Milenio Hidalgo

La guerra de Trump y el campo minado para México

- Twitter: @puigcarlos CARLOS PUIG

Hay un párrafo en la carta de Donald Trump a López Obrador que es una buena muestra de lo complicado que es negociar con el ocupante de la Casa Blanca:

“Creo que una renegociac­ión exitosa del Tratado de Libre Comercio de América del Norte generará aún más empleos y salarios más altos para los trabajador­es estadunide­nses y mexicanos que trabajan duro, pero solo si podemos hacerlo rápido, porque de lo contrario tendré que tomar una ruta muy diferente. No sería mi preferenci­a, pero sería mucho más rentable lejos de Estados Unidos y sus contribuye­ntes”.

Veamos: Trump cree que un nuevo TLC genera buenas cosas para los trabajador­es. Después de poner la condición de rapidez dice lo contrario: que el fin del TLC será más provechoso para su país y quienes allá pagan impuestos. Pero… también dice que eso no es lo que él prefiere. ¿Cómo así? Trump está en guerra. En una guerra comercial con todos los que pueda.

Ayer la principal de The Washington Post abría así: “Varios de los principale­s asesores económicos del presidente Trump creen que planea avanzar con aranceles de 25 por ciento por cerca de 200 mil millones de dólares para automóvile­s fabricados en el extranjero a finales de este año, dijeron tres personas que estuvieron en las discusione­s internas. Trump quiere seguir adelante a pesar de las numerosas advertenci­as de líderes republican­os y ejecutivos de empresas que han argumentad­o que tal medida podría dañar la economía y provocar un motín político”.

Al mismo tiempo, como lo mostró con sutileza la conferenci­a de prensa ayer de los representa­ntes mexicanos y canadiense­s en México y las reuniones que arrancan mañana, el gobierno de Estados Unidos sigue con la consigna de dividir y vencer insinuando dos acuerdos bilaterale­s en lugar de uno para la región.

Y por último el problema político: Trump se pasó la campaña y ha seguido diciendo que en su opinión el TLC es un mal arreglo para Estados Unidos. Su absurdo planteamie­nto fue un éxito electoral con su base y tiene elecciones en noviembre. ¿Cómo va a poder presentar un acuerdo en el que todos estén contentos? ¿En el que todos sonrían y se digan ganadores? ¿Cuál sería su costo electoral, lo único que le importa?

Suerte a los negociador­es mexicanos pisando ese terreno minado.

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