que la piratería. Ojo: no la estoy defendiendo pero es claro que si alguien domina las preferencias de las audiencias son estos señores.
¿Qué series, qué telenovelas, son las que más se ven en nuestros puestos piratas?
Luis Miguel y El señor de los cielos. ¿Qué tienen estas producciones en común? Que como o son de Netflix o no se distribuyen rápidamente por televisión abierta privada nacional, son algo así como las emisiones prohibidas, las más tentadoras. Hoy me quisiera detener en lo nuevo de El
señor de los cielos, lo que se estrenó hace poco en Estados Unidos y que, por supuesto, ya se vende en las calles y en los pueblos más marginados de este país a un ritmo de tres capítulos por disco.
¿Por qué hablar de El señor de los cielos, temporada seis teniendo tantos otros estímulos en el ambiente?
Porque creo que ahí está pasando algo importante, delicado, y porque estoy convencido de que en la medida en que lo entendamos aprenderemos a ver y a hacer más y mejor televisión.
No se preocupe, no le voy a vender trama. No es mi estilo.
Como usted sabe, El señor de los cielos es una narconovela que narra las aventuras de un delincuente que termina por convertirse en un superhéroe, en un modelo aspiracional.
¿A qué se debe el éxito de esta realización de la casa Argos para Telemundo si sus parámetros dramáticos y de producción distan mucho de ser los de Game of Thrones?
Probablemente usted sea muy joven, pertenezca a un nivel socioeconómico privilegiado o ya no se acuerde, pero en México existe, desde hace mucho, un tipo de entretenimiento tan, tan, pero tan popular, que difícilmente era considerado por la buenas conciencias.
Estamos hablando de películas muy baratas de luchadores, charros y de muchos otros oficios donde unos galanes muy musculosos vivían cualquier cantidad de aventuras, casi siempre ilógicas, entre escenas de acción y erotismo.
En los años 80, por mil y un circunstancias, este tipo de contenidos se terminó convirtiendo en videohomes, películas todavía más incongruentes y baratas, diseñadas para venderse o para rentarse en videocasetes en puestos callejeros y videoclubes.
El señor de los cielos es eso, como una película de luchadores o de Chanoc, como un videohome de Valentín Trujillo o de los hermanos Almada, pero con una peculiaridad: su mecanismo de distribución dejó de ser el más popular para ascender al más sofisticado. Me queda claro que esto es porque originalmente fue concebida para atender las necesidades de entretenimiento de los mexicanos más humildes que se habían ido a Estados Unidos.
Lo que nadie consideró fue que eso, por estar allá, se volvió aspiracional acá.
Y que ante el vacío de contenidos atractivos en la televisión nacional, El señor de los
cielos terminó por sustituir lo que alguna vez fueron títulos como La usurpadora y Fuego en la sangre. ¿Cuál es la diferencia entre El señor de los
cielos y todo lo que se hacía antes, en ese sentido, en México?
Sus contenidos políticos. Blue Demon jamás se metió con el presidente. Aurelio Casillas (Rafael Amaya), sí, lo cual le inyecta un morbo adicional a este concepto. Seamos sinceros, a pesar de que El señor
de los cielos cuesta una fortuna comparada con La rosa de Guadalupe, si le aplicáramos las más elementales pruebas literarias o de producción, reprobaría.
No se trata de que sea lógica, se trata de que sea “picosa”, de que vayamos de los carros a las motos y los aviones, de los balazos a las granadas y las bazucas, y de los golpes a los valores familiares, al sexo y a mucho otros estímulos más.
Lo que llama la atención en esta historia de éxito es cómo, lo que en otros tiempos
se consideraba naco, malo e impropio se acabó transformando en lo fino, lo bueno y lo adecuado.
¿Cuál es la nota? ¿Qué tiene de importante la temporada seis de esta narconovela?
La nota es que este título ahora incluye más estrellas nacionales e internacionales, más adrenalina y más locaciones en los países más insólitos del mundo.
La importancia de esta temporada seis radica en que el protagonista de esta historia ahora está en guerra abierta contra el presidente de México, que casualmente se parece mucho a Peña Nieto y que también va de salida.
El narco, que era el malo, y el presidente, que era el bueno, intercambian valores y estelarizan algunas de las secuencias más escandalosas que jamás se hayan mostrado en la televisión latina.
¿Me creería si le dijera, por ejemplo, que hay una escena donde el presidente de México besa a otro hombre en medio de una orgía?
Y no le he dicho nada. ¿Ahora entiende la importancia de hablar de esta narcoserie?
Aunque sea para Estados Unidos nosotros estamos en campañas, nuestra gente la está consumiendo y quién sabe lo que nos esté dejando. ¿O usted qué opina?