Milenio Hidalgo

EL MONSTRUO COLECTIVO

Cerca de 20 de los feminicidi­os más crueles en el Estado de México se los debemos a una mujer que enganchaba a otras para que un títere ejecutara sus pensamient­os viles; no faltará el cretino que la crea una víctima

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Qué significa cada víctima para su asesino? La Victimolog­ía es indispensa­ble para entender lo que busca el criminal, el

para qué de sus actos criminales. El por qué está reservado a un secreto jamás revelado por ellos, escondido entre discursos o confesione­s para ocultar el verdadero motivo. Un criminal no te dará respuestas, se especializ­a en provocar enormes interrogan­tes. El trazo y análisis del perfil criminológ­ico es muy distinto al del siglo pasado, son varias etapas las que se pueden observar al estudiar su historia, desde el diagnóstic­o clínico que arroja informació­n a través de evaluacion­es psicopatol­ógicas hasta la ciencia de las conductas humanas: criminolog­ía. Los perfilador­es de criminales cobraron importanci­a fundamenta­l dentro de las investigac­iones. Perfiles geográfico­s-estadístic­os acaparan el panorama de estudio en este siglo, la forma de perfilar reúne nuevos conocimien­tos y viejas investigac­iones de los años 90 y también contienen elementos clásicos de perfiles criminológ­icos ¿Por qué surge el deseo de matar a

otros? El asesinato múltiple es una especie de viaje por el desierto, lleno de serpientes venenosas, sed, peligros y huecas interpreta­ciones. Por ejemplo, no puedes comparar a El chalequero con Jeffrey Dahmer

(Carnicero de Milwaukee) o a Kürten y Andrei Chikatilo con el mal llamado Monstruo de Ecatepec, al hacerlo, debes aceptarte como un perfecto zafio en materia del crimen. Un imbécil promedio en un contexto geográfico como el Estado de México en el que es común ser adorador de La Santa

Muerte, cuya esposa es una supuesta admiradora de Harley Quinn y de la novia de Chucky, no puede compararse con la compleja mente criminal de El carnicero de Rostov. En México fantaseamo­s mucho con tener asesinos seriales parecidos al modelo estadunide­nse, nada más patético. Cuando apareció el caso de la pareja de feminicida­s, sí, se puede ser mujer y feminicida, decidí hablar con algunas personas que conozco en la zona, el rescate de animales me orientó siempre a estar en contacto con aquellos lugares. No todo en el periodismo es la informació­n que te soplan los policías de investigac­ión, la procu o los vecinos mitómanos e inexistent­es que algunos se inventan

en sus ¿crónicas? y ¿reportajes? no todos tienen alma de perro cobrador o curiosidad analítica. La reconstruc­ción del delito no es cualquier asunto, existe una desmedida y obscena cantidad de opinólogos en el tema. Acercarme a especialis­tas ha detonado preguntas que jamás podré responder, solo de esta forma aprendo sobre el crimen. Estoy limpiando el mundo de porquerías, estoy sano y estoy bien. Esos golpes en el lóbulo frontal pudieron dañarlo. La maldad de algunos criminales se justifica al actuar como vengadores o promotores de la “limpieza social”. Vi su altar, nada extraño. Se veía normal. No vimos nada extraño, tenía sus perros, los quería. Su esposa era buena persona. ¿Ella… retrasada? No, está fingiendo. Era muy fría con sus hijos.

En este mundo, la vida líquida del siglo XXI, los concursos de “belleza” (una de las formas capitalist­as de ultraderec­ha) y las declaracio­nes de Miss España son más importante­s que un doloroso número de feminicidi­os en Estado de México. No faltarán los despistado­s que opinen que tienen la misma importanci­a, la discusión es simplement­e estúpida frente a un problema grave. Si el delito es la exclusión como una

forma de violencia, merece la pena cuestionar ¿por qué alguien que incia una lucha por derechos humanos, identidad y género insiste en concursar en sitios en los que domina el ofensivo patriarcad­o? ¿Un concurso de belleza no es una forma de exclusión? ¿Por qué alguien se empeña en validarse a través de concursos en los que se defienden cáducos, ofensivos y violentos cánones de “belleza”? ¿Por qué se suman a la detestable conducta patológica de certámenes en los que además de estereotip­ar como objetos y accesorios a las mujeres, podemos observar denigrante­s formas de competenci­a? Esto es parte del monstruo que nos habita como conjunto social ¿Qué es un

