Milenio Hidalgo

EL ALTAR IMPROVISAD­O SOBRE UN PANTEÓN

El sismo del 7 de septiembre de 2017 dañó el templo de Santo Domingo y su reconstruc­ción sigue; los feligreses aún van a misa aunque sea a campo abierto

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Los fieles lamentan que las autoridade­s no expliquen cómo van las labores para reparación

Es domingo y oleadas de calor se cuelan bajo las enormes carpas blancas y azules colocadas sobre el terreno terregoso frente al templo de Santo Domingo de Guzmán, en Chiapa de Corzo.

En unos cuantos días se cumplirá el primer aniversari­o del sismo —7 de septiembre de 2017— que devastó a dicha entidad y a Oaxaca y que dejó 80 templos e inmuebles históricos con algún tipo de daño, solamente en Chiapas. La reconstruc­ción avanza lenta, solo 10 han sido completame­nte reparados.

Por ello, las misas que se realizan durante la semana se efectúan en la casa parroquial, pero los domingos, cuando asisten más feligreses, el terreno aledaño al templo aloja un pequeño altar, con un retablo de lonas y madera.

Hay un detalle que parece no importarle­s, porque el terreno en el que están parados fue utilizado por muchos años como el panteón de la comunidad y bajo sus pies aún descansan los restos de sus antepasado­s.

Para que nadie olvide el uso que se le daba hace años a ese lugar, una cruz de madera torneada soporta el sol y le da la bienvenida a los asistentes.

Con parsimonia, van ocupando poco a poco las sillas de madera dispuestas en filas apretujada­s bajo las lonas.

Algunos prefieren llevarlas bajo la sombra de un árbol cercano o utilizar los arriates como pequeñas bancas, mientas el coro de la iglesia coloca sus instrument­os y atriles junto a las enormes raíces de una ceiba.

Otro grupo, con lo que tiene a su alcance, ya sea una hoja de papel o incluso con la mano, procura ventilar a una docena de bebés que sudan y se sonrojan conforme pasa el tiempo, esperando el momento para que inicie el sacramento del bautismo.

Es la feligresía que no quiere dejar de visitar su templo, y como hombres y mujeres de fe que son, confían en que pronto sea reparado.

Sudoroso, Pedro de la Torre, quien ha llegado a este lugar con su esposa y dos hijos, asegura que nadie les ha dado certeza sobre la fecha en que podrán utilizar de nueva cuenta su templo.

“No sabemos muy bien cómo van los avances dentro de la iglesia, no se ha abierto al público y ni la autoridad ha dicho cómo van”, explica.

Al respecto, Iber López Hernández critica la lentitud de las obras y dice: “Es una falta de respeto del gobierno, pues no hay lugar donde hacerlo; apenas tiene poco que empezaron a reconstrui­r y por eso estamos acá afuera”.

El párroco del templo de Santo Domingo de Guzmán, Limber Gómez Coutiño, encabeza la celebració­n eucarístic­a y baja del improvisad­o templete que alberga los domingos el altar itinerante y da a los fieles la oportunida­d de besar el Altísimo Sacramento, donde se depositan las hostias.

“Muchos feligreses siempre preguntan hasta cuándo va estar listo el templo, pero es un trabajo que está muy lento; al menos estamos viendo que ya gracias a Dios le están metiendo mano”, afirma, mientras camina hasta la casa parroquial.

El retraso de la reconstruc­ción dentro del templo es evidente, apenas a mediados de julio el Instituto Nacional de Antropolog­ía e Historia (INAH) comenzó la rehabilita­ción.

Una atajo de polines que asemejan a un panal, apuntalan la cúpula principal, resquebraj­ada en 2017.o.

Los expertos han comenzado la inyección de concreto en cada grieta, formando una serie de delgadas cicatrices pétreas. El retablo principal ha sido cubierto y el altar removido.

La zona donde hace un año la argamasa de una parte de la bóveda se desprendió y destruyó varias bancas ha sido limpiada y ahora un cordón rojo con la palabra “peligro” delimita la zona.

Todas las imágenes religiosas han sido retiradas, menos una. Del lado izquierdo del altar una representa­ción del Sagrado Corazón se conserva en su nicho que, empotrado en la pared, impide que sea removido del lugar.

El templo está cerrado y no se permiten visitas. La campana monumental de 500 kilogramos, que los visitantes podían conocer al subir al campanario, no ha vuelto a sonar desde el año pasado, porquela vibración puede afectar aún más las partes dañadas deltemplo, ubicado a un costado del río Grijalva.

Desde la cúpula de la iglesia de Santo Domingo pueden observarse otras edificacio­nes que, de la misma manera, esperan a que culmine su rehabilita­ción.

Muy cerca de ahí, el templo del Calvario muestra la maraña de maderos colocados en su fachada para iniciar su lenta reconstruc­ción.

Sin embargo las autoridade­s locales de INAH tiene un panorama distinto. Estiman que la totalidad de las reparacion­es culminarán, si acaso, en 2020.

Por lo pronto en Santo Domingo, continuará­n las misas al aire libre, pues la fe sigue intacta.

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Un albañil trabaja dentro de la iglesia, la cual fue apuntalada con polines.

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