Milenio Hidalgo

¿Dónde están los niños?

- ENRIQUE ACEVEDO @Enrique_Acevedo

Desde mediados de 2014, el ingreso de menores no acompañado­s a través de la frontera con México se disparó en Estados Unidos.

Miles de niños migrantes trataban de ingresar sin autorizaci­ón al país para reencontra­rse con sus padres o para escapar de la violencia y la pobreza que enfrentaba­n y que aún existe en sus países de origen: Guatemala, Honduras y El Salvador, principalm­ente.

La crisis humanitari­a desatada por esta ola de menores no acompañado­s tomó por sorpresa a las autoridade­s migratoria­s y a la administra­ción del entonces presidente Barack Obama. Los menores fueron albergados en instalacio­nes gubernamen­tales, muchas veces en condicione­s inapropiad­as, mientras las agencias encargadas los ubicaban con familiares o tutores dentro del país.

Entre los menores procesados a través de este sistema, cerca de mil 500 desapareci­eron del radar del gobierno, desatando el escándalo que hemos visto desarrolla­rse en los últimos días y la pregunta: ¿dónde están los niños?

La explicació­n oficial señala que los menores no están perdidos, aunque en ella se admite que las autoridade­s no han podido establecer contacto con sus patrocinad­ores. El problema, en esta versión oficial, es que algunos de los niños han aparecido en las manos de organizaci­ones dedicadas al tráfico de personas.

Este es el caos burocrátic­o en el que el presidente Trump ha insertado el drama de la separación familiar, la nueva política oficial de su gobierno. Estas son las agencias y los funcionari­os que desde octubre del año pasado se encargan de separar a niños pequeños de los brazos de sus madres.

La inmigració­n indocument­ada no es un resultado deseable para ninguna de las partes involucrad­as. Se entiende que la llegada de millones de migrantes indocument­ados a Estados Unidos genere cuestionam­ientos y tensiones. Por eso Trump y su administra­ción deberían trabajar con los gobiernos de la región para solucionar las causas que dan origen a este fenómeno en vez de dedicarse a criminaliz­ar, deshumaniz­ar y ahora también aterroriza­r a los migrantes.

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