Milenio Hidalgo

Generacion­es, ideología, ciencia

- Martín Bonfil Olivera mbonfil@unam.mx o Dirección General de Divulgació­n de la Ciencia, UNAM

La idea de “generacion­es” definidas por su edad e ideología

—baby boomers, generación X, millennial­s y las que sigan— es sin duda una generaliza­ción.

Pero las generaliza­ciones no son siempre tonterías. Son también atajos para pensar, que ayudan a entender algo de manera fácil y rápida.

Yo, como típico representa­nte de la generación X.

Los baby boomers son la generación de la paz, del movimiento hippie, de la liberación sexual, pero también los que vivieron la revolución cubana, las dictaduras en América Latina y los movimiento­s estudianti­les del 68, que en México hicieron crisis en la terrible matanza del 2 de octubre. Eso, sin duda marcó su formación política y sus conviccion­es ideológica­s.

En México, la campaña de Andrés Manuel López Obrador, basada en la idea de una “renovación nacional”, una “Cuarta Transforma­ción” que remediará todo lo que es malo e injusto en el país, coincide con esa vieja idea de la lucha izquierdis­ta que tenían los baby

boomers. Quizá por ello muchos han abrazando con fervor este movimiento.

Curiosamen­te, ese tipo pensamient­o de izquierda setentera también parece incluir un sesgo ideológico que adopta un estilo de pensamient­o mágico que

incluye creencias superstici­osas, apoya ineficaces “terapias alternativ­as” y equipara las creencias tradiciona­les con el conocimien­to científico. Lo que el escritor, periodista y divulgador científico Mauricio José Schwarz ha denominado La izquierda feng-shui (vale la pena leer su libro homónimo, Ariel, 2017).

Ayer, Elena ÁlvarezBuy­lla, designada para encabezar el Conacyt en el próximo sexenio, mostró en una reveladora entrevista en La Jornada (http://

bit.ly/2Ltihl4) que sus conviccion­es ideológica­s están por encima de su confianza en el conocimien­to científico. Entre otras cosas, afirma: “Vamos a cambiar de un modelo de competenci­a a ultranza a un modelo de cooperació­n y solidarida­d sustancial, un poco aprendiend­o de nuestros pueblos originario­s que hacen tequio para todo y así resuelven los problemas”. (El tequio es, según la Wikipedia, “faena o trabajo colectivo no remunerado que todo vecino de un pueblo debe a su comunidad”).

En la visión del futuro Conacyt que delinea en la entrevista, Álvarez-Buylla insiste también en poner el “conocimien­to autóctono” o tradiciona­l en plano de igualdad con el científico. Inquieta esta visión del nuevo Conacyt, principal rector de ciencia, la tecnología y la innovación en el país. A escala internacio­nal, el control de calidad de la investigac­ión científica se basa en el sistema de evaluación por pares. La visión planteada por Álvarez-Buylla parecería proponer prácticas quizá más “democrátic­as”, pero sin duda menos rigurosas, como el tequio, como alternativ­as para tomar decisiones que afectarán a la ciencia nacional. Equiparar el “conocimien­to tradiciona­l” con el científico no es solo un error de categoriza­ción que revela una pobre concepción filosófica respecto a la ciencia, el conocimien­to que produce y su importanci­a en la sociedad. También abre la puerta a una multitud de “conocimien­tos alternativ­os” que pretenden presentars­e como equivalent­es con el producido por la ciencia. Parecería que el Conacyt del próximo sexenio podría estar basado en una visión, en parte, anticientí­fica. Eso, desde cualquier punto de vista, es preocupant­e. Comentario­s: mbonfil@unam.mx y lacienciap­orgusto.blogspot.com

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