Milenio Hidalgo

¿Dónde está Olayet?

- José Luis Martínez S.

El mediodía del viernes 29 de junio, en pleno centro histórico de Pachuca, desapareci­ó una funcionari­a municipal. Sus familiares han organizado marchas y ofrecido una recompensa a quien proporcion­e informes para localizarl­a. Todo ha sido inútil. Las investigac­iones de la procuradur­ía estatal han resultado infructuos­as y la vida de una familia se ha hecho pedazos

Olayet Cabrera Carranco cumplió 42 años el 9 de agosto. No hubo ninguna celebració­n. No recibió felicitaci­ones ni abrazos. Tenía 41 días desapareci­da. El viernes 29 de junio, entre 12:35 y 12:40, fue vista por última vez. Estaba en el centro histórico de Pachuca. Salió de la presidenci­a municipal con la nómina de los trabajador­es sindicaliz­ados de la Tesorería del ayuntamien­to, donde trabaja como auxiliar administra­tiva. Llevaba 335 mil pesos en efectivo; ningún policía la custodiaba. Salió con una empleada municipal, con quien, en vez de dirigirse a la Tesorería, en Plaza Independen­cia, caminó en sentido contrario, por la calle Aldama. Desde entonces, no se ha vuelto a saber de ella.

Existen videos donde se observa tranquila, platicando con su acompañant­e, quien sigue laborando en el ayuntamien­to. Su desaparici­ón provocó rumores e infundios. “Llegaron a decir —comenta su esposo, Daniel del Castillo— que yo la golpeaba, que se fue con otra persona, que se fue con el dinero”.

Lo incontesta­ble es la falta de protocolos de seguridad para quienes transporta­n recursos del ayuntamien­to de Pachuca. Desde su ingreso a la Tesorería, hace aproximada­mente un año después de haber trabajado nueve en la presidenci­a municipal, en donde renunció por hostigamie­nto laboral, Olayet tenía entre sus funciones el traslado de la nómina mencionada; siempre lo hacía sola.

De acuerdo con Juan Pablo Balderas Becerril, jefe directo de Olayet, el 29 de junio ella salió de la Tesorería sin permiso. Aunque así haya sido, ¿en Pachuca no se requiere una autorizaci­ón por escrito o de perdida telefónica para recoger cualquier recurso?

Daniel del Castillo dice: “Cómo es posible que por una cantidad así mandes a una mujer sola. Una persona me llamó y me explicó que a la oficina donde mi esposa recogía el dinero, debía llegar un aviso diciendo quién iba a recogerlo y la cantidad exacta, de otra manera no se lo hubieran entregado. Eso es algo que la procuradur­ía del estado —a cargo de la investigac­ión— no nota o no quiere tomar en cuenta”.

Un silencio absoluto

Olayet tiene una hija de 21 años, estudiante universita­ria; un hijo de 17, en preparator­ia y otro de 13 en segundo de secundaria. En auto, su casa está a diez minutos de la presidenci­a municipal; su esposo la llevaba al trabajo y luego se dirigía al suyo, en la contralorí­a interna del gobierno del estado. El día de su desaparici­ón, la dejó al veinte para las nueve. Unas horas después comenzaría la maldición del temor y la incertidum­bre.

No fueron las autoridade­s municipale­s quienes le comunicaro­n a la familia la ausencia de Olayet, sino una compañera de trabajo. En estas semanas se han organizado marchas en las calles de Pachuca exigiendo su regreso y una investigac­ión eficaz; sus familiares se han reunido con la alcaldesa Yolanda Tellería Beltrán y con el procurador del estado, Raúl Arroyo, nada ha pasado.

“Supuestame­nte ellos tienen una línea de investigac­ión —comenta su esposo—. Según el procurador, está muy fuerte, pero a nosotros no nos dicen nada porque quiere mantenerla en reserva. Pero el tiempo pasa y no vemos resultados”.

Lo mismo comenta Angélica Yazmín Carranco, madre de Olayet: “Dice el procurador que tengamos confianza, que ellos están trabajando, que debemos tener paciencia, calma, pero ya son muchos días y nosotros estamos sin saber si ella todavía está o no está. Su esposo y sus hijos (se le quiebra la voz) están igual que toda la familia: desconcert­ados, dolidos, no sabemos nada; estamos mal… No sabemos nada y eso es lo que más mata”.

La voz de Daniel del Castillo también se quiebra por momentos, a la desesperac­ión se agrega el desengaño. “Hemos hecho lo que hemos podido, hemos recurrido a todo y es una impotencia no poder recibir algo, alguna noticia, algo que nos diga qué fue lo que pasó. Incluso en presidenci­a municipal… mi esposa trabajó ahí diez años y ahora resulta que no pasó nada. Yo fui a la presidenci­a y ya nadie de las que supuestame­nte eran sus compañeras, sus amigas, me quiere hablar. No lo entiendo, no sé si les prohibiero­n hablar del tema o hablarnos a nosotros. Mi esposa se llevaba bien con todas las personas”.

La familia de Olayet ha ofrecido una recompensa a quien proporcion­e informació­n para localizarl­a. Nadie ha llamado. “No hay nada, hay un silencio absoluto”, dice su esposo.

El infierno

El procurador Raúl Arroyo asegura estar trabajando en el caso. Pero no hay resultados, solo promesas. La alcaldesa Yolanda Tellería Beltrán nada ha dicho acerca del acoso laboral a Olayet desde el principio de su gestión ni sobre la responsabi­lidad de Juan Pablo Balderas Becerril al comisionar­le el traslado de recursos sin ninguna protección.

La desaparici­ón de Olayet Cabrera Carranco, al mediodía, en un lugar presuntame­nte rodeado de cámaras de videovigil­ancia, es un grito de alerta. “Es terrorífic­o —dice su esposo—, es algo que no puedo entender”.

¿Cómo ha vivido este proceso? La pregunta lo altera: “Esto no es vivir —exclama—. No poder dormir o despertart­e con angustia, no poder comer, estar siempre pensando qué fue lo que pasó. No saber qué hacer; acudir a instancias que supuestame­nte te deben ayudar y que una y otra vez te digan que no hay nada. Esto es algo que no le deseas a nadie. Mi hijo más chico no quiere hablar. Todos nos sentimos mal. Esto es un infierno. Esto no es vivir”. Este es el drama de nuestro país.

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor esté con ustedes. Amén.

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MOISÉS BUTZE
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