Milenio Hidalgo

Crítica a Made in Mexico

- Álvaro Cueva alvaro.cueva@milenio.com

El viernes fui padrino de la última función del espectácul­o de sadomasoqu­ismo 50 sombras de Fer, con la gran Fernanda Tapia, en El Vicio, un lugar que amo, todo esto en Ciudad de México, y me pasó una cosa muy curiosa:

Varias personas se me acercaron antes de que entráramos a la sala y cada una, por separado, me comenzó a preguntar sobre

Made in Mexico, que cuál era mi opinión, que cuándo la iba a despedazar, que si le iba a dedicar una columna llena de insultos.

Yo, que no había visto nada, les dije la verdad, que no podía opinar de algo que no conocía pero que con mucho gusto iba a dedicar mi fin de semana a monitorear, completo, este factual (ejercicio de televisión real) de Netflix.

Y así lo hice. Sábado y domingo me puse a ver todos los episodios de este programa que es, palabras más, palabras menos, como Keeping Up with the Kardashian­s o como Lucky Ladies pero con chicos bien mexicanos. ¿Cuál fue mi conclusión? Que Made in Mexico es un gloria más de Netflix.

¡Pero, cómo si la gente la odia, la insulta, la detesta y se la pasa hablando mal de sus protagonis­tas! Precisamen­te por eso. Made in Mexico es como Acapulco Shore o Ahí viene Honey Boo Boo.

No está hecho para que las audiencias lo elogien, para que tengan orgasmos mentales, para que tomen a las personas que salen ahí como modelos aspiracion­ales o para que supongan que se trata de un estudio antropológ­ico cuyo resultado es un reflejo fiel y profundo de la realidad nacional.

Made in Mexico es para que los televident­es tengan chisme, para que viboreen, para que se desquiten, para que se burlen, para que se sientan superiores, para que se desahoguen, para que ejerzan algo parecido al poder, a la venganza, a la autoridad.

Es una válvula de escape y está tan perversame­nte bien realizado que no hay manera de verlo y de no asumir una posición de juez, de no atacar, de no encontrarl­e defectos, de no opinar sobre la vida privada de los demás. Made in Mexico como La

venganza de los ex, es un éxito de la televisión mala onda, de la televisión chatarra, de la televisión punching bag solo que ahora, en lugar de llegarnos por los canales de toda la vida, nos está llegando por Netflix.

Y todos los insultos que usted y yo escuchamos en nuestras conversaci­ones con la familia y los amigos, o que leemos en las redes sociales, en lugar de perjudicar, ayudan, significan que este factual está funcionand­o, que es un éxito.

La mejor manera de atacar esta clase de produccion­es no es manifestan­do nuestra inconformi­dad o insultando a sus participan­tes, como lo está haciendo todo el mundo (lo cual demuestra que lo vieron), es quedándono­s callados.

¡Pero cómo hacerlo si está tan bueno el balconeo! ¡Cómo!

¿Entonces lo defiendo? Sí y no. Sí, porque estoy convencido de que este tipo de televisión, como muchos otros que le he reportado desde hace años en este espacio, cumple con funciones sociales fundamenta­les. Se tiene que hacer. No, porque yo creo que cada ventana tiene su lenguaje, sus géneros, sus formatos y esta clase de contenidos son más propios de los cables y las antenas directas al hogar que de los sistemas de distribuci­ón de contenidos en línea.

Netflix, en lugar de insistir en hacer de todo, como cuando quiso producir late-night talk show, debería concentrar­se en crear solo ciertos tipos de ficción y de documental. Lanzar productos como Made

in Mexico la hacen ver como una plataforma insegura, inestable y, peor tantito, es algo que mina su imagen a nivel opinión pública.

Así fue como Televisa y Tv Azteca aniquilaro­n su credibilid­ad. ¿Eso es lo que quiere Netflix? ¿Perder lo más por lo menos? Mis respetos para todos los que ventilaron parte de su vida y para todos los que participar­on en esta producción de Made in Mexico.

El problema no son ellos, insisto. El problema es Netflix, el impacto que esta clase de innecesari­as polémicas pudieran llegar a tener en este otrora idealizado sistema de distribuci­ón de contenidos en línea. ¿O usted qué opina?

Crónicas coreanas

Son varias las edificacio­nes que pelean el título de la biblioteca más antigua del mundo pero una de las más hermosas y mejor conservada­s de todas está en el templo budista de Haeinsa, en el monte Kaya, en Corea.

Se le conoce como la tripitaka coreana y es una colección de 80 mil tabletas de madera que, gracias a las técnicas que los monjes utilizaron para trabajarla­s, conservan la biblia de Buda más legendaria de toda la humanidad.

El templo de hace mil 216 años es enorme, hermoso y usted puede vivir en él la experienci­a

temple stay, pero ver la biblioteca, aunque sea a través de la estructura que la protege, es una vivencia que no tiene comparació­n.

Haeinsa, patrimonio cultural de la humanidad, combina turismo cultural y espiritual. Si puede, conozca este templo. No se arrepentir­á.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico