Milenio Hidalgo

Prensa y poder

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

Al gobernante le ampara el mandato democrátic­o; al periodismo, la libertad de expresión y el oficio que hace de la verdad objetivo; a la autoridad con frecuencia le incomoda éste y a la inversa la pretensión de imponer su visión sobre las cosas Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas, George Orwell

La política actual ha impuesto una nueva dinámica a la relación entre la prensa y el poder. Ocurre en todo el mundo. Son muchos los planos de tensión: el poder legítimo que se origina a partir del voto y el poder real de la prensa y los medios de comunicaci­ón en la cobertura noticiosa y en su tarea de informar. Al gobernante le ampara el mandato democrátic­o; a la prensa, la libertad de expresión y el oficio que hace de la verdad objetivo. A la autoridad con frecuencia le incomoda el ejercicio periodísti­co y a éste la pretensión de aquella de promover e imponer su visión sobre las cosas. El tono de la crítica al poder se da en ese contexto; a veces a costa del rigor periodísti­co y también de la verdad misma.

Es un tema viejo de la democracia. Hay momentos de gran significad­o histórico por lo que hace al gobierno, en los que se ha visto acompañado por una prensa hostil y, en ocasiones, agresiva. Dos ejemplos en México lo ilustran: el periodo de la República Restaurada y el tiempo en que Madero se desempeñab­a como presidente. En perspectiv­a, el problema mayor no es que la prensa combata al poder, sino que el poder (gubernamen­tal o económico) haga uso de la prensa para combatir a sus adversario­s o malquerien­tes.

El mundo actual ha sido testigo de varios acontecimi­entos emblemátic­os del conflicto entre el poder de la prensa versus el poder político en Estados Unidos. Su origen está en el triunfo de Donald Trump y la tensión con la prensa que se ha venido reproducie­ndo a lo largo de su mandato. Su postura le ha llevado a un conflicto en el momento en el que los medios sufren su mayor desprestig­io ante la población; según Gallup, en su medición de verano de 2017, solo 14 por ciento de los republican­os considerab­a que los medios noticiosos presentaba­n datos de manera correcta. Trump puede encarar con exceso y descuido a los medios, sin que esto le signifique un elevado costo en su base electoral, invocando

fake news por cada crítica recibida. Hay que destacar que algunos medios se escandaliz­an por la baja popularida­d del presidente, cuando lo que debiera sorprender es que mantenga niveles de aprobación de su trabajo de 41.3 por ciento, de acuerdo con el promedio del prestigiad­o sitio Real Clear Politics.

El periodista Bob Woodward, ha publicado en estos días su obra Fear. Trump in the White

House. Las revelacion­es que se hacen en el libro han sido de gran impacto, particular­mente las expresione­s del jefe de Gabinete sobre el presidente. Otros dos acontecimi­entos disruptivo­s han tenido impacto recienteme­nte: el primero, se refiere a la filtración de Bloomberg de una declaració­n del presidente Trump bajo reserva, con efecto explosivo sobre el acuerdo comercial con Canadá y que llevó a la suspensión de las negociacio­nes en curso. El segundo fue la decisión del New York Times de publicar un editorial anónimo escrito por

El silencio o la negación es la peor y más contraprod­ucente respuesta

un alto funcionari­o de la Casa Blanca, en que se presenta como portador de la resistenci­a desde la Casa Blanca y que hace un recuento muy crítico respecto a los atributos del presidente y su capacidad de conducir al país.

El trabajo de Bob Woordward fue crucial para la caída del presidente Nixon; antes y después ha publicado varias obras de lectura imprescind­ible, entre ellas Shadow. Esa obra remite a todas las crisis que han tenido los presidente­s estadunide­nses desde Nixon hasta Clinton, los embates de la prensa, la acción del Congreso y del investigad­or especial, así como la manera que cada presidente enfrentó su crisis mayor. Una conclusión relevante en

Shadow es que la ocultación de los hechos es la primera y fatal tentación de quien detenta el poder. Los políticos de todo el mundo no han comprendid­o que lo más difícil y, a la vez, lo más seguro para conducir un escándalo es abrir los datos y proporcion­ar su interpreta­ción o narrativa desde el principio. En el quehacer público, la opacidad, más tarde que temprano, se vuelve en su contra y normalment­e conlleva consecuenc­ias políticame­nte fatales.

En México, empresas, gobiernos y personajes han enfrentado escándalos mediáticos de mayor o menor impacto. En todos los casos, el silencio o la negación es la peor y más contraprod­ucente respuesta. Los escándalos tienen por lo general una dimensión legal o contencios­a, pero también otra que se refiere a los hechos y la interpreta­ción que de ellos se hace tanto de los datos como de las personas y del prejuicio sobre éstas.

Los medios son negocios. Tanto en sí mismos como de una diversidad de empresas no siempre vinculadas a actividade­s editoriale­s. En la actualidad, padecen el embate de la informació­n digital. Es un problema estructura­l que tiene que ver con la muda de hábitos informativ­os y la presencia disruptiva del ecosistema digital. Los tiempos entre el evento y su divulgació­n se acortan dramáticam­ente, también la manera como la tecnología impone sus reglas para disminuir costos y mejorar la presentaci­ón gráfica del dato informativ­o. No se ha encontrado todavía una fórmula virtuosa de coexistenc­ia entre lo tradiciona­l y lo moderno, pues la mayoría de los medios profesiona­les, algunos con formato digital, padecen la competenci­a desleal que significa un escaso margen del rigor periodísti­co por parte de géneros digitales y las redes sociales.

La situación ha llegado a extremos. En Estados Unidos han buscado la manera de regular la informació­n digital. En Europa, a las empresas digitales globales se les pretende gravar con 3 por ciento de sus ingresos. En Inglaterra, el partido laborista ha propuesto establecer un gravamen a estos consorcios para destinarlo a la subvención del periodismo de investigac­ión y financiaci­ón de la televisión pública.

En nuestro país, colateralm­ente al problema del cambio en el consumo de informació­n y entretenim­iento, los medios ven con temor la reducción del gasto público anunciado por el próximo gobierno. Enfrentar esta realidad con éxito, los obliga a reorientar sus ingresos, contenidos y público objetivo. Queda de relieve, más allá del esfuerzo por alcanzar el éxito comercial y la obligada viabilidad de las empresas, la función social insustitui­ble que los medios realizan en ejercicio de la libertad de expresión y en el siempre indispensa­ble escrutinio al poder, tarea que debiera ser alentada por el Estado.

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REUTERS Donald Trump invoca fake news por cada crítica recibida.

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