Milenio Hidalgo

LLEGÓ HACE MÁS DE UN MES DE LA SIERRA

Salvaron la vida a su hijo en Hospital del DIF y ahí ha esperado su alta

-

María Juana ha esperado a que den de alta a su hijo Iván, “su pequeño de tres años”, y lo ha hecho durante treinta días y treinta noches… “ha sido mi mayor pesadilla”.

A pesar de su miedo a los hospitales, “porque me imagino que me van a hacer algo o que se me muere mijo”, logró que en el Hospital del Niño le dieran la esperanza de que Iván viva, que el pequeño de pestañas grandes y sonrisa traviesa siga jugando con su pelota en su casa, allá en la Sierra.

Juana habla por teléfono en náhuatl con su hijo mayor, quien será el que se haga cargo de cosechar el maíz que siembran en “su pueblito”, cerca del municipio de Tianguiste­ngo, porque “de eso vivimos y de las calabacita­s”, dice, mientras recuerda que ese día que Iván ya no quiso jugar y empezó a vomitar, le dio de comer salchichas con calabacita­s tiernas, “porque es su comida favorita”.

Junto a Juana, quien utiliza como pañuelo la solapa de su vestido azul celeste con encajes blancos, ha dejado entero su tamal, envuelto en hoja de plátano que alguien le regaló, “porque ni hambre tengo”.

Permanece sentada sobre una banqueta afuera del Hospital. Sus piernas están estiradas y los pies “los tengo bien hinchados”, pero ninguna incomodida­d logra que se mueva de ahí, buscando un lugar que la cubra del Sol o de la lluvia y se entretenga viendo pasar los autos de la carretera que los trajo al nosocomio.

“Empezó con calentura y calentura, después le vino el vómito. Primero le di un paracetamo­l que tenía, pero no se le quitó. Ya que vi que le seguía la temperatur­a bajamos de la Sierra a Tianguiste­ngo y en la clínica sólo me dieron el trapo mojado para que se enfriara, pero no se le quitó”. “Después nos fuimos a la clínica de Zacualtipá­n y de ahí al Seguro Social y me dijeron que no tenía ninguna enfermedad”, recuerda, mientras enjuga sus lágrimas con la mano. “¿Yo que hacía si me lo regresaban?, me dijeron que no tenía nada, pero yo lo veía mal… el vómito no paraba. Yo soy tonta porque me regresé a mi casa para darle el suero y hasta lo inyectaron. Ya el sábado, de Zacualtipá­n nos vinimos en combi acá al hospital… ocho horas, pero mi mayor miedo es que se me muriera en el camino, pero le dije a mi esposo… ‘pos’ vámonos”.

Juana aprovecha una ráfaga de viento para acomodarse la trenza, estira sus piernas e intenta quitarse las chancletas de plástico negro que ya quemaron su empeine por el roce del pie, y sigue su historia. “Ese día agarré a mi niño, eran las cinco de la mañana y llegamos acá a la una de la tarde. Mi hijo estaba grave, estaba bien tieso, así…”, dice, mientras estira sus brazos y los pega junto a su cuerpo, imitando la posición. “Me dijeron que lo trajera aquí y ya preguntamo­s, pero ya estaba bien grave y lo llevaron a terapia intensiva. Fue el domingo de hace un mes…”.

Toma un poco de jugo de naranja que le han regalado, suspira y continúa el viacrucis en su cabeza y prosigue “llegando aquí nos dijeron que tanta calentura le subió a su cabeza y que tenía algo que se llama meningitis tuberculos­a, pero ya ahora lo pasaron a piso y nos dijeron que se va a componer, y sus pies ya se sienten blanditos”, expresa Juana, quien acomoda el chal que tiene sobre sus piernas.

Juana despierta de su mal sueño cuando tres jóvenes se le acercan para ofrecerle un box lunch, “¿Quiere uno?”, a lo que Juana asienta y pide otro más para su esposo que está dentro del hospital cuidando a Iván. “Nos hicieron un estudio socioeconó­mico porque no tenemos dinero. Estoy en el albergue en donde por 32 pesos tengo derecho a dormir, a bañarme y a que me laven mi otro vestido que me traje. Me ha dado dinero la gente que se va con sus hijos sanitos y no sabe lo que le agradezco a Dios eso”. “Tenemos que guardar dinero porque me cobran 80 de Tianguiste­ngo para mi casa y acá pagamos 70 de combi por cada uno y luego el taxi para no cargar al niño hasta allá, pues no nos va alcanzar...”.

Ella espera que sean las 6 de la tarde para ir a dormir un poco al albergue “porque me toca cuidar a mi niño por las noches y en la silla que nos ponen no descanso”, pero desde aquel domingo que llegó al hospital tiene un pendiente más: “tengo que preparar el pastelito y el mole para el cumpleaños de mi Iván. ¿Sabe? Va a cumplir 4 años el 20 de noviembre, día de la Revolución, porque él es como un guerrero revolucion­ario y sé que saldrá de aquí”.

Su mirada se pierde en el pasar de los autos que la llevaron ahí, donde espera a su pequeño Iván, desde hace un mes. La meningitis tuberculos­a es una de las infeccione­s más severas que atentan contra la vida del paciente pediátrico, con importante­s secuelas neurológic­as y una morbimorta­lidad significat­iva

En México, se ha considerad­o que algunos grupos de la población infantil, tales como lactantes y preescolar­es, tienen el mayor riesgo para adquirir la infección tuberculos­a.

 ??  ??
 ?? ELIZABETH HERNÁNDEZ ?? Luego de días en terapia intensiva, hoy se encuentra estable en piso.
ELIZABETH HERNÁNDEZ Luego de días en terapia intensiva, hoy se encuentra estable en piso.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico