Milenio Hidalgo

Otra vez a brindar con extraños

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Me alegra que mi Licenciado Peña salga a los medios a defender su sexenio, sobre todo ahora que sus eternos defensores a ultranza están muy ocupados en trabajar de opositores: ejercer crítica mordaz, entrona y envalenton­ada contra un gobierno al que todavía le falta mucho para darse de alta.

Mucho pejezombi está molesto por esta manera en que se trata al Peje al señalarle con índice de fuego todo lo que hace, dice, piensa, imagina, supone, alucina, propone, camina, batea, mastica, se peina, deglute, razona, mira, canta, baila, percibe, experiment­a… Si pudieran cuestionar­le el papel higiénico que utiliza lo harían sin dudar porque no es lo suficiente­mente esponjoso, absorbente, barato o caro…

Bueno, la parte más humana por supuesto se ha concentrad­o en el color del cabello del hijo menor de López Obrador, como una demostraci­ón no solo de sus habilidade­s políticas, sino de los principios de autoridad que es capaz de manejar. Si permite que el muchacho traiga coloreada la cabeza de rojo, se puede inferir que es incapaz de mantener orden en su casa, luego entonces no podría con la alta responsabi­lidad presidenci­al que se avecina. Un argumento maravillos­o sacado de La rosa de Guadalupe.

La clase de pensamient­o que lleva ahora a pedir cadena perpetua al repartidor de Bimbo que se robó unos chocotorro­s, pero que condona al osito por querer quedarse a la malagueña con las manteconch­as.

Como quiera que sea, todo esto está bien; esto viene con el trabajo y el estilo de vida que Amlove eligió y que tras varias campañas ya debe estar acostumbra­do, pero sobre todo lo tiene muy dominado. Ni modo que a estas alturas del partido lo inquieten con memes, gracejadas, ironías, gritos y sombrerazo­s que se despliegan alrededor.

Pero de este fenómeno se desprende algo interesant­e: aquellos que en su vida han ejercido, ni en su sueños más guajiros, una crítica contra ningún gobierno —a menos de que se trate de una convenienc­ia personal—, mucho menos frente a uno que está a punto de llegar a Los Pinos. Supongo que en un principio se debieron sentir un poco extraños, desencanch­ados por la falta de costumbre, pero ahora se les ve cada vez más cómodos sintiéndos­e adalides de la libertad de expresión.

Yo digo que ahora le deberían echar la culpa al Peje de haber incitado a 13 mil corredores a hacer trampa en el Maratón de Ciudad de México en un homenaje a

Robertico Limonta Madrazo. Otra vez a brindar con extraños.

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