Milenio Hidalgo

Las explicacio­nes de Enrique Peña Nieto

- CARLOS PUIG Twitter: @puigcarlos

Era el domingo 13 de mayo de 2012. Habían pasado apenas 48 horas de que Enrique Peña Nieto había salido de la Universida­d Iberoameri­cana entre gritos de “¡Asesino!” “¡Atenco no se olvida!” y decenas que entonaban “La Ibero no te quiere”, “La

Ibero no te quiere”. En su casa de campaña, Enrique Peña Nieto parecía feliz. Acababa de grabar un anuncio de campaña en el que se incorporó las escenas de la protesta en su contra y en el que prometía gobernar para los que tenían puesta la esperanza en él y para aquellos —como los estudiante­s de la Ibero— que no lo querían.

Yo estaba ahí para una entrevista que completaba el perfil que publiqué en la revista Letras Libres unas semanas después. Aquel viernes en la Ibero había sido su peor día desde aquel 3 de diciembre en la FIL cuando confundió autores, olvidó títulos y terminó con un enredo que le costó cientos de artículos, caricatura­s, adjetivos y chistes llenos de calificati­vos insultante­s.

Imagino que hay un momento —le pregunté— que todo esto debe de doler, que seguro ofende.

—No mayormente. Lo ignoro. Trato de ignorarlo. Sé quién soy, sé lo que soy, creo estar consciente de mis fortalezas, a lo mejor hasta de las debilidade­s. De lo que he logrado, de lo que pienso lograr. No, no duele.

Me dijo que reconocía una generación, “la tuya” —señalándom­e con el dedo índice—, “que tiene malos recuerdos del PRI, que padeció actitudes. No pueden creerme que lo que estamos haciendo y proponiend­o sea otra cosa. Lo entiendo”. Pero no veía la utilidad en desgastars­e convencién­donos. “Ya hablaremos cuando cumpla un año mi gobierno”, prometió sonriente, seguro.

En las últimas semanas hemos visto y leído entrevista­s y anuncios del Presidente hablando de los momentos más complicado­s de su sexenio, intentando explicar, tal vez explicándo­se qué pasó, que su partido y su popularida­d están donde están. Me han sorprendid­o algunas cosas: que creyó que la diferencia entre Toluca y Los Pinos era de dimensión, que el único problema de la casa

blanca fue usar a su esposa... Nunca volví a entrevista­r al presidente Peña, ni un año después ni nunca en el sexenio.

Le hubiera hecho la misma pregunta y me intriga cuál sería ahora la respuesta. Porque tal vez buena parte de lo que pasó estos años estaba de alguna manera contenida en la conversaci­ón de aquel domingo, cuando estaba feliz después de lo sucedido en la Ibero.

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