Y seguirán pasando los años…
Sí, seguirán pasando los años. Solo permanecerán el infinito dolor en unos, los aciertos y errores de otros, y la inconmensurable perversidad de otros más.
De los 43 muchachos todo es historia, salvo el recuerdo y testigos de cargos, esos pequeños residuos óseos y cenizas que se hallan en gavetas de laboratorios, como el de Innsbruck.
En efecto, ese puñado de jovencitos pasaron en pocas horas de la algarabía en camiones secuestrados —según usos
y costumbres— para botear en un pueblo cercano, a la tortura y muerte, con brutalidad inaudita, a manos de malhechores apoyados por policías de dos municipios de Guerrero.
La reciente sentencia de un Tribunal Colegiado, al que solo le faltó violar la Ley de la Gravedad, volvió a poner en la agenda internacional del momento el caso Ayotzinapa. En síntesis, ¿qué tenemos?: 1. En primer lugar, desolación, llanto, impotencia y rabia incontenibles de los padres, hermanos, compañeros y amigos de los desaparecidos, así como su derecho a la verdad, que se “repare el daño” (¡como si ese daño fuera realmente reparable!), castigo a los criminales y políticas públicas para que jamás vivamos nuevamente algo semejante.
2. Tenemos también, vigente, el horror y el reclamo que dentro y fuera de nuestras fronteras provocó acto tan demencial y depravado.
3. Está acreditado el esfuerzo sin precedentes del gobierno federal, acompañado por miles de civiles y de instituciones nacionales y extranjeras para hallar a los jóvenes, conocer la verdad y poner en manos de la justicia a los autores de la infamia. Decir lo contrario resulta gratuito, absurdo y malintencionado. Los errores en los expedientes deben corregirse, no usarse para descalificar los esfuerzos realizados.
4. Son múltiples las causas que complican e impiden cerrar el caso:
a) No han concluido los juicios contra más de 100 imputados.
b) La CNDH afirma que varias pruebas las obtuvo el Ministerio Público violando el procedimiento y otras mediante tortura. Acreditado judicialmente lo anterior, tales pruebas no deben incidir en las sentencias, y deberán fincarse responsabilidades. Hay, también, procesos que más responden al vulgo que a la justicia, como los del ex alcalde de Iguala y de su mujer.
c) Está demostrada la acción concertada de organismos, grupos y siglas, bien identificados, que rechazan a priori y a
posteriori lo que no conduzca a la única sentencia para ellos válida: “¡Fue el Estado! ¡Fue el gobierno federal!”. La verdad y la justicia no importan; el dinero que está de por medio y la agenda política vindicadora de la causa, sí.
Como el nuevo gobierno dice que conjurará todos los males nacionales, sobrarán comisiones como la ordenada absurdamente por el Tribunal. ¡Lástima que nadie volverá a besar y abrazar a los muchachos!