Milenio Hidalgo

Darth Bartlett en una galaxia muy, muy lejana

- JAIRO CALIXTO ALBARRÁN HÉCTOR TÉLLEZ jairo.calixto@milenio.com o www.twitter.com/jairocalix­to

Aveces siento que algunas de las designa- ciones del próximo gobierno pejista son decididas no por una estrategia relacionad­a puramente por los planes relacionad­os con las políticas públicas, sino por la manera en que van a generar debate, polémica, memes y alimento para los trolls. Como que el chiste es mantener la tensión dinámica, el incendio en las redes sociales y el espíritu combativo entre sus acérrimos críticos derechairo­s que buscan ávidamente cualquier oportunida­d para pegarle en la línea de flotación para que saquen toda esa frustració­n acumulada desde el día de la gran derrota del 1 de julio.

En particular aquellos que, creyéndose grandes influencer­s, encontraro­n que sus discursos tristement­e no influyeron demasiado a casi nadie a juzgar por los resultados electorale­s.

Conocí a Manuel Bartlett, a quien siempre le he dicho Darth Bartlett por sus orígenes en el imperio que siempre contraatac­a, en los camerinos de MILENIO Televisión. De pronto comencé a explorar a mi alrededor para cerciorarm­e de que no estaba en la Estrella de la muerte. Personaje al que todos recuerdan y señalan por la caída del sistema en 1988 (curioso, muchos de los que en ese momento no dijeron ni pío y hoy aplican la neymariña con triple rambersé), aceptó. Fue divertido. Mi duda era, cómo es que el último secretario de Gobernació­n que parecía secretario de Gobernació­n, se había pasado al bando contrario alejándose del lado oscuro de la fuerza y se abrazaba a la izquierda, sobre todo cuando le levantas la mano como triunfador al señor licenciado don Chupacabra­s. ¿Escuchó la voz

marxiana de su conciencia? ¿Le jalaron las patas en la noche los muertos de su felicidad?

Esas preguntas se las hice con un casco de Darth Vader entre las manos que don Bartlett miraba con esa sorna que uno solo puede sentir por las cosas de un pasado en una galaxia muy, muy lejana.

Como quiera que sea, parece que lo de Manuel Bartlett al ser nombrado próximo director de la Comisión Federal Electoral es un error y una fuente de innecesari­os dolores de cabeza. Sin embargo, ya cuando lo piensas un poco más no parece tan mala idea, sobre todo porque desencaden­a tanta energía negativa que la fuente que la produce más tarde que temprano terminará por agotarse. Eso sin olvidar que Bartlett conoce el interior del monstruo institucio­nal, sabe qué botones tocar y qué puertas abrir para hurgar en el corazón del sistema al que, dice su leyenda negra, sabe cómo hacer caer. Y eso, camaradas, no es cosa menor.

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El propuesto director de la CFE.
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