Televisa Deportes y el final de Orange is the New Black
Yo pensé que esto iba a ser el escándalo del universo pero no, casi nadie lo está comentando. Casi nadie está colgado de la lámpara.
Por supuesto que le estoy hablando del final definitivo, de la sexta y última temporada de Orange is the New Black que Netflix acaba de subir, completa, para sus suscriptores.
Vámonos entendiendo: Orange is the New Black es uno de los títulos más emblemáticos de ese importantísimo sistema de distribución de contenidos en línea.
La noticia de que ya no va a haber más capítulos es tan fuerte o más que el adiós a House of Cards.
Netflix no solo se va a quedar sin una de sus producciones originales más queridas, le está mandando al mundo un tristísimo mensaje de que ninguna de sus creaciones puede durar más de seis temporadas colocándose en franca desventaja frente a otras compañías y frente a otras ventanas.
Pero más allá de la lectura mediática, aquí hay algo que yo le tengo que pedir como crítico de televisión: No se vaya a perder la oportunidad de ver completos los 13 episodios de esta conclusión.
A lo mejor usted es fan y le van a encantar. A lo mejor no, los va a odiar y terminará diciendo: ¡Qué bueno que ya se acabó esta mugre! ¡No daba para más!
A mí me interesa que los vea porque cierran de una manera prodigiosa que va, de lo más feliz a lo más desgarrador, de lo más trágico a lo más cómico y de lo más esperanzador a lo más deprimente.
Como usted sabe, Orange is the New Black es una serie de cárcel de mujeres, como hay muchas, pero con una visión tan fresca, tan reconfortante, que terminó enamorando a miles de personas en los cinco continentes.
Por si esto no fuera suficiente, en su elenco hay verdaderas reinas de la actuación y en su producción, enormes aciertos a nivel guión, dirección, realización y edición.
En resumen, es un producto que vale la pena y como ya está completo en Netflix, usted lo va a poder devorar de principio a fin y enloquecer de entusiasmo.
No le voy a vender trama para no arruinarle la experiencia pero hubo algo, en el mero, mero, desenlace, que me dejó helado: Donald Trump aplicado a Orange is the New Black.
Todo el tema de la detención de migrantes, de la separación de familias, está puesto ahí primero que en cualquier otra parte y con una dimensión absolutamente arrebatadora.
Por eso amo Orange is the New Black. Por eso amo a Netflix.
Mi corazón está de luto. Voy a extrañar Orange is the New Black. ¿Usted no?
Todas las mañanas, desde hace más de un año, por el canal TDN (Televisa Deportes Network) se transmite Ponte Fit, una programa de revista único a escala nacional con el acento puesto en la promoción de la salud a través del ejercicio, la actitud y la nutrición.
Como idea, Ponte Fit es el negocio más perfecto que se le pudo haber ocurrido a los señores de Televisa Deportes.
Imagínese usted el potencial de un programa de revista que además de ser sintonizado por cualquier televidente fuera el eje de los monitores de los gimnasios que hay en todo México.
Aquí hay ventas. Aquí hay audiencias. Aquí hay todo.
La bronca es que esta emisión se transmite a las 10 horas, cuando ya pasó el horario estelar de las mañanas de los gimnasios mexicanos, y que urge hacerle algunos ajustes antes de que acabe perdiendo su esencia para convertirse en pan con lo mismo.
Mire, no dudo que los conductores y colaboradores de Ponte Fit sean los mejores ni que estén perfectamente integrados.
El pequeño detalle es que, de tanto que se quieren, hay un punto en que pierden la noción de que están trabajando para una audiencia que se merece todo el respeto del mundo.
Es asquerosamente desagradable estar mirando aquello para mejorar física y mentalmente, y que los conductores nos salgan con albures o con insinuaciones de mal gusto.
Es insoportablemente egoísta que lleven invitados y que, o no los escuchen, o no los dejen hablar o que solo los lleven para lucierse como atletas o nutriólogos. ¡Entonces para qué los invitan!
Es desesperadamente pretencioso querer inyectarle ritmo a Ponte Fit moviendo las cámaras como si los realizadores estuvieran borrachos. ¡Marean! ¡No se entienden las rutinas! ¡No se entiende nada!
Es perversamente grosero mandar a un reportero a los gimnasios de los barrios de la Ciudad de México para burlarse de la gente. No es lo mismo ser simpático que vulgar. ¡Aguas!
Y, lo peor de todo, es vomitivamente amateur que todos los conductores quieran hablar al mismo tiempo como si cobraran por palabra, como si estuvieran compitiendo.
En resumen, aquí hay algo muy bueno. ¡Púlanlo! ¡Sean humildes! ¡Regresen a las bases de lo que es y debe ser un programa de revista con el acento puesto en la promoción del deporte y de la salud!
México necesita muchos proyectos como Ponte Fit. No pierdan lo más por lo menos. ¿O usted qué opina?