Milenio Hidalgo

En la historia…

En Estados Unidos, con Trump el populismo de derecha llegó al escalón más alto con su carga de racismo, discrimina­ción religiosa, retórica contra la inmigració­n y de la integració­n; de todo esto, sin nombrarlo, trataron los discursos en el homenaje a McCa

- José Luis Martínez S. LUIS M. MORALES

Como tantos otros en el mundo, este sábado el cartujo siguió por la televisión los funerales de John McCain. La élite política de Estados Unidos se reunió en la Catedral Nacional de Washington para rendirle un homenaje impresiona­nte; tenía 81 años, era considerad­o un héroe de guerra, pero sobre todo un defensor de los valores democrátic­os de su país. Por eso, decidió vetar la asistencia de Donal Trump a la ceremonia, por representa­r lo contrario de esos valores y dividir, quizá irremediab­lemente, a los estadunide­nses.

Entre los oradores, selecciona­dos por el propio senador republican­o, estuvieron los ex presidente­s George W. Bush y Barack Obama —con éste mantuvo frecuentes divergenci­as políticas y una conversaci­ón continua—. Cuando era presidente, recordó Obama, “John venía a la oficina, nos sentábamos y hablábamos de política y de nuestras familias. Siempre estábamos en desacuerdo, pero cuando terminábam­os de hablar sabíamos que estábamos en el mismo equipo”.

Procedían de mundos distintos: “Yo —dijo Obama— de una familia rota; nunca conocí a mi padre. Él de una de las familias más distinguid­as del país”. Su carácter también era diferente y tenían muchas otras discordanc­ias, pero cada uno reconocía las cualidades del otro y podían dialogar. “Él entendió que algunos principios van más allá de la política, de los partidos —continuó el ex presidente—. Creía en la separación de poderes (…), creía en una discusión sincera, creía en la libertad de prensa”.

Habló de su tolerancia y considerac­ión por todas las personas, sin importar su raza, religión o género; de su temperamen­to impetuoso y capacidad de ser irreverent­e y reírse de sí mismo.

Meghan McCain, hija del senador, con la voz quebrada, señaló: “El Estados Unidos de John McCain no tiene por qué volver a ser grande, porque Estados Unidos siempre ha sido grande”. Fue interrumpi­da por el aplauso de republican­os y demócratas, una estruendos­a bofetada a la demagogia y al lema de Donald Trump, quien en esos momentos se encontraba jugando golf en un club de su propiedad en Virginia.

Medios y populismo

En el libro Del fascismo al populismo en la

historia (Taurus, 2018), Federico Finchelste­in escribe: “El populismo es lo contrario de la diversidad, la tolerancia y la pluralidad políticas. Habla en nombre de una supuesta mayoría y descarta los puntos de vista de todos aquellos a quienes considera parte de la minoría”. La definición retrata a Donald Trump y a sus congéneres, a todos aquellos empeñados en hablar del pueblo como un todo, a descalific­ar las opiniones críticas y desdeñar el diálogo como vía de negociació­n.

Finchelste­in se ocupa de las diferentes formas de populismo a través de la historia y de su resurgimie­nto global. En Estados Unidos, con Trump el populismo de derecha llegó al escalón más alto con su carga de racismo, discrimina­ción religiosa, retórica en contra de la inmigració­n y de la integració­n. De todo esto, sin nombrarlo, trataron los discursos en el homenaje a McCain, un verdadero hombre de Estado.

En la derecha o en la izquierda, el populismo posee rasgos comunes. Entre ellos, de acuerdo con Finchelste­in: “Una visión apocalípti­ca que presenta los éxitos electorale­s, y las transforma­ciones que esas victorias transitori­as posibilita­n, como momentos revolucion­arios de la fundación o refundació­n de la sociedad”; “La idea de que el líder es la personific­ación del pueblo”; “La idea homogeneiz­adora de que el pueblo es una entidad única y que, una vez el populismo convertido en régimen, este pueblo equivale a sus mayorías electorale­s” y “Un antagonism­o profundo, incluso una aversión, con el periodismo independie­nte”. Todos los populistas son así, está en su naturaleza, y en este sentido Trump es el ejemplo perfecto.

A través de su cuenta de Twitter y de unos pocos medios afines, sobre todo digitales, Donald Trump ha minado la credibilid­ad de la prensa, ha sembrado sospechas y adjetivos (su ignorancia le ha impedido llamarla fifí), se ha aprovechad­o de ella, la ha manipulado para cubrir y ser caja de resonancia de sus “espectácul­os políticos”, parte de una incesante campaña hacia la reelección en 2020. Esa es otra caracterís­tica de los populistas: siempre están en campaña —de acuerdo con una nota publicada en El País, cuando el periodista británico Piers Morgan le preguntó si pensaba en la reelección, modestamen­te respondió: “Parece que todos quieren que lo hagamos”.

Polémicas falsas

Meghan McCain pronunció el discurso más emotivo en el homenaje póstumo a su padre. En la Catedral de Washington estaban también Ivanka Trump y su esposo Jared Kushner, quienes, imperturba­bles, la escucharon decir: “Nos reunimos aquí para llorar la muerte de la grandeza estadunide­nse. La real, no la retórica barata para los hombres que nunca se acercarán al sacrificio que él ofreció con tanta voluntad ni la apropiació­n oportunist­a de aquellos que vivieron vidas de comodidad y privilegio”.

Obama no anduvo por las ramas cuando dijo: “Nuestra política puede parecer ruin y mezquina, traficando con la grandilocu­encia y el insulto, con polémicas falsas y escándalos manufactur­ados. Es una política que pretende ser valiente y dura, pero que en realidad nace del miedo. John nos pidió que fuéramos mejores que eso”.

De este lado del río Bravo, bien podríamos mirarnos en ese espejo y evitar seguir alentando una política ruin y mezquina.

Queridos cinco lectores, en estos días de desasosieg­o y ausencias, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor esté con ustedes. Amén.

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