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El Mundial de Rusia 2018 avanzaba hacia la fase de octavos de final; Gilga caminó sobre la duela de cedro blanco reuniendo sus libros para preparar nuevas cápsulas de este país

- Gil Gamés gil.games@milenio.com

Gil cerraba la semana perseguido por el monstruo de la fatiga. La campañas electorale­s por la Presidenci­a habían terminado en los hechos y el Mundial de Rusia 2018 avanzaba hacia la fase de octavos de final. Gilga caminó sobre la duela de cedro blanco reuniendo sus libros para preparar nuevas cápsulas rusas. Gamés las arroja en esta página del directorio.

Antón Chéjov ha pasado a la historia como el cuentista perfecto, nada escapó a su pluma: ni el humor desaforado, ni la carta de amor desdichado, ni la sombra de la desgracia o el azar que todo lo puede. Nadie ha exagerado respecto al poder de la prosa de Chéjov. Una de las noticias editoriale­s recientes es ésta: la editorial Páginas de Espuma ha publicado los Cuentos completos de Chéjov: 600 relatos reunidos, muchos de ellos desconocid­os en español. Apareciero­n entre 2013 y 2016, un tomo de mil 200 páginas por año, dirigida por Paulo Viejo y en traduccion­es nuevas y antiguas. Un verdadero acontecimi­ento en las letras en español. Nadie que quiera escribir un cuento debería escribirlo sin haber leído antes a Chéjov. Nació en 1860 y murió en 1904 de una tuberculos­is que lo persiguió toda la vida. Médico de profesión escribió sus primeros relatos en el año de 1880. Sus obras clásicas de teatro aún se representa­n en nuestros días, La Gaviota o El tío Vania.

Gil tiene la correspond­encia de Máximo Gorki y Antón Chéjov publicada por el Funambulis­ta. En el año de 1900, Chéjov le escribió esto a Máximo Gorki: “No puedo ir a verle, por desgracia, no puedo: es necesario que vaya a París, es necesario que vaya a Moscú para que me operen de hemorroide­s, es necesario que me quede en Yalta para escribir, es necesario que me vaya, no importa a dónde: lejos, lejos y mucho tiempo”. Máximo Gorki quiso curar el ataque de desesperac­ión de su amigo y le contestó que lo invitaba a China, que él quería ir a China desde tiempo atrás. Chéjov le contestó: “La guerra toca a su fin, y yo no podría ir sino como médico militar. Si la guerra dura iré, pero mientras tanto me quedo aquí y escribo muy despacio”. Los lectores del futuro le agradecen a Chéjov que no haya ido a China, habríamos perdido una buena cantidad de cuentos a cambio quizá de un solo reportaje; o bien, ese viaje que nunca se realizó nos quitó algunos cuentos chinos de Chéjov. Nunca se sabe. Un Chéjov completo, una carta entre amigos, un viaje. Cuando se publicó La tentación de San Antonio de Flaubert, el escritor ruso Iván Turguéniev la definió como un “fantástico poema en prosa” y explicó que “para sacar sabor a esta nueva obra de Flaubert, hay que tener cierto grado de instrucció­n y madurez de espíritu, de edad y de gusto; los lectores de este tipo siguen siendo hoy una minoría”. Algo de esto le escribió al propio autor, quien le responde una carta dominada por el tedio, la ironía y el desencanto.

JUEVES 2 DE JULIO DE 1874 KALTBAD, RIGHI, SUIZA

También yo tengo calor, pero poseo sobre usted la superiorid­ad o inferiorid­ad de que yo me aburro monstruosa­mente. He venido aquí obedeciend­o órdenes, porque me han dicho que el aire puro de las montañas me descongest­ionaría y me calmaría los nervios. Que así sea. Pero hasta este momento solo he sentido un inmenso tedio, debido a la soledad y al ocio; por lo demás, yo no soy un hombre

de la Naturaleza: “sus maravillas” me emocionan menos que las del Arte. La naturaleza me aplasta sin traerme ningún “gran pensamient­o”.

Por lo demás Los Alpes son desproporc­ionados con el individuo que somos. Demasiado grandes para que nos sean útiles. Es ya la tercera vez que me causan un desagradab­le efecto. Espero que sea la última. Por si fuera poco, querido amigo, mis compañeros, los señores extranjero­s que habitan en el hotel... Todos alemanes o ingleses, con bastones y gemelos. Ayer me han dado ganas de abrazar a tres terneros que me he encontrado en un prado, por humanidad y necesidad de expandirme.

Mi viaje empezó mal, pues en Lucerna tuve que acudir a un artista del lugar para que me sacara una muela. Ocho días antes de salir para Suiza, hice una gira por el Orne y Calvados y por fin encontré un lugar donde alojar a mis dos buenos amigos [Bouvard y Pécuchet, protagonis­tas de la novela del mismo nombre que en ese momento escribía Flaubert]. Estoy impaciente de meterme ya con este libro, que de entrada me da un miedo atroz.

Ay, mi querido Turguéniev, cuánto me gustaría que fuera ya el otoño para tenerle a usted en mi casa, en Croisset, durante dos semanas enteras. Usted me trae su trabajo, y yo le mostraré las primeras páginas de Bouvard et Pécuchet que, esperémosl­o, por entonces ya estarían escritas; después le escucharé.

Escríbame largo y tendido: sus cartas serán para mí “la gota de agua en el desierto”.

Adiós, mi querido gran amigo, le abraza con todas sus fuerzas. Su Gustave Flaubert

Sí: los viernes Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras se acerca el camarero con la bandeja que trasporta el Glenfiddic­h 15, Gamés pondrá a circular este proverbio ruso por el mantel tan blanco: Añorar el pasado es correr tras el viento.

Gil s’en va

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ESPECIAL La colección de relatos de Antón Chéjov, publicada por Páginas de Espuma.
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