El dólar y las elecciones
En 10 meses de proceso la divisa aumenta más que el ajuste salarial en cinco años; un dólar más caro significa inflación y, por ello, más pobreza, así de simple
El 8 de septiembre, fecha de inicio del proceso electoral, el tipo de cambio con el dólar estaba en 17.69 pesos. El viernes cerró a 21.00, 19 por ciento de depreciación. De 2013 a 2017, el salario mínimo aumentó 15 por ciento. Se sabe que la depreciación del peso con el dólar va seguida de inflación y también es cierto que los salarios no se incrementan en la proporción del aumento de precios. La inflación es igual a deterioro del poder adquisitivo precisamente porque los salarios no siguen al incremento de los precios. En 10 meses de elecciones el dólar aumenta más que el ajuste salarial en cinco años; un dólar más caro significa inflación y por ello más pobreza, así de simple.
El incremento del dólar no se explica por lo que ocurre en el proceso electoral. Los analistas financieros sugieren que sí ha afectado el posible triunfo de López Obrador, pero más que eso ha sido la incertidumbre por el TLC y su impacto en la economía nacional y la inversión. El que en los últimos días se hubiera transitado a una guerra comercial disparada por el presidente Trump y que México hubiera tenido que reaccionar imponiendo aranceles compensatorios plantea un escenario muy complicado. El tipo de cambio es indicador de tal circunstancia y es evidente que los ajustes de los últimos días se corresponden a este nuevo entorno y no son resultado de la percepción sobre un triunfo inminente de López Obrador.
Se ha reiterado que los inversionistas ya han descontado el efecto López Obrador. Eso seguramente es cierto, pero no del todo. Quizá en ello ha influido una actitud de reconciliación y reencuentro del candidato con el sector empresarial, avalado por el silencio de éste y las expresiones de aquél y de su equipo de que ya se saldaron las diferencias. ¿Realmente están resueltas? Sí y no. Sí, en el sentido de los desencuentros personales por los insultos del candidato a prominentes empresarios. No, al menos en el nivel público, respecto al sentido de la política económica de AMLO, origen de la diferencia, al menos para los inversionistas inquietos e indecisos por la incertidumbre del entorno económico y por lo que haría López Obrador de ganar la Presidencia.
En realidad la idea en muchos sectores, no solo el empresarial, es que AMLO no revertirá las reformas estructurales, tampoco dispondrá del presupuesto para cumplir sus compromisos de subsidios indiscriminados, como es el de congelar el precio de combustibles o imponer precios de garantía a productos agrícolas, al igual que regalar dinero público a amplios sectores de la población. Tampoco se cree que suspenderá la obra del NAIM o que habrá de amnistiar a criminales. Es paradójico, pero la fortaleza amplia de López Obrador descansa en la ficción de que no cumplirá lo que promete y esto explica el que no haya temor en muchos empresarios e inversionistas.
En no pocos con inquietud por el triunfo de López Obrador persiste la confianza de que, aunque quisiera, no podría hacer mucho de lo que se propone porque el Congreso no se lo permitiría; un caso semejante al de Donald Trump, un presidente locuaz acotado por el El PRI, con mayor representación regional, ha cometido el error estratégico de hacer de la contienda una sola batalla, donde es más débil y donde el adversario es más fuerte Congreso y el poder judicial. Tal convicción debiera tener presente que el presidente puede revertir prácticamente todas las reformas sin tener que recurrir al Congreso, por la vía de no hacer su parte para implementarlas. La de educación y la de energía se suspenderían si no se dieran desde el gobierno acciones para su ejecución.
El mercado, los inversionistas, los empresarios, analistas y muchos otros no han advertido un tema que podría echar abajo la tesis de la contención del Congreso, y se refiere a que varios estudios confiables de intención de voto muestran que es posible que Morena obtenga mayoría absoluta en ambas Cámaras y que la coalición Juntos Haremos Historia, mayoría calificada para emprender por sí mismos reformas constitucionales, esto es, sin requerir de ningún acuerdo adicional con otras fuerzas políticas.
El PRI, que es el partido con mayor representación regional, ha cometido el error estratégico básico de hacer de la contienda una sola batalla, donde es más débil y donde el adversario es más fuerte, la elección presidencial, cuando debió volcar su fuerza al territorio, hacer de la competencia 50 o 100 batallas concurrentes. Además ha dejado libre y sin contención al candidato y partido con ventaja al centrar su ataque en Ricardo Anaya. Lo anterior significa que Morena podría obtener un triunfo arrollador en la integración de Cámaras y en las elecciones locales concurrentes.
¿Qué sucedería con los inversionistas y todos aquellos que dan por hecho el triunfo de López Obrador si éste ocurriera arrollando prácticamente a toda la oposición? Fiesta el domingo y pesadilla en lo subsecuente con el dólar fuera de control.