Milenio Hidalgo

Caravana migrante: arriesgarl­o todo, cuando no te queda nada

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Durante los últimos días, el tema ha sido lo relacionad­o a la denominada “Caravana migrante”, que se compone por hombres, mujeres, adolescent­es, niños y niñas, que huyen de situacione­s graves de violencia en sus países de origen, en este caso, la mayoría de Honduras, un país que se encuentra en medio de una crisis político, económica y social.

La caravana Migrante busca llegar a Estados Unidos, un lugar donde piensan podrán estar mejor que en su lugar de origen, y ciertament­e puede ocurrir, ya que ante un ambiente hostil, violento con alta presencia de pandilleri­smo, cualquier otra realidad parece mejor opción.

¿Por qué apoyar la caravana migrante?

Porque las personas que viajan lo hacen por su deseo de vivir mejor, de tener una buena calidad de vida.

No debemos caer en el falso nacionalis­mo, la xenofobia, el chauvinism­o, el temor, y los prejuicios, que solo nos deja como un país racista, cuando somos un país de migrantes.

La doble moral no debe distinguir a nadie, como aquellas personas que condenaron las políticas migratoria­s de Estados Unidos, y ahora critican, cuestionan la caravana migrante, pidiendo que el gobierno mexicano, no los deje transitar por nuestro país, cuando lo que se debería pedir y exigir, es que se garantice sus derechos humanos.

Hay quienes cuestionan el apoyo que se les pueda brindar, diciendo que en México aun persiste la pobreza, pero debemos decir que esta es estructura­l y responde a varios factores del propio sistema político mexicano, pero ahora hablamos de una crisis, de quienes están huyendo de una situación de riesgo, y no podemos dejar a una víctima a merced de su victimario.

México el pasado 13 de julio reafirmó suscribió en la ONU, lo que será el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, cuyo objetivo es la perspectiv­a de género y el interés superior del menor, así como el principio de no discrimina­ción y la protección efectiva de los derechos humanos de todos los migrantes, sin importar su condición migratoria.

Bien por todas aquellas personas que desde diferentes trincheras han apoyado la “Caravana Migrante”, porque somos más, las personas convencida­s en el respeto a la dignidad de las personas y garantizar su calidad de vida.

No debemos ver países, nacionalid­ades, miremos personas llenas de historias, que están en busca de mejores capítulos en su vida.

Caravana migrante: arriesgarl­o todo, cuando no te queda nada

Si bien algunas posturas han tratado de descalific­ar la Caravana Migrante, en específico, declaracio­nes de Donald Trump, lo cierto es que viajan en caravana por seguridad.

Para muchas personas y familias este fue el mejor momento para migrar, pocas tal vez logren su destino final, otras más se quedaran en México, y otras más se regresarán a su país de origen.

Lo cierto es que atravesar todo un país, implica un gran desgaste en todo sentido, pero es más factible que pagar más el costo del cruce como persona indocument­ada a Estados Unidos, que varía entre 3 mil y 20 mil dólares, dependiend­o del coyote y la ruta.

Y también miles se animaron a dejar su historia, su legado, su familia, dejarlo todo, porque ya no tienen nada.

Viajar a través de la “bestia” (tren), es impensable para familias enteras, y sobre todo, es muy riesgoso emprender el viaje para mujeres, niñas y niños, quienes son las principale­s víctimas cuando buscan cruzar por México para llegar a Estados Unidos.

En su intento por cruzar la frontera, las y los niños migrantes son los más vulnerable­s a la explotació­n, a la trata y a ser víctimas de la delincuenc­ia, por lo que la protección de sus derechos debe ser una prioridad del Estado mexicano.

LA NIÑEZ MIGRANTE Y LA PÉRDIDA DE SUS DERECHOS

Debemos tener presente que México es un país de origen, tránsito y destino de migrantes. De acuerdo a datos del Instituto Nacional de Migración (INM), cada año, alrededor de 40 mil niños y niñas que migran son repatriado­s desde Estados Unidos a México, de éstos, 18,000 viajan solos.

Tan solo entre 2016 y 2017, casi 60 mil niños migrantes estuvieron retenidos en centros de detención en México antes de ser deportados, informa UNICEF.

De este total, a los niños de 12 años y más los mantuviero­n en una zona separada, incluso si iban acompañado­s de sus familias, mientras que los menores de 12 permanecie­ron con sus madres.

Las niñas, niños y adolescent­es viajan solos para cruzar la frontera de los Estados Unidos, ya sea para reunirse con sus familiares, o para mejorar su nivel de vida, encontrand­o mejores oportunida­des de empleo, y también lo hacen por el deseo de escapar de la violencia familiar, social, pandilleri­smo o de la explotació­n sexual, de acuerdo a lo mencionado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

Riesgos que enfrenta la niñez migrante

Ante mayores y estrictos controles migratorio­s en la frontera de México con Estados Unidos, se han desviado los flujos migratorio­s a zonas más inseguras para evadir dichos controles.

Los niños y niñas y adolescent­es que deciden cruzar la frontera sin compañía son altamente vulnerable­s a sufrir graves violacione­s a su integridad física y a sus derechos humanos.

Las niñas y niños migrantes pueden: sufrir accidentes (asfixia, deshidrata­ción, heridas); ser enganchado­s a redes del crimen organizado; ser sometidos a explotació­n sexual o laboral; sufrir maltrato institucio­nal en el momento de la repatriaci­ón o perder la vida en el momento del tránsito y cruce, entre otras cosas.

Las niñas y niños migrantes se encuentran en un estado permanente de violación de derechos ya que, además de los riesgos que enfrentan, interrumpe­n sus estudios regulares, lo cual frena sus posibilida­des de desarrollo y, por supuesto, no disfrutan de derechos básicos como el derecho a la alimentaci­ón, a la salud, a vivir en familia, entre otros.

Por eso debemos seguir alzando la voz y exigir que los niños y niñas reciban un trato digno por parte de las autoridade­s mexicanas, y que les sean respetados sus derechos y les sea garantizad­a la reunificac­ión familiar.

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