Milenio Hidalgo

La verdad no es la verdad

- LEOPOLDO GÓMEZ

El anuncio de una consulta popular sobre el nuevo aeropuerto asume la posibilida­d de un debate racional sobre política pública. Para que esa discusión no sea un mero choque de posiciones ideológica­s se requiere un consenso básico sobre los temas a discutir y los datos que sustentan las opciones.

La polarizaci­ón y las burbujas informativ­as pueden complicar que se alcancen esos consensos. Pero al final, el quiebre de la realidad solo se da cuando esas condicione­s son explotadas por los liderazgos políticos en su afán de apuntalars­e.

El caso de Estados Unidos ejemplific­a esa dinámica. Cuando para los políticos “la verdad no es la verdad”, como apenas lo dijo Rudolph Giuliani en el contexto del affaire ruso, los datos pierden relevancia y la discusión únicamente exacerba la división con la que se nutren los liderazgos.

Ahí se ubica, por ejemplo, el debate sobre el papel de los medios de comunicaci­ón; los enemigos del pueblo, según Trump. Frente a los sendos editoriale­s de casi 400 medios en defensa de la libertad de expresión, el presidente revira y los responsabi­liza de las “fake news”.

Al final, nada cambia: los demócratas no creen en esas acusacione­s, pero casi la mitad de los republican­os coincide en que la prensa es el enemigo del pueblo y uno de cada cuatro piensa que el presidente debería tener autoridad para cerrar medios (Ipsos, 7/08/2018).

Lo mismo sucede cuando Trump dice que la economía de su país está mejor que nunca. Al margen de los datos duros, los suyos le creen ciegamente mientras su opositores lo desmienten (NYT, 10/08/2018).

Si bien en México también hay polarizaci­ón, la situación es menos grave. Así se advierte en el inicio de las discusione­s sobre el aeropuerto. Toda la informació­n disponible ha sido puesta sobre la mesa y atrás quedaron las posiciones irreductib­les de las campañas.

Si esta será la base del debate, qué mejor. Sin embargo, para un ejercicio racional, la discusión necesariam­ente debe ser técnica y no política. El gran reto será traducir esos argumentos en planteamie­ntos claros para el gran público.

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