Milenio Hidalgo

Nuestro populismo. AMLO en el gobierno

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Se dice que en las democracia­s los resultados electorale­s deben ser inciertos (competidos) y los gobiernos previsible­s. Los mexicanos estamos en la condición opuesta: los resultados electorale­s de este domingo no son inciertos, pero el gobierno que viene no es previsible.

Yo he preguntado a gente que va a votar por López Obrador, a gente próxima a él e incluso a quienes son ya sus colaborado­res, si saben realmente lo que López Obrador hará cuando llegue al poder, si será como presidente más bien un radical o un pragmático.

Cada quien dice con claridad lo que espera que suceda, aquello que le parece que sucederá, pero nadie lo sabe a ciencia cierta. Nadie tiene una respuesta que no albergue la excepción o la duda.

El hecho es que los mexicanos se disponen a entregar un poder enorme a un líder que creen conocer bien, pero que no conocen realmente, y a un partido/movimiento, Morena, del que ignoran casi todo.

Creo que en López Obrador conviven el predicador y el pragmático, el agitador de la plaza pública y el político profesiona­l, y que esa dualidad lo acompañará en el gobierno, como a toda oposición radical que se hace gobierno.

La oposición sueña, el gobierno debe estar despierto. La oposición atiende a sus sueños, el gobierno a las realidades.

Es la fábula del borracho y el cantinero. El borracho pide, grita, alegra, agita o violenta el local. El cantinero debe atender al borracho, aguantar sus gritos, calmar sus ánimos, cuidar el local.

En su camino opositor, López Obrador ha reventado a varios cantineros, pero ahora le toca el turno de estar tras la barra atendiendo a sus opositores y a las exigentes clientelas que él mismo ha creado.

Creo que la gran debilidad de López Obrador como gobernante acabará siendo la gran expectativ­a que sembró y la precarieda­d de los medios que tiene para cumplirla.

La precarieda­d mayor puede ser que todo lo que AMLO quiere hacer en el gobierno necesita dinero público, un dinero que él espera obtener del presupuest­o federal, ya que ha prometido no aumentar impuestos ni crecer la deuda.

Ese dinero probableme­nte no existe pero, al triste paso que llevan las finanzas públicas, para el principio de su gobierno, a fines de año, menos existirá.

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