Los medios y los presidentes
Trescientos cincuenta medios estadunidenses, entre ellos The New York Times, el Miami Herald y el Boston Globe, que encabeza la iniciativa, pero también periódicos locales, se unieron para exigir al impresentable que ocupa la Casa Blanca que interrumpa sus ataques a la prensa. Y es que vaya que Trump la ha atacado, con una retórica que incluye la expresión fake news, que ha hecho viral, pero también aberraciones como calificar a los medios de “enemigos del pueblo” y a los periodistas de “gente horrible, horrenda”. No todos los medios grandes se han sumado. Brincan las ausencias del Wall
Street Journal o el Washington Post, que ve la iniciativa como contraproducente, en la medida en que le dará a Trump gasolina para reanudar sus ataques: el hombre de las ojeras blancas esgrimirá que ahí están las pruebas de un complot mediático en su contra. Pero incluso esos medios escépticos han levantado la voz en otras ocasiones contra lo que la ONU, por ejemplo, ha calificado de una amenaza contra la libertad de expresión, una amenaza tangible: sobrevuela la sombra de la violencia, nada rara en parte de los sectores trumpianos.
No vendría mal tomar nota de la experiencia estadunidense. Es cierto que nuestro presidente electo prometió hace un par de días que habrá “libertad completa y derecho a disentir”. “No va a haber censura”, remató. Bien por esa contundencia, que ojalá se mantenga. Y es que la burra no era arisca, pero… Sin duda, la beligerancia de López Obrador contra los medios disminuyó durante la campaña, sobre todo hacia el final, y ha desaparecido en las últimas dos semanas o así. Pero hubo un rebrote con el caso del fideicomiso, cuando volvimos a lo de la “prensa fifí”, y con la pena, pero a uno se le activan las defensas: demasiados años de referencias a la mafia en el poder y demás. De momento, y aunque usó palabras templadas, no fue sano lo de que va a proponer una “reconciliación” con las empresas de radio para que recuperen sus espacios Carmen Aristegui y ¡Gutiérrez Vivó!, que luego de tantos años puede que encuentre una audiencia pero que sin duda va a encontrar cobradores, siempre menos propensos al olvido, para empezar entre los muchos colaboradores a los que dejó de pagarles por sus participaciones. Y es que el “favor” que ofrece López Obrador es un favor envenenado, porque, como recordó ya Raúl Trejo Delarbre, un periodista en deuda con un presidente es un periodista condicionado, y no creo que sea esa la Aristegui que quieren de vuelta sus muchos seguidores. Pero, sobre todo, es un favor que no corresponde ofrecer al titular de un régimen democrático.
Y es que la protesta de los medios gringos, estratégicamente acertada o no, debe recordarnos que la invasión de los terrenos mediáticos por un presidente, por cuestionables que hayan sido esos medios, es siempre una señal de mala salud democrática, al margen de que la invasión sea educada como esta última o beligerante como las que la precedieron. Ni hablar, la investidura implica aguantar candela, y no, los dardos no deben ir en ambas direcciones, no en las sociedades libres. Para eso están los de la comentocracia a modo, muertos de ganas de quedar bien. Dejemos que hagan su chamba, señor presidente.