Si no podemos solucionar Tultepec…
Solo en los últimos dos años van 85 muertos.
Todas esas, muertes prevenibles. Todas.
Cada vez que, desde hace muchos más años que los últimos dos, sucede otra tragedia en Tultepec, las autoridades salen, dicen, prometen y unas semanas o meses después vuelve a suceder.
En ese municipio, conocido como la capital de la pirotecnia, hay 285 productores de fuegos artificiales, 300 comercializadores y 100 transportistas, todos con permisos federales. Esta actividad mantiene a 30 por ciento de los habitantes del municipio, quienes obtienen con la comercialización de cohetes hasta 15 millones de pesos anuales. Pero es curioso, el presidente municipal no tiene facultades para regular al sector, el estado sí, pero no tanto, porque los permisos son federales. Así que lo que hacen, como en tantas otras cosas, es echarse la bolita.
Nadie regula, nadie supervisa de verdad, los inspectores se arreglan con los productores y una vez más algo estalla y muchos mueren.
No debería ser tan complicado: son unos 70 mil habitantes, en una zona urbana, no lejos de la capital en pocos kilómetros de superficie.
La pirotecnia no es una actividad ilegal ni clandestina, es de hecho orgullo del municipio. Es más: el Estado de México tiene un Instituto Estatal de la Pirotecnia y ellos dicen que a lo que se dedican: “Formulamos, controlamos y vigilamos las medidas de seguridad en las actividades de fabricación, uso, venta, transporte, almacenamiento y exhibición de artículos pirotécnicos, a la vez de coordinar y promover acciones de modernización, a través de la capacitación e incorporación de las tecnologías, a fin de generar, desarrollar y consolidar una cultura de prevención y de seguridad en materia pirotécnica en el Estado de México”. Es un instituto con personal y presupuesto. Ochenta y cinco muertos en dos años. ¿Cómo entonces no es posible hacerla una actividad segura?
Tal vez deberíamos pensar Tultepec como un ejemplo para tantas cosas en el país. El día que la pirotecnia en Tultepec sea una actividad segura, y cuando aprendamos cómo hacerlo, tal vez podamos aprender a solucionar cosas que parecen muy obvias y que por alguna razón nomás no podemos.
Y las tragedias se repiten.