Darth Bartlett en una galaxia muy, muy lejana
Aveces siento que algunas de las designa- ciones del próximo gobierno pejista son decididas no por una estrategia relacionada puramente por los planes relacionados con las políticas públicas, sino por la manera en que van a generar debate, polémica, memes y alimento para los trolls. Como que el chiste es mantener la tensión dinámica, el incendio en las redes sociales y el espíritu combativo entre sus acérrimos críticos derechairos que buscan ávidamente cualquier oportunidad para pegarle en la línea de flotación para que saquen toda esa frustración acumulada desde el día de la gran derrota del 1 de julio.
En particular aquellos que, creyéndose grandes influencers, encontraron que sus discursos tristemente no influyeron demasiado a casi nadie a juzgar por los resultados electorales.
Conocí a Manuel Bartlett, a quien siempre le he dicho Darth Bartlett por sus orígenes en el imperio que siempre contraataca, en los camerinos de MILENIO Televisión. De pronto comencé a explorar a mi alrededor para cerciorarme de que no estaba en la Estrella de la muerte. Personaje al que todos recuerdan y señalan por la caída del sistema en 1988 (curioso, muchos de los que en ese momento no dijeron ni pío y hoy aplican la neymariña con triple rambersé), aceptó. Fue divertido. Mi duda era, cómo es que el último secretario de Gobernación que parecía secretario de Gobernación, se había pasado al bando contrario alejándose del lado oscuro de la fuerza y se abrazaba a la izquierda, sobre todo cuando le levantas la mano como triunfador al señor licenciado don Chupacabras. ¿Escuchó la voz
marxiana de su conciencia? ¿Le jalaron las patas en la noche los muertos de su felicidad?
Esas preguntas se las hice con un casco de Darth Vader entre las manos que don Bartlett miraba con esa sorna que uno solo puede sentir por las cosas de un pasado en una galaxia muy, muy lejana.
Como quiera que sea, parece que lo de Manuel Bartlett al ser nombrado próximo director de la Comisión Federal Electoral es un error y una fuente de innecesarios dolores de cabeza. Sin embargo, ya cuando lo piensas un poco más no parece tan mala idea, sobre todo porque desencadena tanta energía negativa que la fuente que la produce más tarde que temprano terminará por agotarse. Eso sin olvidar que Bartlett conoce el interior del monstruo institucional, sabe qué botones tocar y qué puertas abrir para hurgar en el corazón del sistema al que, dice su leyenda negra, sabe cómo hacer caer. Y eso, camaradas, no es cosa menor.