Milenio Hidalgo

Desde la escalera

Pareciera que Peña Nieto les ha abierto la puerta y entregado la casa con todos los riesgos, males y sinsabores que traen las gobernacio­nes; por cierto, nadie pondrá en duda la forma en que el futuro Presidente dicta la agenda

- Gil Gamés gil.games@milenio.com Gil s’en va

Repantigad­o en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil pensó en la cantidad de cosas que se pueden hacer desde una escalera. La velocidad de vértigo con que el futuro presidente de México y sus colaborado­res emprenden acciones a diestra y siniestra le quita el resuello a Gil: corte y recorte a la brush en la burocracia, despido de casi 200 mil trabajador­es de confianza, anuncio de la consulta para decidir si va o no el Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de México, foros sobre la insegurida­d (sin papa), debate sobre la despenaliz­ación de la mariguana, anuncio del corredor comercial del Istmo de Tehuantepe­c.

De todo esto se han enterado los medios frente a la escalera donde despacha el presidente y sus colaborado­res desde el 2 de julio. Una escalera virtual, pero real, que sirve de Oficina de la Presidenci­a. Me citó el presidente en la

oficina-escalera a las 8 de la mañana. De paso y para no dejar, el virtual presidente etcétera repartió bofetadas a los consejeros del INE y mostró lo que será su estilo personal de gobernar. Además le escribió una carta a Trump, donde le dijo que ellos dos son iguales.

Si la caótica enumeració­n que ha hecho Gilga le quita el aliento, no quiere imaginar cómo llegará el nuevo gobierno a diciembre. Para empezar, con un serio desgaste. Gamés se pregunta: ¿para qué correr tanto? Pareciera que el presidente Peña Nieto les ha abierto la puerta y les ha entregado la casa con todos los riesgos, males y sinsabores que traen las gobernacio­nes. Por cierto, nadie pondrá en duda la forma en que el futuro presidente de México dicta la agenda, toma las primeras planas, los noticieros de radio y televisión. Eso que ni qué, lo que sea de cada quien. Si el presidente

Liópez dice que vuela la mosca, la noticia del día siguiente será: “Vuela la mosca de la Cuarta Transforma­ción: AMLO”.

La consulta

Con la novedad de que serán dos meses de debates para que al final se decida en una consulta qué pasará con el nuevo aeropuerto. Desde la escalera, el presidente que perdona, pero no olvida dijo que son tres las opciones: uno, continuar las obras del NAIM en el lago de Texcoco; dos, construir dos pistas en la base aérea militar de Santa Lucía, para terminar con la saturación del actual aeropuerto, y tres, concesiona­r la obra a particular­es y que sean ellos los que administre­n el NAIM. La consulta, dijo el presidente, podría organizarl­a el INE, alguna organizaci­ón civil o “personas de honestidad probada que estén convencida­s de la importanci­a de la participac­ión ciudadana en una democracia”. Gil propone desde esta página del directorio al escritor Pedro Miguel, la actriz Jesusa Rodríguez, la escritora Laura Esquivel, el abogado Bernardo Bátiz y a la Chaneca.

¿Qué? Este dream time de la honestidad no tiene precedente en la historia.

Van a perdonar a Gil, pero ¿qué rayos va a saber él de aeropuerto­s, pistas, aviones, ingeniería de suelos, vientos, climas? Nada de nada, si por él fuera pondría una pista en avenida Reforma y otra en Insurgente­s. O sea: miles de personas que no tienen idea de lo que es un aeropuerto decidirán el futuro del aeropuerto. ¿Estamos locos?

Una metáfora o como se llame

Gil recordó un breve relato de Julio Cortázar “Instruccio­nes para subir una escalera al revés”. Gamés les pide a los lectores, lectoras y lecteres que lo lean como una metáfora política de la nueva oficina presidenci­al, de la Cuarta Transforma­ción, del nuevo gobierno en la escalera, ¿de acuerdo? Aquí vamos:

“En un lugar de la bibliograf­ía del que no quiero acordarme, se explicó alguna vez que hay escaleras para subir y escaleras para bajar; lo que no se dijo entonces es que también puede haber escaleras para ir hacia atrás. Los usuarios de estos útiles artefactos comprender­án, sin excesivo esfuerzo, que cualquier escalera va hacia atrás si uno la sube de espaldas, pero lo que en esos casos está por verse es el resultado de tan insólito proceso. Hágase la prueba con cualquier escalera exterior. Vencido el primer sentimient­o de incomodida­d e incluso de vértigo, se descubrirá a cada peldaño un nuevo ámbito que, si bien forma parte del ámbito del peldaño precedente, al mismo tiempo lo corrige, lo critica y lo ensancha. Piénsese que muy poco antes, la última vez que se había trepado en la forma usual por esa escalera, el mundo de atrás quedaba abolido por la escalera misma, su hipnótica sucesión de peldaños; en cambio, bastará subirla de espaldas para que un horizonte limitado al comienzo por la tapia del jardín, salte ahora hasta el campito de los Peñaloza, abarque luego el molino de la Turca, estalle en los álamos del cementerio y, con un poco de suerte, llegue hasta el horizonte de verdad, el de la definición que nos enseñaba la señorita de tercer grado. ¿Y el cielo? ¿Y las nubes? Cuéntelas cuando esté en lo más alto, bébase el cielo que le cae en plena cara desde su inmenso embudo. A lo mejor después, cuando gire en redondo y entre en el piso alto de su casa, en su vida doméstica y diaria, comprender­á que también allí había que mirar muchas cosas en esa forma, que también en una boca, un amor, una novela, había que subir hacia atrás. Pero tenga cuidado, es fácil tropezar y caerse. Hay cosas que sólo se dejan ver mientras se sube hacia atrás y otras que no quieren, que tienen miedo de ese ascenso que las obliga a desnudarse tanto; obstinadas en su nivel y en su máscara se vengan cruelmente del que sube de espaldas para ver lo otro, el campito de los Peñaloza o los álamos del cementerio. Cuidado con esa silla; cuidado con esa mujer”.

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JESÚS QUINTANAR El espacio que desde el 2 de julio sirve de Oficina de la Presidenci­a, una escalera virtual, pero real.
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