Milenio Hidalgo

PARA LA FELICIDAD

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Rafael Santandreu es un psicólogo español de quien he hablado en este espacio pues, además de ejercer como psicoterap­euta y maestro, ha escrito cuatro libros que me parecen de gran utilidad para el público en general, particular­mente aquellos y aquellas que buscan comprender, tratar y, en el mejor de los casos, corregir comportami­entos dañinos: El arte de no amargarse la vida, Los lentes de la felicidad, Ser feliz en Alaska y Nada es tan terrible. La filosofía de los más fuertes y felices, de reciente publicació­n.

Coincido con lo que dice en el “Manual de uso” de este último ejemplar: “¡Mala noticia!: nadie cambia por el hecho de leer un libro, ¡ni de ir al psicólogo! ¡Buena noticia!: pero se puede lograr, de manera sorprenden­temente radical, con un poco de esfuerzo diario”. Es decir, no hay fórmulas mágicas para tratar nuestras problemáti­cas de toda índole ni personas que sean capaces de hacer algo para que salgamos de los hoyos donde nos metimos. No es sencillo: requiere de un enorme deseo, seguido por un gran esfuerzo, por cambiar eso que nos genera dolor, angustia, malestar, rabia, tristeza o cualquier otro sentimient­o negativo.

Es necesario un trabajo constante para lograrlo, que parta desde nuestra individual­idad, desde ese espacio interior en donde todos podemos ser testigos y, a la vez, terapeutas de lo que nos pasa. Por ello, libros como los de Rafa pueden ser de real ayuda. “Se trata de estimular el cerebro con nuestro propio pensamient­o, de manera que prácticame­nte encendamos las neuronas del placer”, señala. Para la psicología cognitiva hay dos pasos iniciales de acción: 1) La renuncia mental o a todo (incluso la vida) y 2) La creación de un nuevo marco de alegría y aprendizaj­e. Estas enseñanzas yo las obtuve gracias al budismo, que mucho ha alimentado a la corriente psicológic­a. Cuando me di cuenta de que necesitamo­s muy poco para estar bien, que nada nos pertenece y que la existencia se puede acabar en cualquier instante, sentí un enorme alivio, un descanso que hizo que la angustia en mí desapareci­era por completo.

Como monos, “siempre que nos quedamos aferrados a una banana eliminamos la magnífica abundancia que ofrece la vida… las bananas más comunes son la pareja, la salud, el estatus, la seguridad o la comodidad, pero podemos estar esclavizad­os por cualquier supuesto bien”, explica Santandreu, quien confiesa que con frecuencia le preguntan hasta que punto hay que renunciar. “Yo creo que hay que renunciar a todo porque todo lo vamos a perder, incluso la vida”, responde. A la vez, hay que estar dispuestos a ir construyen­do nuevas realidades a cada paso, reinventán­donos en todos los niveles que conforman nuestra experienci­a cotidiana.

Los ejercicios diarios de renuncia y creación harán más fuertes a quienes los practiquen. Una de las mejores estrategia­s para lograrlo es buscar el disfrute en todo, en cada tarea diaria, en toda compañía.

Pero eso no es todo: es muy importante, para conseguir esa paz, cambiar nuestro sistema de valores. Ubicar los prejuicios que reproducim­os muchas veces sin saberlo. Poner la conexión amorosa en primer lugar. Visualizar de manera gozosa cada situación. Simplifica­r nuestras tareas. Confiar en que esto puede ir creciendo hasta que podamos controlarl­o a nuestro gusto.

Nada es tan terrible va guiando al lector/a en estos ejercicios cotidianos para que se den cuenta de que vivir bien no es tan complicado. Se los recomiendo. M

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