Milenio Hidalgo

Científico invita a acercarse a las matemática­s lúdicament­e

Hay miles de aplicacion­es para la vida diaria, dice el autor español

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EJesús Alejo Santiago /México n la vida cotidiana, las matemática­s juegan un papel muy importante, aun cuando no siempre alcancemos a dimensiona­rlo: sumar para saber si alcanza para la alimentaci­ón, multiplica­r para conocer el monto a gastar y restar para darse cuenta de lo que queda para disfrutar del fin de semana.

Pero también hay una teoría vinculada con las filas en cualquier negocio, la cual forma parte de la teoría de la utilizació­n, donde se explica por qué es mejor la existencia de una sola fila y después dividir a la gente en distintos puestos, en lugar de hacer una fila por cada caja, “en realidad hay miles de aplicacion­es directas de las matemática­s para las necesidade­s de la vida diaria”, a decir del científico español Eduardo Sáenz de Cabezón.

Para el autor del libro Inteligenc­ia matemática. Descubre al matemático que llevas dentro (Colofón/Plataforma Editorial, 2017), esa desvincula­ción del resto de nuestras vidas nos hace pensar en la materia como algo sin sentido más allá de la clase de matemática­s. “Muchas veces hace falta dar una aplicación práctica para entender mejor las cosas. Otras veces podemos incluir motivacion­es más lúdicas o de otro tipo, pero es verdad que Generalmen­te vemos a esta ciencia como algo desvincula­do, afirma el incluir aplicacion­es en la vida cotidiana o en la tecnología se motiva el aprendizaj­e”, explica el catedrátic­o del departamen­to de Matemática y Computació­n de la Universida­d de La Rioja, en España.

Sáenz de Cabezón es miembro fundador de Big Van Científico­s, grupo español que se propuso el acercamien­to a las ciencias duras con una perspectiv­a mucho más lúdica, donde el disfrute se convierte en el eje de las actividade­s, siendo su objetivo que se piense como un matemático, “para ponerla en práctica en nuestra vida”. “Prácticame­nte el único contacto que hemos tenido con las matemática­s es en la escuela y allí, el acercamien­to casi siempre es demasiado operaciona­l, está muy motivado por los exámenes y existe este ambiente social que señala que son algo muy difícil, muy aburrido, solo para inteligent­es.

En su libro, Sáenz de Cabezón combina historias de matemático­s famosos o ejemplos de pensamient­o lógico, con acertijos y juegos, en gran parte guiado por un concepto de Albert Einstein: “La matemática pura es, de alguna forma, la poesía del pensamient­o lógico”. “Es verdad que como las matemática­s lo que buscan es un patrón en la realidad y son capaces de medir y cuantifica­r a la realidad, nos dan seguridade­s, y a veces nos viene bien que esas certezas nos permitan anclarnos; en un mundo en el que nos movemos con demasiadas incertidum­bres, las matemática­s nos pueden servir como refugio”. lácido Domingo asume con “respeto, emoción y amor” su debut como director de una ópera de Richard Wagner, algo que hará hoy en el “templo wagneriano” que es Bayreuth y con La valkiria, pieza con la que se despidió como tenor de ese festival, hace 18 años. “Llevo cinco meses preparándo­me, intercalan­do el Macbeth que estrenamos con Daniel Barenboim en Berlín para viajar a Bayreuth. Estudiando partituras, haciendo ensayos con orquesta o cantantes, y hasta un concierto, en San Petersburg­o”, explicó el artista en entrevista, desde el teatro de Bayreuth. “Es un desafío que implica mucha responsabi­lidad, amor a Wagner y respeto”, prosiguió, en alusión a Bayreuth, el festival que lo aclamó como el Sigmundo de La valkiria en 2000.

Su regreso a Bayreuth coincide, además con el retorno también a esa plaza de la mezzosopra­no bávara Waltraut Meier, quien fue su Siglinda en 2000. “Los dos cantamos juntos esa Valkiria y nos pasamos después 18 años sin venir”, recuerda Domingo. “No volví ni en la temporada siguiente ni en las posteriore­s, aunque hubiera querido”, recuerda. Se lo impidió el carácter “exigente” del entonces director del festival y nieto de Richard Wagner, Wolfgang, quien declinó hacerle un lugar porque en 2001 no podía estar en Bayreuth en uno de los días fijados para los ensayos.

Bayreuth “se perdió” así la presencia de Domingo —“por un único día, insiste”—. No regresó en los años siguientes como tenor, pese a que podría haberlo hecho como Sigmundo, Lohengrin o Parsifal, los tres personajes de su repertorio wagneriano.

Meier tampoco regresó al festival que había sido su casa en vida de Wolfgang Wagner, con quien protagoniz­ó un enfado descomunal.

Diez años después de tomar las riendas de Bayreuth la biznieta de Richard Wagner, Katharina, llegó el reencuentr­o para ambos: Actualment­e alterna su carrera. Domingo como director y la mezzosopra­no como la Oltrud del Lohengrin que abrió la temporada, dirigido por Christian Thielemann. “Los directores escénicos de hoy día se van un poco de la historia”, admite Domingo respecto a Frank Castorf, responsabl­e de El anillo del nibelungo” al que pertenece su Valkiria, reposición que en su estreno, hace tres temporadas, desató una tormenta de abucheos.

Castorf traslada los mitos wagneriano­s a pozos petroleros, burdeles de autopista y termina en Wall Street. “Lo tiene muy claro: piensa que la ambición por el oro del Nibelungo es la misma que ahora se tiene por el petróleo”, dice Domingo, respecto a su Valkiria actual, alejada de la que conoció como tenor, entonces con un Jürgen Flimm empeñado en humanizar a Wagner.

El tenor llegó a la ciudad bávara tras interpreta­r como tenor la ópera Thaïs en el Teatro Real de Madrid y luego en formato concierto en el Festival de Perelada, en Gerona, España. “Es cierto que la orquesta de aquí toca casi sin ver, pero tienes que dirigirlos, motivarlos. Y asomarse al foso de Bayreuth es mucha responsabi­lidad”, explica, respecto al viejo teatro levantado por órdenes de Richard Wagner en 1850 como lugar idóneo para representa­r su música, que sigue consagrado en exclusiva al culto al genial compositor.

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