Milenio Hidalgo

Adiós Villano III

- cuachara_luchagor@hotmail.com CUACHARA LUCHAGOR

Adiós Arturo. Con tu partida no nace una leyenda, tú ya eras una leyenda de la lucha libre de nuestro país antes de que el martes 21 de agosto un infarto cerebral te arrancara de este mundo a los 66 años y colocarte en la arena celestial.

Tu historial dice que iniciaste tu carrera como luchador en 1975, que rapaste a luchadores como el Perro Aguayo, que ganaste la máscara de Pegasus Kid, que te forjaste en el Toreo de Cuatro Caminos, que perdiste la máscara contra Atlantis, que te retiraste en el 2015, que eras un rudo natural, que derramaste sangre en los cuadriláte­ros para alcanzar los estatus a los que pocos tienen acceso: estrella, ídolo, figura y leyenda.

Desde estas líneas te decimos adiós. Y lo que hacemos recordando la lucha del 17 de marzo del año 2000, cuando cayó tu máscara frente a Atlantis y los aficionado­s conocieron el rostro de Arturo Díaz Mendoza, el Villano III.

Esa noche saliste hacia el ring de la Arena México sonriendo, con tu máscara, una capa, tu equipo rosa clásico, una edecán a tu lado y la afición estirando las manos para saludarte. Saliste como lo que eras, una estrella.

Antes de ingresar al ring agradecist­e con ambos brazos el apoyo de los aficionado­s y te persignast­e. La afición se desbordaba de sus asientos apoyándote.

El segundo en salir al cuadriláte­ro fue Atlantis. Era el de casa, pero esa noche los aficionado­s lo abuchearon, te apoyaban a ti porque sabían de tu calidad y entrega sobre el ring.

Atlantis entró al cuadriláte­ro y fue recibido con chiflidos. Entonces los aficionado­s comenzaron a corear un solo nombre, el tuyo, los aficionado­s se te entregaron gritando Villano, Villano, Villano.

Vino la polémica, Baby Richard era el réferi de la noche pero Atlantis no lo quiso en el ring y su lugar lo ocupó Rafa el Maya. Aceptaste el cambio porque eras un profesiona­l y los aficionado­s volvieron a corear tu nombre.

Inició la lucha de máscara contra máscara a una sola caída. Tu incógnita estaba en juego. En ese momento tenías 25 años como luchador profesiona­l. La Arena México alcanzó un lleno total.

Atlantis te tomó de la cintura pero rápidament­e cambiaste el movimiento y lo sujetaste por detrás hasta que tu rival se zafó de ti.

Atlantis comenzó a atacarte y los aficionado­s a abuchearlo. Enseguida atrapaste su cabeza entre tus rodillas respondien­do a su ataque.

El réferi te pidió que soltaras el brazo de tu rival. Atlantis te empujó y le respondist­e con dos golpes al pecho y le rompiste la máscara porque así eras tú, un rudo natural.

Sacaste a Atlantis del ring y de lanzaste sobre él en vuelo hacia afuera del cuadriláte­ro. Atlantis comenzó a sangrar y tú también.

Ambos subieron al ring, tú lo golpeaste y él a ti, los aficionado­s lo abuchearon. Atrapaste a Atlantis con un paquete pero se libró de él en la segunda palmada de Rafa el Maya.

Ambos sangraban pero tú te veías entero. Atlantis te aplicó una huracarran­a y te zafaste en el conteo de dos.

Lo atrapaste con una cavernaria y se libró de ella. Enseguida le aplicaste la de a caballo. Él sangraba y a ti la sangre te escurría por debajo de la máscara. Atlantis se volvió a librar del castigo.

Ahora él te aplicó una quebradora sobre el enlonado pero con ambas manos dijiste al réferi que no te rendías. Le aplicaste un cristo y Atlantis no se rindió. Espaldas planas y también se libró de ellas.

Demostrast­e tu calidad con una cruceta bien ejecutada y sosteniend­o el cuello de tu rival que seguía sin ceder.

Tras una plancha de Atlantis lo pusiste en espaldas planas pero se libró en la segunda palmada. Una huracarran­a de Atlantis pero te zafaste. Una plancha de Atlantis sobre ti afuera del ring y enseguida ambos volvieron al cuadriláte­ro.

Te puso en espaldas planas pero te libraste. Lo atrapaste con tirabuzón pero no se rindió. Atlantis te aplicó un castigo y los aficionado­s te apoyaron.

Lo envolviste con una huracarran­a pero la rompió. Una segunda y sucedió lo mismo. Te atrapó con una gori invertida pero no te rendiste. Otra vez los aficionado­s coreando tu nombre.

Lo atacaste, lo castigaste. Te atrapó con una Atlántida y te libraste, los aficionado­s te aplaudiero­n pero quedaste resentido de la cintura.

Entonces vino el trágico final. Atlantis te atrapó con una segunda Atlántida pero esta vez cayó de rodillas, no soportaste el dolor y te rendiste. Perdiste la máscara, los aficionado­s se te entregaron y esa lucha quedó para la historia. Eres una leyenda.

Adiós Villano III.

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