Milenio Hidalgo

Más programas que se despiden

- Álvaro Cueva alvaro.cueva@milenio.com

El sábado por la noche, sin que casi nadie se lo esperara, se transmitió el final de la telenovela Educando a Nina por Azteca Uno. Estuvo espantoso. Más allá de que ese formato argentino debió haber sido adaptado de otra manera para que se sostuviera por encima de sus primeras semanas de transmisió­n, vimos una cosa rarísima, editada con prisa, sin amor.

¿Cuál es la nota? La misma que la de la semana pasada con Y mañana será otro día… mejor de Las Estrellas.

Educando a Nina se va y deja sin telenovela­s de producción propia a Azteca Uno.

Deja sin telenovela­s al público de la televisora del Ajusco, deja sin trabajo a cientos de familias, deja sin este tipo de historias a millones de mexicanos.

Sí, entiendo que Tv Azteca no nos va a poner una repetición, como su competenci­a, que está haciendo esto para calentar motores rumbo a la llegada de Exatlón México a Azteca Uno y que eso va a representa­r un cambio radical.

Pero no puedo evitar sentir tristeza porque después de haber visto el fenómeno de

Luis Miguel, la serie me queda claro que en este país hay hambre de melodrama, de un tipo de melodrama que nadie está haciendo en la televisión abierta privada nacional y que está dejando de ser nuestro con todo lo que esto implica.

Educando a Nina cierra el círculo de telenovela­s ciento por ciento mexicanas que Tv Azteca abrió con El peñón del

amaranto, de O’Farrill y Asociados, en 1993, para competir contra Televisa.

Educando a Nina será recordada como la última telenovela de Tv Azteca. Terminó el sueño. Se acabó una parte importante de nuestra industria. Descanse en paz.

Adiós, aficionado­s

Todo se está moviendo a gran velocidad. Yo ya no sé qué me da más miedo, si los vacíos o el hecho de que muy pocas personas aprecien lo que se está yendo.

Ayer a mediodía, en el canal Multimedio­s Televisión de Monterrey, se anunció que el próximo domingo se va a transmitir el último programa de Aficionado­s.

¿Y? ¿Qué tiene esto de importante? ¿Qué tiene esto de relevante si probableme­nte usted viva en otra parte?

Aficionado­s es un clásico de la televisión mexicana como

En familia con Chabelo, solo que de una región muy específica del país.

Como su nombre lo indica, la gracia de este concepto es que personas muy humildes del estado de Nuevo León iban a Multimedio­s a cantar melodías de corte popular a cambio de unos premios de lo más sencillos.

Tuve el honor de conocer este proyecto en su primera gran versión, cuando el conductor era Rómulo Lozano, una leyenda de la comunicaci­ón regia.

Don Rómulo murió hace tiempo y el programa cambió, cambió y volvió a cambiar pero siempre con dos peculiarid­ades: la de entregarle la televisión al pueblo y la de un sentido del humor muy norteño.

La gente no solo va ahí a cantar, a bailar, a divertirse. Va a exponerse, a que se burlen de ella en una suerte de terapéutic­a válvula de escape.

Aficionado­s es lo máximo porque es ranchero.

¿Cómo es posible que yo le diga que algo así sea lo máximo?

Porque Aficionado­s es de verdad, porque es honesto, porque ese espíritu ranchero dices cosas de una sociedad, tiene aires de cultura.

El caso es que esto ya se va. Por supuesto, no nos perderemos su despedida. Qué triste, ¿no?

Terror, casos de la vida real

A propósito de entregarle al pueblo la televisión y de programas de verdad, hoy le quiero hacer un reconocimi­ento a un proyecto de Mexiquense­Tv (canal 34.1) que está teniendo tanto éxito que está a punto de exportarse a Estados Unidos. Se trata de Historias del más

allá con Rubén García Castillo. Como usted sabe, éste es un

show de radio con cámaras inspirado en La mano peluda, una emisión fundamenta­l de nuestra industria radiofónic­a donde las audiencias llamaban a una estación para contar sus historias de terror.

El resultado es mucho más interesant­e de lo que cualquier pudiera imaginar porque las personas que se comunican con el señor García Castillo han terminado por construir una identidad regional.

Entre historia e historia se ha construido un retrato riquísimo de los diferentes municipios del Estado de México, de los pueblos, de las comunidade­s más alejadas.

¿Se da cuenta de lo que le estoy diciendo? Historias del

más allá vale como espectácul­o, pero también como fenómeno social.

Y yo agregaría que también vale como ejercicio de radio con cámaras porque sus responsabl­es, en lugar de romper la magia de los relatos tomando al locutor o a los técnicos de la radio, siguen haciendo tomas abstractas de sus instalacio­nes, en macabro, pero con mucha más riqueza que cuando salieron al aire.

La conclusión es muy positiva, de las pocas veces que la radio brilla en la televisión, de las pocas veces que podemos hablar de un proyecto hecho desde el pueblo para el pueblo.

Búsquelo hoy a las 23:00, apague la luz y escuche. Le va a encantar. De veras que sí.

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