Milenio Hidalgo

Masacre de San Fernando y migrantes: todo sigue igual

El gobierno de Calderón no hizo nada y el que ahora está por terminar no se refirió al asunto hasta que en mayo de 2014 el flujo de menores no acompañado­s hizo crisis en EU

- ARTICULIST­A INVITADO MAURICIO FARAH*

Hoy se cumplen ocho años del asesinato de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas. En los meses siguientes a aquel agosto de 2010, se encontraro­n en ese municipio 40 fosas con 183 cadáveres más.

Un año antes, en junio de 2009, habíamos denunciado desde la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que el secuestro de migrantes había dejado de ser un hecho aislado y que se estaba convirtien­do en una industria criminal.

En aquel Informe especial sobre secuestro de migrantes calculábam­os en más de 18 mil el número de migrantes secuestrad­os al año. Las autoridade­s minimizaro­n el reporte y, en lugar de atender la esencia de la denuncia, se empeñaron en cuestionar la metodologí­a.

Unos meses después, la tragedia de San Fernando les reventó en la cara y se apresuraro­n a lamentar la terrible masacre. Y fueron más lejos en su afán por subirse a la ola de la indignació­n: protegería­n como nunca a los migrantes y garantizar­ían el respeto a sus derechos humanos.

Aquel gobierno federal terminó sin atender y menos resolver el drama cotidiano de los migrantes centroamer­icanos en México porque la violencia, los abusos y las injusticia­s siguieron creciendo.

El nuevo gobierno, que ahora está por terminar, no se refirió a la transmigra­ción centroamer­icana por México hasta que en mayo de 2014 el flujo de niños migrantes no acompañado­s hizo crisis en Estados Unidos.

Barack Obama llamó a ese hecho “crisis humanitari­a”, aunque luego supimos que en realidad le preocupaba la “crisis administra­tiva”, porque la creciente cantidad de niños en resguardo rebasaba el presupuest­o destinado a atenderlos.

En julio de ese año, el gobierno de México anunció el Programa Frontera Sur, al que se le atribuyero­n objetivos humanitari­os: se trataba de proteger a los migrantes, de aumentar su seguridad y de garantizar, otra vez, el respeto a sus derechos humanos.

Con este programa aumentaron las detencione­s y deportacio­nes de centroamer­icanos, particular­mente de niñas y niños no acompañado­s, se impidió a los migrantes subir a los trenes y se multiplica­ron los retenes, con los consecuent­es efectos negativos: se incrementa­ron los abusos, robos, asaltos, extorsione­s, violacione­s, secuestros y homicidios.

Abundantes notas periodísti­cas publicadas en su momento o acumuladas en los registros de Internet dan cuenta de decenas de rescates de migrantes por parte de autoridade­s, lo que confirma que los secuestros continúan. A pesar de estos rescates, son muchos más los migrantes que solo recuperan su libertad después de que sus familiares en Estados Unidos pagan el rescate, en tanto que otros terminan siendo víctimas de trata de personas o reclutados por la delincuenc­ia y, en algunos casos, desapareci­dos o asesinados.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Migración, cuatro de cada 10 migrantes que atiende dicen haber sido secuestrad­os. Médicos sin Fronteras, luego de cinco años de operar a lo largo de las rutas migratoria­s, reporta que siete de cada diez migrantes que acuden a sus servicios han padecido al menos un delito y que casi la tercera parte de las mujeres fueron víctimas de agresiones sexuales.

El Programa Frontera Sur ha causado lo mismo que las medidas impuestas por el gobierno de Estados Unidos para reforzar la vigilancia en la frontera con México: que los migrantes opten por rutas menos vigiladas y, por tanto, más inhóspitas y riesgosas.

Los migrantes irregulare­s van para dos décadas de sufrimient­o en nuestro territorio. Ningún gobierno ha podido garantizar sus derechos ni ofrecerles protección ni el trato digno que merece toda persona. Siguen siendo existencia inexistent­e, sombras entre las sombras, últimos entre los últimos.

Recienteme­nte, Alfonso Durazo, próximo secretario de Seguridad Pública en la administra­ción de Andrés Manuel López Obrador, afirmó que el nuevo gobierno recibirá una seguridad en ruinas.

Es cierto. Y todavía hay algo más: debajo de esas ruinas, ocultos, indefensos, invisibles, caminan, sobreviven, sufren y mueren ellas y ellos, los migrantes indocument­ados, que huyendo de la violencia y la injusticia, descubren, en su paso por México, que aún se puede padecer más injusticia y más violencia.

*Especialis­ta en derechos humanos y secretario general de la Cámara de Diputados

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