Una dormidita no se le niega a nadie
Según yo, las críticas contra el diputado Huerta, morenista, no son del todo justas. Simplemente se le lincha vil y gachamente por ignorancia y clasismo, en vez de aplaudirle que esté defendiendo una de las más firmes tradiciones de la política mexicana, además del año de Hidalgo (bueno, en las delegaciones, hoy convertidas en flamantes alcaldías de Ciudad de México, los funcionarios salientes se llevaron, al estilo Javidú, hasta el papel de baño usado), quedarse dormido en la curul. Desde tiempos inmemoriales muchos de nuestros más abnegados diputados han merecido ser reconocidos por su habilidad para echarse un coyotito mientras en tribunas se echan unos rollos del mar Muerto. Digo, lo importante es que a la hora de levantar la mano el legislador despierte de sus dulces sueños.
La lista de personajes que han pasado a la historia por echarse una jeta son memorables (quizá el más legendario haya sido don Fidel Velázquez que en sus conferencias de prensa se la pasaba roncando, Omar que no sabe Fayad hacía unas poses muy de Victoria Ruffo y Carmelita Salinas que dormía como un lirón), sobre todo porque nos previenen sobre el llamado mal del puerco, la etapa superior de una afección conectada con otro mal, el de la hueva.
Todos, afectados por desvelos o comilonas, hemos caído en los brazos de Morfeo en la oficina, la única diferencia con el señor Huerta es que él labora o duerme en un lugar que tristemente está muy a la vista de todos. Su deber es tan importante que a pesar de ser víctima del típico linchamiento mediático como el que hoy vive, y pudiendo echarse una pestaña en la intimidad de su despacho, este héroe decidió ser valiente y mostrarle al mundo los peligros de la “Marea alcalina”.
Es muy humano quedarse dormido en el trabajo, pero es todavía más humano advertir sobre sus orígenes y peligros. Pero sobre todo es más preferible ver a los diputados “descansando los ojos” que dándose de trompadas y albureándose como ha ocurrido, penosamente, tantas veces.
Digo, a lo mejor no estaría mal ver al diputado Huerta buscándole una salida a la búsqueda de 37 mil personas desaparecidas, según Navarete Prida, o persiguiendo a los otros monstruos de
Ecatepunk, que no deben ser pocos; o interponer una iniciativa para impedir que por faltas al debido proceso el matarife de aquellas tierras pudiera poner pies en polvorosa para, dicho por él mismo, seguir matando mujeres “porque las odio”, y cosas por el estilo.
Una dormidita no se le niega a nadie.