Sufre el sector automotor efecto adverso de Trump
Crea un dilema de doble producción para un solo mercado, pues California tiene su jurisdicción en la Ley de Aire Limpio
Ed Crooks En el cuento de terror de 1902 de W. W. Jacobs “La pata de mono”, una pata maldita concede tres deseos, pero en una manera inesperada y maligna. Para la industria automotriz estadunidense, el presidente Donald Trump resultó tener un efecto similar.
Tan pronto como resultó electo, los fabricantes de automóviles comenzaron a instar a Trump a reconsiderar los estándares previstos por el presidente Barack Obama para la economía de combustible de vehículos y las emisiones para 2022-25. La semana pasada, la administración Trump presentó sus propuestas para cumplir la solicitud: busca abandonar el endurecimiento constante de los estándares previstos por Obama, y en su lugar congelarlos en sus niveles de 2020 para los seis años de 2021 a 2026.
Sin embargo, lejos de celebrar el éxito de su campaña de cabildeo, la industria automotriz estadunidense respondió tibiamente a los planes de la administración, sugiriendo que las propuestas deberían ser solo un punto de partida para más negociaciones. Después de incitar a Trump, ahora la industria trata de controlarlo.
Las compañías automotrices argumentan que tienen bases legítimas para quejarse sobre los planes de la administración Obama. Los estándares se establecieron como resultado de un acuerdo de 2011 entre la administración y las 13 automotrices principales, que incluía un compromiso para una “evaluación de mitad de periodo” en 2017. Después de la inesperada victoria electoral de Trump, la Agencia de Protección Ambiental de EU (EPA, por su sigla en inglés) se apresuró a realizar una evaluación en los últimos días de la administración Obama, concluyendo rápidamente que los planes existentes estaban bien.
Mientras tanto, la caída en los precios del petróleo que comenzó en 2014 se convirtió en una dificultad para que las automotrices pudieran cumplir con los estándares. El cumplimiento se basa en el desempeño promedio de los automóviles que vende cada fabricante, y la gasolina más barata mitigó el incentivo para los consumidores de comprar vehículos más eficientes en su uso de combustible. Después de superar los estándares de economía de combustible por márgenes cómodos en 2012-15, la industria no logró alcanzarlos en 2016 y 2017.
Al convencer a Trump de que aliviara la presión a la que se enfrentaban por los estándares, las automotrices intercambiaron una serie de problemas por otros.
Preocupados porque empezaban a quedarse rezagados, y agraviados por la forma abrupta en que la administración Obama reafirmó sus planes, los fabricantes de automóviles hicieron sonar la alarma. En un estudio de 2016 se sugirió que los estándares podrían costarle a la industria alrededor de un millón de puestos de trabajo, y aunque otros investigadores sugirieron que en el mejor de los casos las estimaciones eran tendenciosas, se convirtió en un punto clave de discusión para los fabricantes, el cual resaltaron los directores ejecutivos en una reunión con Trump poco después de su toma de protesta.
Trump no necesitó mucho impulso. Una característica que define su administración es su deseo de deshacer cualquier decisión que tomó Obama, y la creación de puestos de trabajo en la industria de fabricación es una de sus promesas características. La oportunidad de hacer ambas cosas al mismo tiempo era demasiado buena para perderla.
Sin embargo, el problema para la industria es que los estándares no están totalmente en el dominio del gobierno federal. Bajo la Ley de Aire Limpio de 1970, California tiene la autoridad para establecer sus propios límites de emisiones, que se relacionan estrechamente con los estándares de economía de combustible, sujeto a la aprobación de la EPA. California dejó en claro que quiere mantener las regulaciones de la era Obama, y otros 19 estados siguen su ejemplo. Tener que fabricar dos gamas de vehículos radicalmente diferentes para dos mercados dentro de Estados Unidos sería desastroso para la industria, por lo que California y el gobierno federal de alguna manera deben encontrar una concordancia.
La administración Trump propuso enfrentar ese obstáculo, retirando la aprobación de la EPA para que California establezca sus propios estándares. Pero la legalidad de una medida como esa nunca se ha puesto a prueba, y los planes de la administración amenazan con generar una batalla judicial que puede prolongarse durante años, poniendo una sombra sobre la industria en la próxima década. Al convencer a Trump para que alivie la presión que enfrentaban respecto a los estándares, los fabricantes de automóviles cambiaron una serie de problemas por otros.
Sin embargo, el reloj corre su marcha. Los vehículos modelo 2021, que saldrán a la venta en el otoño de 2020, son los primeros a los que se les aplicarán los nuevos estándares, y para ellos las normas deben estar finalizadas para abril de 2019.
En “La pata de mono”, el último deseo se utiliza para evitar un resultado terrible. De igual manera, la industria automotriz estadunidense tiene que trabajar para rescatar una solución aceptable del caos que ella misma ayudó a crear.