Milenio Hidalgo

El centenario de un hombre de libros

Llegó a reunir unos 40 mil volúmenes en su biblioteca, entre las más grandes de escritores mexicanos, junto a las de Alfonso Reyes y José Luis Martínez

- Jesús Alejo Santiago/México

Voy a ser eterno”, solía decir en sus últimos años don Alí Chumacero, ya cuando rondaba los 90 años de edad, después de décadas entregado a la poesía, pero en especial a la confección de libros. Un personaje que, para su final, solo anhelaba una cosa: “Quiero que a la hora de la hora, cuando me vaya con la música a otra parte, me recuerden como un hombre venido de un pueblecito pequeño que se llama Acaponeta, de un estado pequeño que se llama Nayarit”.

De ese pueblecito, en 1929 Alí Chumacero se fue a estudiar a Guadalajar­a, Jalisco, y en 1937 se trasladó a la capital del país. En 1940 fundó la revista Tierra Nueva junto con Jorge González Durán, José Luis Martínez y Leopoldo Zea.

“Quienes hicimos Tierra Nueva no éramos escritores de domingo ni de lunes, sino que éramos hombres de letras”, solía decir Chumacero. Por aquellos años, colaboró en algunas de las más significat­ivas publicacio­nes literarias de la época, como Letras de México, El Hijo Pródigo y Estaciones.

Y desde que llegó a Ciudad de México, hace tantos años, ya estaba convencido de su capacidad para dejar sobre la conciencia de los lectores mexicanos “un sentimient­o, un reflejo de lo que es la vida”. Un hombre sabedor de que “perdurar es un deseo de muchos y una ganancia de pocos”.

Su obra poética se podría considerar como breve, pero de gran trascenden­cia; en ella se incluyen: Páramo de sueños, Imágenes desterrada­s y Palabras en reposo; los tres libros, con otros poemas, los reunió en “Poesía completa en 1980”, y 12 años más tarde se volvió a publicar con nuevos poemas. Los momentos críticos recoge sus ensayos. “Es mejor dejar una línea perdurable que un grupo de libros que se tiran al cesto de la basura”, considerab­a el poeta, el hombre de libros, el amigo, el que muchas veces aseguró tener gusto por “las sílabas contadas y un gran amor por la vida”, solía decir el autor, quien falleciera el 22 de octubre de 2010.

Pasiones

Nueve décadas de andar por el mundo, casi ocho de hacer del libro y de su lectura una compañía permanente, con una biblioteca que supera los 40 mil volúmenes; 58 años de trabajar en el FCE como corrector, redactor, tipógrafo y editor: un hombre que encontró en la vida un refugio para ahorrarse las horas de sueño, pero sobre todo, que ha vivido de noche y soñado de día. “Me han dicho el pastor de la palabra. Soy un hombre que se ha dedicado a los libros, a los que se va a dedicar hasta el último momento. Y cuántas veces se me ha pedido o insinuado que cambie de profesión, siempre he esbozado una sonrisa: no cambio de profesión ni a la hora de la muerte, quizá de país pero no de profesión.”

Becario de El Colegio de México (1952) y del Centro Mexicano de Escritores (1952-1953), en donde años después se convirtió en tutor de varias generacion­es de autores. Aunada a su labor poética y crítica, su trabajo como editor en el Fondo de Cultura Económica, ocupa un lugar importante. “Mi preocupaci­ón ahora, a los 90 años de edad, es ayudar a los jóvenes, (para) que la continuida­d de la literatura no se entorpezca, por lo menos en aquello en lo que yo participe. Me consuela pensar que tarde o temprano, cuando muera, moriré con un libro en la mano: me duermo con un libro y me levanto, a veces porque no quiero presumir, y tomo un libro”.

Chumacero obtuvo algunos de los reconocimi­entos más importante­s que se entregan en nuestro país: Xavier Villaurrut­ia, Rafael Heliodoro Valle, Alfonso Reyes, Nacional de Lingüístic­a y Literatura, Amado Nervo, Nayarit y, por su labor editorial, Premio Ignacio Cumplido.

Don Alí llegó a reunir unos 40 mil volúmenes en su biblioteca, entre las más grandes de escritores mexicanos, junto a las de Alfonso Reyes y José Luis Martínez, un acervo que se encuentra en la Biblioteca de México, como parte de lo que se denominó como Biblioteca­s Mexicanas del siglo XX. “He gozado de la vida, ha sido muy celebrada mi forma de ver las cosas, he procurado no pelear con nadie, le he dado por su lado hasta a mis hijos. He sido un hombre que, sin buscar el aplauso, ha vivido espléndida­mente”. Y así se le quiere recordar, ahora que se celebra el centenario de su nacimiento. M

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“He gozado de la vida... He sido un hombre que, sin buscar el aplauso, ha vivido espléndida­mente”. HÉCTOR TÉLLEZ/ARCHIVO

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