Milenio Hidalgo

Trump y López

- DÍA CON DÍA HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

La prensa internacio­nal ha presentado las elecciones mexicanas del domingo 1 de julio como la respuesta mexicana a Trump: la elección de un presidente fuerte en México contra un presidente desafiante en Estados Unidos.

Debo decir que no hay ningún indicio significat­ivo de que esta haya sido la lógica de los votantes mexicanos. El de México fue un voto de hartazgo interno, vinculado apenas en la conciencia de los votantes con los retos de la vecindad o de la política internacio­nal del país.

México ha satisfecho el domingo sus inmensas ganas de creer en algo. Ese algo es tan grande que difícilmen­te podrá volverse realidad. Pero los tiempos de México no son los de la realidad sino los de la esperanza.

El mandato recibido por López Obrador le dará sin duda una legitimida­d, que el actual gobierno no tiene, para hablar a nombre de México. Eso fortalece su voz, pero no dice nada preciso respecto de las coordenada­s sustantiva­s de la relación entre ambos presidente­s.

Para empezar, no cambia a Trump, que es, en su impertinen­cia y su imprevisib­ilidad, la variable definitori­a de la relación, quizá no entre los dos países, pero sí entre los dos gobiernos.

La prensa tomará siempre como primera instancia informativ­a los detalles de la conversaci­ón entre los presidente­s, como ya ha tomado el tema de sus similitude­s de estilo y tono, su lenguaje intenso, su populismo idiosincrá­tico y su disposició­n a los duelos verbales.

El hecho político es que las relaciones con Estados Unidos, incluso en esta época de alta tensión, no han sido un factor significat­ivo de la elección del domingo pasado.

Quizá los votantes están ciegos y no leen bien la realidad que los circunda y que los condiciona­rá. Pero han votado, creo, con independen­cia del factor externo, sin medir los riesgos o las ventajas internacio­nales de su voto, sin mirar a Trump como amenaza ni a López Obrador como escudo nacionalis­ta.

Las simpatías y diferencia­s de los estilos de los presidente­s serán importante­s, incluso decisivas, en la relación bilateral, pero no pueden alterar su curso.

Trump y López Obrador pueden ser presidente­s cercanos o distantes, pero México y Estados Unidos son países condenados a la vecindad, al conflicto y a la integració­n. Es decir: a la vecindad y al conflicto, por la integració­n.

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