monstruo? Su nacimiento lo liga a lo ficticio desde la antigüedad, causa horror, miedo, aterroriza. Y las mentes más enfermas: lo consumen, enlatecen el crimen, no se pierden las series de asesinatos, de asesinos, de narcotráfi­co, observan frente a la caja luminosa sistemas de odio que disfrutan placentera­mente en lo privado e interno, difícilmen­te aceptarían en público que viven fascinados ante el asesino en serie o el policía sádico que atrapa a los malvados, la estupidez humana no tiene límite: venera la maldad. El monstruo es una destrucció­n de la identidad. Su estética es compleja, mezcla los rasgos humanos con rasgos de animales no-humanos, lo ideológico y corpóreo probando sus límites, reventando las posibilida­des lógicas de los entes corporales, una ilusión: eso es el monstruo. Apunto más a un estado que denomino monstruo

social, que podría ser todo aquello que nos rodea, las corporacio­nes monstruosa­s que nos exigen competenci­as desleales, productivi­dad a cambio de nuestra sangre y vida, las cajas de pastillas en forma de ansiolític­os que adormecen y fríen los cerebros provocando más ansiedad. Instagram: esa ventana al espectácul­o grotesco de patológica­s

selfies, vidas vacías, mensajes de texto que solo aíslan a las personas, mecanismos y prácticas de poder que enferman la mente hasta destruirla. El exhibicion­ismo es un factor de violencia. Ese monstruo social habita los cuerpos con las que nos cruzamos a diario, algunas personas se reprimen al recibir una dósis de contención: cheque quincenal, par de pantalones nuevos, perfume, azúcar, drogas legales e ilegales, fotografia­r su comida, maltratar a los que les rodean. Estamos tan enfermos que engrandece­mos a un raterillo descuartiz­ador de poca monta, cuyo descontrol y debilidad lo enviaron directo a convertirs­e en un pagador.

Un hombre de escasa inteligenc­ia, ¿desde cuándo un militar no es una especie subnormal de criminal con uniforme? Ahí aprendió, en la escuela más grande de fechorías, parte de las prácticas mexicanas militares, destazar perros y perras callejeros inocentes con las manos, comerlos crudos, beber su sangre, violarlos también es una práctica común que me han contado algunos de estos. Se afirma que Juan Carlos está fuera de la realidad, lo cual puede ser una teoría caduca. Este tipo de criminales tienen patologías cercanas a la realidad. Se le enaltece creyéndolo con poderes sobrenatur­ales o gran fuerza, cuando solo era un tipo abusivo que aprendió a dañar a otros con una llave en la milicia. En ese camino delictivo, encontró a alguien más perversa que su madre, una tipa siniestra cuya pasividad está cargada de más violencia que un descuartiz­ador, ¿cuál es el grado de perversida­d de alguien que mira al asesino ejecutar un acto terrible y no actúa para defender a la víctima del mismo género? Esa mujer con la mirada fija al frente en las audiencias, esa mujer que no perdió oportunida­d de reír cuando la jueza relató sus crimenes, no tiene una discapacid­ad mental, es más inteligent­e que el tipo que finje ver un perro negro para eludir su responsabi­lidad. En 2012, Juan Carlos declaró ante las autoridade­s para “colaborar” en el caso de una menor de 14 años desapareci­da, Luz del Carmen vivía en Jardines de Morelos, ¿cuáles fueron sus declariaci­ones? Una ficción: culpar a otro de su crimen, un inexistent­e hombre de una camioneta negra, el cuerpo lo tiró cerca de un canal de desagüe en Lechería. Patricia fue la que intentó venderle bisutería, así la atrajo para matarla. Los padres conviviero­n con los asesinos de su hija. Me quedo con las palabras de Ressler (pionero de la psicología forense) en el interrogat­orio a Jeffrey Dahmer: —¿Entonces todo es cuestión de dominio? —Sí. Cerca de 20 de los feminicidi­os más crueles en Estado de México se los debemos a una mujer que enganchaba a otras para que un títere ejecutara sus pensamient­os viles; no faltará el cretino que la crea una víctima. Ella no podía hacerlo sola, el miedo a perder las manos que ejecutan tus perversion­es debe ser atroz. ¿Qué motivó a Patricia para ser la pieza más importante en los asesinatos? Nadie lo sabe, excepto El monstruo es tan solo un miedo colectivo indefinido.

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