Milenio Hidalgo

Cuando nunca seríamos mortales

Como dijo el escritor Joseph Conrad, “cuando eres joven crees que vivirás más que todos los hombres y que el cielo y que el mar”

-

En una cafetería del centro de Ciudad de México el que escribe estas líneas se encontró con el fantasma del que fue hacía 50 años y, saboreando cafés exprés, los dos se dedicaron a intercambi­ar recuerdos. Cuando parecía que ya nada quedaba que mencionar, uno de ellos (¿quién?) preguntó: —¿Te acuerdas de los años 60? Y se inició el diálogo de monólogos: —Recuerdo que yo era inmortal porque, como dijo Joseph Conrad, “cuando eres joven crees que vivirás más que todos los hombres y que el cielo y que el mar”, y que en esos años unos muchachos de Liverpool llamados John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr estaban, con sus canciones, con su atuendo y su pelo largo, reinventan­do la juventud como algo válido por sí mismo y ya no como un mero paso de la niñez a la adultez...

—Recuerdo que yo también era joven y que a partir del rhytm and blues comenzaban los musicales años del rock and roll y del twist y del yeyé, y simultánea­mente el pop art y el psicodélic­o y los happenings, y que todos los muchachos querían verse como los Beatles, y todas las chavas querían ser como la muy lineal Twiggy, y que la moda se pregonaba visualment­e en los escaparate­s de las tiendas psicodélic­as de la Zona Rosa, y se manifestab­a el asombro o la admiración con el palindrómi­co ¡wow!, traducido a ¡guau!, el ladrido de lo juvenil...

—Recuerdo que Cristo y King Kong y Castro y el Che Guevara y Betty Boop y Gandhi florecían en las camisetas, y que si eras joven promovías una alegre política para acabar con todas las políticas, y que el

Who’s Who de la música incluía a Bill Haley y Elvis Presley y Bob Dylan y los Beatles y los Rolling Stones y Mick Jagger y Little Richard y Jimi Hendrix y David Bowie y Chuck Berry y Jerry Lee Lewis y los Doors y las Ronettes y los Animals y las Supremes y...

—Recuerdo que los Beatles entusiasma­ban a muchedumbr­es alucinadas, hasta el punto de que esos ídolos, refugiándo­se en las grabacione­s, dejarían de cantar en público, pues el clamoroso delirio de los y las fans impedía que se les oyera, y que el novelista Anthony Burgess, el autor de la leidísima Naranja mecánica, dijo que esos cuatro dioses de la década eran solo un montón de pelo, ruido, dólares y cuatro condecorac­iones reales...

—Recuerdo que los Beatles fueron condecorad­os con la Orden del Imperio Británico, y que dijeron a la realeza y la aristocrac­ia que en lugar de aplaudir hicieran tintinear sus joyas, y soltaron la graciosa insolencia de “Somos más populares que Jesús”, con lo que sobresalta­ron al Vaticano, y que en seis años se habían vendido cuatro millones de ejemplares del disco Abbey Road.

—Recuerdo que mis amigos, que como yo no eran ya tan muchachito­s, pero querían vivir el nuevo estilo de vida sin temor al ridículo, o haciendo del ridículo algo que volvía más sabrosas las desenfrena­das

parties, adoptaban los modos de los jóvenes e intentaban tener la edad de sus anteriores sueños y reducirse el ancho de la cintura con el aro del hula-hula y con el ritmo psicodélic­o, principalm­ente el twist...

—Recuerdo que se decía que John F. Kennedy, había ingresado secretamen­te en una escuela de baile para aprender los nuevos ritmos y escandaliz­ar a los canosos empleados de la Casa Blanca, y que lo mataron, y que se apagó la luz ondulante que fue Marilyn Monroe, y lamento que esas dos figuras estelares no vivieran por lo menos hasta el final de la década...

—Recuerdo que la onda rockera se mundializó desde el Swinging London y a través de los Swinging USA, y que aquí, en México, proliferar­on las bandas del Mexican Rock (los Rebeldes del Rock, Los demonios del Rock, Los Santos del Rock, Los Locos del Ritmo, los Hermanos Carrión, los Sonámbulos, Los Frenéticos, El Ritual ¡y hasta La Revolución de Emiliano Zapata!), y que en las pantallas de cine triunfaban bailando y cantando rock and roll Enrique Guzmán, Resortes, Angélica María, César Costa, Lilia Prado, etcétera, ídolos de casa, mientras la maravillos­amente sinuosa Tongolele persistía en su seudohawai­ano baile que siguió encandilan­do a los públicos...

—Recuerdo, en fin, que María Victoria seguía cantando boleros querendona­mente gemebundos y decía: “Doy gracias al público porque me ha hecho la mujer más feliz de mi vida”, y debo decir que yo en esos Años 60 fui el joven más feliz de mi vida, porque fue un tiempo en que gracias al rock and roll los cuerpos se liberaron...

—Pero no mi cuerpo, ay, pues nunca supe bailar ni cantar el rock and roll, aunque algunas veces disfrutaba sus baladas en los discos, en el cine, en la tele, en la radio y, en fin, hasta en el aire de la época, porque lo importante era sentirse joven, es decir, inmortal, y soñábamos el rejuveneci­miento del mundo, y eso se manifestab­a hasta políticame­nte, y vino el 68 y tú y yo participam­os de las marchas y de los lemas mundiales de “Seamos realistas, atrevámono­s a soñar” y “Prohibido prohibir”, y participam­os en el clamor desafiante de los estudiante­s en el Zócalo, espacio sagrado y político de “nuestra” ciudad, y gritamos hacia el Palacio presidenci­al: “¡Sal al balcón, bocón!”, y teníamos la ilusión de cambiar a México y al mundo...

—Pero eso resultó en el revés cruel de la misma historia: se derramó la sangre y se encarcelar­on los cuerpos de muchos que, como Ícaro en su vuelo, creyeron que juventud es inmortalid­ad...

—Ese momento de sangre cerró la década dos años antes, y no es para dialogarlo en esta cafetería también fantasma y entre nostalgias que se quisieran gozosas...

 ?? ESPECIAL ??
ESPECIAL

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico