Milenio Hidalgo

Morir en la UNAM

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Estoy en Corea y se me cae la cara de vergüenza porque acá se está comentando lo de Ciudad Universita­ria, y le juro que no sé qué decirle a la gente. A los coreanos no les interesa si hay partidos políticos detrás de los porros. No pueden creer que hayan asesinado a una estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidade­s.

No les cabe en la cabeza que los culpables no estén tras las rejas.

¿Cómo es posible que en estos tiempos de alta tecnología no se pueda capturar al responsabl­e de un asesinato?

¿Dónde están las grabacione­s de las cámaras de seguridad? ¿Dónde está el seguimient­o de los celulares? ¿Qué cosa es esa de “una enérgica protesta”?

¡Es una vida humana! ¡Es una mujer! ¡Es una estudiante! Se tiene que resolver, porque se tiene que resolver y esto no puede tardar más porque a estas alturas de la evolución humana es ridículo.

Me queda claro que en la lectura mexicana hay un asunto muy extraño de resurrecci­ón de cosas terribles que sucedieron en 1968 y 1971, pero no perdamos el tiempo con eso.

Éste es otro momento histórico. Ésta es otra realidad. Y los recursos con los que contamos ahora para resolver este tipo de incidentes son prodigioso­s.

¿Por qué no se aplican? ¿Por qué insistimos en manejar todo con una burocracia impropia del siglo XXI?

A mí me está sirviendo mucho estar acá porque me ayuda a entender nuestra ausencia de sensibilid­ad para manejar la vida y la muerte.

Los coreanos que me preguntan sobre lo que está sucediendo en la UNAM están aterroriza­dos porque una estudiante fue asesinada, porque su cuerpo fue encontrado desnudo y calcinado.

¿Y nosotros? ¿En qué momento perdimos nuestra ca- pacidad de asombro? ¿En qué momento nos dejaron de asustar estos incidentes?

Ellos estarían de luto como nación. Nosotros ya nos fuimos por otro lado.

Lo menos importante de esta historia es que México, que una familia mexicana, perdió a una mujer, a una hija, a una joven que se preparaba para construirs­e un futuro mejor.

Y no lo hacía en cualquier lado, lo hacía en nuestra máxima casa de estudios.

Póngase en los zapatos de las personas de otros países. Para ellos, si así está nuestra universida­d número uno, ¡cómo estarán las otras!

Sí, por supuesto que he visto las manifestac­iones de solidarida­d, el gran apoyo de las multitudes, de muchísimas institucio­nes y por acá todos nos hemos enterado de lo que ha sucedido después incluso a nivel cobertura mediática.

El tema es que no es lo mismo México 68 que México 2018. Usted lo ha visto con las redes sociales.

¿A poco crees que Teófilo Licona, coordinado­r de Auxilio UNAM, hubiera sido suspendido de sus funciones si no lo hubieran grabado con las manos en la masa?

Aquí hay mucho que hacer. Aquí hay mucho qué corregir. Pero la solución tiene que ser pacífica, respetuosa de la autonomía universita­ria.

Y, sobre todo, tiene que comenzar por el esclarecim­iento del asesinato de la estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidade­s.

Tiene que comenzar por algo parecido a la certeza, a la seguridad para miles de jóvenes que como lo hacía ella, se parten el alma estudiando de sol a sol por la construcci­ón de un futuro mejor, por la construcci­ón de un México mejor.

Esto es más delicado de lo que parece. ¿O usted qué opina?

Los recursos con los que contamos ahora para resolver este tipo de incidentes son prodigioso­s, ¿por qué no se aplican?

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