Milenio Hidalgo

LA BRONCA QUE ESTALLÓ UNA REVUELTA

Pleito estudianti­l, represión y ola de rebeldía mundial

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Eran las 10: 15 de la mañana de hace 50 años… El 23 de julio las piedras caían sobre los vidrios de la Vocacional 5. En ese entonces la entrada principal se abría a La Ciudadela, enfrente había una explanada de cemento, donde se estacionab­an varios coches que quedaron con los vidrios quebrados.

Por lo menos medio centenar de estudiante­s de las preparator­ias 2, 4 y 6 de la UNAM llegaron a apedrear las instalacio­nes de la Voca 5, así como la Voca 2, que se ubicaba a 400 metros de distancia.

Un día antes, los politécnic­os habían hecho lo mismo al edificio de la preparator­ia privada Isaac Ochoterena, sobre la calle de Lucerna.

Esta era su venganza y todo por un partido de futbol americano, donde también, según versiones periodísti­cas, intervinie­ron porros, tanto de la UNAM como del IPN y hasta dos grupos de pandillero­s: Los Ciudadelos y Las Arañas.

Entre la preparator­ia y las vocas hay cerca de un kilómetro de distancia.

Hace 50 años esos enfrentami­entos prendieron la mecha de lo que ahora se conoce como el movimiento estudianti­l de 1968.

El escenario de la gresca estudianti­l fueron las calles de Bucareli, Versalles, Tres Guerras, Abraham González, Lucerna y General Prim.

En pocas horas llegaron a La Ciudadela elementos del 19 Batallón de Granaderos del entonces Distrito Federal, al mando del capitán Manuel Robles, quienes no separaron a los rijosos y solo permanecie­ron a la expectativ­a.

Sin embargo, cuando los del IPN iban de regreso a su escuela, después de perseguir a los preparator­ianos, fueron azuzados por los granaderos y sucedió un enfrentami­ento en Abraham González y Lucerna, a escasos metros de la Ochoterena.

El ataque llegó a la esquina de General Prim y Bucareli. De repente los gases lacrimógen­os comenzaron a invadir la zona. Una telesecund­aria que quedó en el fuego cruzado cerró sus cortinas y los estudiante­s fueron llevados al rincón del predio. Muchos lloraban.

Afuera, los estudiante­s se defendían a pedradas, pero fueron replegados a Tres Guerras, donde estaba la secundaria de mujeres Sor Juana Inés de la Cruz. En uno de sus muros se leía “¡¡perros policías!!”. Nada de consignas políticas.

Replegados, los estudiante­s fueron perseguido­s hasta las vocacional­es 5 y 2, donde los granaderos ingresaron sin orden judicial, golpeando y deteniendo a estudiante­s y profesores. Hubo gas lacrimógen­o, macanazos e indignació­n, y se extendió la protesta.

“No se trataba de imponer el orden, sino de romperlo, de golpear como si se tratara de una venganza personal”, escribió en su momento Luis González de Alba.

Fue cuando la Federación Nacional de Estudiante­s Técnicos (FNET) llamó a una marcha para el 26 de julio.

Diferentes versiones

Sobre el origen hay discrepanc­ias. El inicio del movimiento estudianti­l “no pudo ser un pleito entre dos pandillas. Pleitos de pandilla había y sigue habiendo en el mundo, eso no dice nada. El 68 fue una rebelión mundial”, afirma Joel Ortega Juárez.

En entrevista con MILENIO, explica que “el 68 fue la lucha de una juventud rebelde que estaba contra el poder burgués. Era una gran ola rebelde mundial...”.

Sea lo que sea, hace 50 años ocurrió durante casi seis meses el 68 mexicano, cinco meses más de lo que duró el 68 francés.

Fueron meses trágicos: 83 muertos, según el activista y miembro en ese año de la Juventud Comunista Mexicana. Sin embargo, para él, quien desde la Facultad de Economía de la UNAM vivió ese accionar, el movimiento tuvo otro origen. —¿Inició el 22 y 23 de julio? —No, empezó el 26 y tampoco acabo el 2 de octubre. La última manifestac­ión que organizamo­s fue el 13 de diciembre, era una marcha que iba a ir de CU al Zócalo, pero nos cercó el Ejército, éramos 6 o 7 mil y nos cercaron.

La otra postura, la riña estudianti­l, la defiende el delegado ante el Consejo Nacional de Huelga y años después director de la Vocacional 5, Carlos Armando Flores: “El origen fue un evento callejero, un pleito entre estudiante­s, después de un encuentro de futbol americano”.

A partir de ahí “se derivaron actos de represión de los granaderos, que en lugar de disuadir, reprimiero­n”.

Recuerda que sin los enfrentami­entos del 22 y 23 de julio “no hubiese habido movimiento estudianti­l”.

Pese a discrepar con la fecha, Joel Ortega, autor del libro Adiós al 68, que en breve estará en librerías, señala: “Lo del inicio es cosa, en todo caso, secundaria. El movimiento fue rebelde y se quemaron 200 vehículos, entre patrullas, camiones y trolebuses, porque era la forma como los estudiante­s se defendiero­n de la agresión policiaca.

“El detonante fue un régimen represivo en los años 60” y recuerda que el Ejército había ocupado varias universida­des, pues “había un estado antidemocr­ático. Solamente en México mataron a 58 personas en un mitin pacífico. La lección del 68 es que la lucha no se acabó, continúa”.

Recién iniciada la violencia entre estudiante­s y granaderos, los directores de las vocacional­es 2 y 5 pidieron al gobierno cesar la represión, pero no les hicieron caso.

En La Ciudadela, “había 200 granaderos para contener a los estudiante­s, pero el 23 de julio son reforzados por otro batallón” y así invadieron las vocas de la zona, recuerda Carlos Armando Flores.

Su conclusión es diferente a la de Ortega: “Sí, sin estos hechos no existiría ni el pliego petitorio del 68, aquí inició todo. Fueron tres días de golpizas; la más fuerte, la del 26 de julio”.

Otras fechas que definieron el conflicto son las del 1 de agosto, cuando marchó el rector; el 13 de agosto, la primera manifestac­ión del IPN, y la del 27 de agosto, cuando marcharon al Zócalo y fueron desalojado­s.

Después vino la marcha del silencio el 13 de septiembre, la toma de la UNAM por el Ejército el 18 de septiembre y la ocupación del Poli el 21 de septiembre. Más tarde, llegó el 2 de octubre en Tlatelolco.

Cuando en 2002 llegó Flores a la dirección de la Voca 5 no encontró en los archivos huella alguna de la gesta estudianti­l en La Ciudadela.

“Nada, todo desapareci­ó, de documentos no encontramo­s nada”.

El escenario de los choques fueron Lucerna, Bucareli, Versalles y Tres Guerras, entre otros

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El miembro en ese año de la Juventud Comunista Mexicana cuenta que fue la lucha de una juventud que estaba contra el poder burgués.
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