Guerrillero convertido en tirano
La revolución sandinista que derrocó a la dinastía de los Somoza se ha convertido en una tiranía criminal. En 1990 Daniel Ortega encabezó un saqueo conocido como la Piñata, eso ya era una clara expresión de traición a Nicaragua. La izquierda castrista fue cómplice con su silencio.
Desde abril de este año, ese tirano criminal ordena disparar a los manifestantes, la mayoría estudiantes, con un saldo hasta la fecha de más de 300 muertos.
Antiguos sandinistas como el poeta y sacerdote Ernesto Cardenal y el escritor Sergio Ramírez hace tiempo que rompieron con el gobierno de Daniel Ortega, ambos son solamente la expresión de miles de nicaragüenses originalmente sandinistas que hoy padecen la ira represiva de un gobierno corrupto que ha llevado a Nicaragua a una crisis cercana a la guerra civil.
Muchos antiguos comandantes se volvieron millonarios asociados a capitales de grandes negocios hoteleros, de camaroneras, de explotaciones madereras, de actividades agroindustriales y hasta bancarias.
Es una restauración de la dictadura cada vez más parecida a la dinastía de los Somoza.
No es casual que en las inmensas manifestaciones se grite “Somoza y Ortega son la misma cosa”.
Es patético que sea apoyada por el Foro de Sao Paulo, que agrupa a la izquierda castrista.
Morena y otros partidos integrantes de ese membrete han expresado en estos días su solidaridad con la tiranía de Ortega y sus mujer, a quienes consideran “víctimas del golpismo derechista apoyado por el imperialismo yanqui.
Es muy grave que Morena apoye a los criminales represores y que Andrés Manuel López Obrador no condene la dictadura de estos pillos encabezados por Daniel Ortega.
La defensa de las libertades en cualquier época y lugar del mundo es una mínima obligación de quienes se nombran de “izquierda”.
Durante decenios Stalin y sus seguidores justificaron sus crímenes, con la coartada de que “vivían bajo el cerco imperialista”, por lo que los socialistas y comunistas tenían que poner por delante la defensa de esas dictaduras y no hacerle “el juego a la derecha golpista y al imperialismo”.
AMLO tiene obligación de condenar la represión en Nicaragua. Callar lo convertiría en cómplice.