Tomás Cano
Las palabras se abren un espacio en los diccionarios por su raíz, fuente, evolución, uso y también, entre muchos otros, por motivos políticos.
Los idiomas son entes vivos que se transforman con el tiempo y los nuevos registros reflejan un momento histórico o simples pasajes de la vida cotidiana. No siempre son afortunadas las incorporaciones a las lenguas, como tampoco lo fueren la condición o motivo de su ingreso.
En esta época y para fortuna de la propia humanidad, nos toca vivir una cruzada global por alcanzar la equidad de género en todas las esferas de la vida y una indignación perturbadora contra la violencia hacia las mujeres. En este escenario de la historia y como un arma poderosa para combatirlo, se gana un lugar en el español la palabra feminicidio, el asesinato de una
mujer por razón de su sexo. No es un simple neologismo; es un grito de batalla.
Con el rigor de los especialistas del idioma, la palabra feminicidio no tiene sustento etimológico; lo más cercano y que se usa como sinónimo en Chile y Guatemala es el término femicidio e incluso existe en español uxoricidio y que significa la muerte de una mujer a manos de su esposo.
El soporte más sólido está en el idioma ingles que posee en su haber la palabra
femicide como algo muy cercano a lo que se desea declarar en español. Pero
feminicidio aparece desde 1976 en las montañas de estudios, ensayos, denuncias, conferencias y miles de expresiones populares que por el infortunio ocurren en muchas partes del mundo.
Cuando el futuro historiador haga el recuento de este tema en nuestra época y para vergüenza nuestra, encontrará en México abundantes evidencias; Ciudad Juárez y Ciudad Nezahualcóyotl serán citas obligadas.
Estoy seguro que un día, no lejano si educamos con el corazón a la siguiente generación, ganaremos hombres y mujeres, la guerra en contra de la desigualdad y violencia hacia ellas. Antes, frente a la emergencia, contar con el poder las palabras es tener aliados poderosos.
El uso remoto de la palabra feminicidio tenía como objetivo reconocer su existencia y hacer visible el fenómeno, primer paso que se ha logrado. Posteriormente fue recargar la palabra con una franca y abierta denuncia en contra de las autoridades que muy poco han logrado hasta ahora. En muchos estudios se agrega como un elemento mayor en la descripción del feminicidio los cargos de abandono del Estado en su obligación por evitar que ocurran los asesinatos y posteriormente, cuando estos han ocurrido, grave negligencia en las investigaciones y puerta a la impunidad.
La lucha no termina ahí. Colombia fue el primer país latinoamericano en incorporar
Feminicidio en sus leyes en donde describe el delito “por su condición de mujer o por motivo de identidad de género”. Al consultar con amigos abogados me confirman que Colombia, desde hace décadas ha demostrado vanguardia en la concepción de las leyes y particularmente en temas de violencia porque la sociedad ha sufrido en carne propia el dolor del crimen. Por otra parte, Colombia, tiene la fama de hablar el mejor español del mundo.
En México varios estados de la República han legislado para incorporar la figura feminicidio con mayor o menor persistencia. El Código Penal para el estado de Hidalgo lo aborda de frente con un capítulo especial incorporado en la LX Legislatura. En el artículo 139 bis se dice que “comete
feminicidio quien por razones de género prive de la vida a una mujer” y le impone penas entre 25 y 50 años de prisión. Pero es muy abundante y preciso al describir en 7 fracciones del mismo artículo las circunstancias de un feminicidio.
Existen fuertes corrientes para que en México exista un Código Penal único que pretende cerrar el paso a los delincuentes por múltiples rendijas de las leyes estatales por lo que es deseable que no se pierdan los avances en donde ocurran.
Otra batalla ganada en esta guerra se encuentra en el campo de la Real Academia de la Lengua Española que incorporó con varios tijeretazos la palabra
feminicidio con una descripción como se anotó el tercer párrafo de este artículo. Los académicos no consideran propio abundar en la carga de denuncia en la que insisten las activistas por la equidad de género. Lo importante son los avances que, en este tema urgente debieran será más rápidos y contundentes, pero si no existiera la palabra con su fuerza y su amplia y profunda difusión no estaría la sociedad con este grado de conciencia.