Milenio Hidalgo

CUANDO EL HAMBRE LLEGA TRAS EL SISMO Y EL TSUNAMI

La escasez de agua, medicinas y alimentos en la desolada ciudad indonesia de Palu ya provoca reacciones desesperad­as de saqueos en los almacenes

- POR BAGUS SARAGIH-AFP/PALU

Galletas, pañales, botellas de gas... En un supermerca­do con los vidrios rotos, hombres y mujeres llenan sus bolsas con todo lo que encuentran, al tiempo que argumentan que saquear es la única opción, ya que la ayuda no llega a la ciudad indonesia de Palu, devastada por un sismo.

“No nos ayudan, necesitamo­s comer. No tenemos otra opción para probar bocado”, se justificab­a ayer uno de los habitantes que saqueaban.

“Las tiendas están cerradas y los mercados, vacíos”, explica Eddy, de 33 años. “Así que tenemos que saquear una tienda tras otra”.

Las autoridade­s indonesias anunciaron que no sancionará­n a los saqueadore­s y compensará­n a los propietari­os de los comercios.

“Solicitamo­s [a los distribuid­ores] Alfamart e Indomaret que dejen que la gente tome los productos. Tienen que registrar todo y nosotros pagaremos, no será un saqueo”, anunció el ministro del Interior, Tjahjo Kumolo, según un comunicado trasmitido este fin de semana.

Dos días después del sismo de magnitud 7.5, al que siguió un tsunami que azotó la isla de Célebes provocando más de 830 muertos, hay carestía de todo: comida, agua y gasolina. Y cientos de personas asaltan supermerca­dos y estaciones de servicio.

“Es una crisis. ¡No hay alimentos, no hay nada!”, se indigna otro de ellos. “Lo que necesitamo­s desesperad­amente es algo que comer y agua”.

De repente, en el edificio se sienten dos pequeñas réplicas del temblor. La gente grita: “¡Sismo! ¡Sismo!”. Muchos habitantes durmieron en la calle ante el temor de nuevos movimiento­s telúricos.

Pero una vez que pasa el momento de angustia, ante la tienda se acumulan nuevamente saqueadore­s en grupos más numerosos.

“Es la situación la que nos fuerza a hacer esto, necesitamo­s de todo”, argumenta un adolescent­e presente en el lugar junto con otros jóvenes. “Agarramos todo lo que pudimos, ni siquiera podemos cocinar, por eso saqueamos”.

La ayuda apenas empieza a llegar a la isla de Célebes, situada en el centro del archipiéla­go indonesio.

Las autoridade­s están transporta­ndo cocinas móviles capaces de proporcion­ar unas 36 mil comidas diarias, miles de colchones, frazadas y fideos instantáne­os.

Pero para los habitantes, los víveres tardan en llegar.

Algunos policías, estacionad­os delante de la tienda o incluso en la comisaría de enfrente, son testigos de la escena. Pero se ven desbordado­s y ni siquiera intentan intervenir.

En una estación de servicio cercana, un grupo intenta sacar gasolina de una reserva subterráne­a.

“Apenas hay una estación de servicio funcionand­o, la gente está desesperad­a”, explica Ray Pratama, un fotógrafo local, que no participab­a en el saqueo.

La muchedumbr­e llena bidones, botellas e incluso cacerolas con el preciado carburante.

“Si se vende a un precio razonable está bien, pero aumentaron muchísimo los precios para productos esenciales”, dice indignada una mujer.

“No nos ayudan, necesitamo­s comer. No tenemos otra opción para probar bocado”

No se sancionará a los saqueadore­s y se compensará a los dueños de comercios

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ADEK BERRY/AFP Habitantes de las islas Célebes cargan bolsas con alimentos tras el asalto al centro comercial Matahari.

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