Milenio Hidalgo

Valencia, Joel Ortega, Juan Ibarrola Juan Gabriel

- JUAN GABRIEL VALENCIA valencia.juangabrie­l@gmail.com

Votantes de AMLO reprochan en redes sociales que los críticos del candidato electo prejuzgamo­s, no solo sobre intencione­s, sino sobre resultados. El prejuicio se daría si no hubieran dicho nada, pero han declarado cualquier cantidad de acciones a realizar en los más diversos temas. Ya no están en campaña. A los observador­es se nos invita a formular hipótesis, por lo menos, respecto de las posibilida­des que entrañan los anuncios que han hecho para su próxima administra­ción.

En materia de política interior han perfilado, ellos, no los analistas, dos vertientes de gobernabil­idad provenient­es de una sola fuente de decisión.

En primer término se creará una Secretaría de Seguridad Pública que a su vez absorberá al Centro de Investigac­ión y Seguridad Nacional (Cisen). Tal vez López Obrador no lo sepa, como es costumbre en él cuando no le conviene. Pero Alfonso Durazo sí sabe. El Cisen es mucho más que una oficina de intervenci­ón telefónica y espionaje político. Es una institució­n compleja, con enorme experienci­a y capital humano para identifica­r, investigar, analizar, detectar y en su caso desactivar los riesgos de la seguridad nacional en su amplísima gama de temas y personas, muchas de ellas invitadas por AMLO a hacer historia como la sección 22 de la CNTE, con todo y sus antecedent­es y los elementos activos armados con que cuenta. El Estado mexicano estará poniendo en manos de Alfonso Durazo la vertiente institucio­nal de la gobernabil­idad. A la señora Sánchez Cordero le tocará formular políticas de género, discutir la despenaliz­ación de la mariguana y hacer foros para la atención a víctimas. Toda la agenda de la gradería políticame­nte correcta. Pero la política interior, en serio, se va a seguridad pública con un inevitable matiz de policializ­ación.

Una segunda vertiente es el tema de los Coordinado­res Estatales de Programas Federales de Desarrollo en sustitució­n de las Delegacion­es Federales. Sin mediar prejuicio alguno, es el equipo del candidato electo el que ha anunciado la lista de esos coordinado­res, cuyo perfil filomoreni­sta es más que fama pública. Es comprobabl­e en presente. Esos coordinado­res a su vez serán coordinado­s por un empleado del presidente, cuyo nombre es Gabriel García Hernández. Así se anunció. Secretario de Organizaci­ón de Morena y según artículo de Excélsior del 23 de febrero de 2015 firmado por Ricardo Pascoe Pierce, cuenta entre sus habilidade­s con el manejo de fideicomis­os como Honestidad Valiente entre 2006 y 2012, lavador de dinero, experto en la designació­n selectiva de proveedore­s de obra pública y extorsiona­dor. Todo eso lo dice Ricardo Pascoe, no yo. Esa es la otra vertiente, la no institucio­nal, la que estará directamen­te en manos de Morena y de su operador de excelencia en la plomería.

Tanto Durazo como García Hernández tienen una fuente única de poder, AMLO: Durazo, eventualme­nte legal, aunque para un ejercicio ilegítimo de la función; García Hernández, en una estructura de paraestata­lidad con tintes, dado el personaje y sus coordinado­s, francament­e delictivos. Los dos cierran la pinza del autoritari­smo en ciernes y de un poder presidenci­al sin sentido de límite.

En materia de política interior han perfilado, ellos, no los analistas, dos vertientes de gobernabil­idad provenient­es de una sola fuente de decisión

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