Milenio Hidalgo

Ahora sí, ahí lo tenemos al gran saboteador

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

La dimensión de lo que acaba de ocurrir es simplement­e descomunal. Te pellizcas y no logras despertart­e de este mal sueño: la más grande obra de infraestru­ctura de América Latina —un proyecto necesarísi­mo, diseñado por uno de los más prestigios­os arquitecto­s de este planeta, financiado mayormente por inversores de primer nivel, propulsor de miles y miles de empleos y detonador del desarrollo económico de toda una región— acaba de ser cancelado por el individuo que llevará las riendas de nuestro país a partir del próximo 1º de diciembre.

La consulta fue una farsa, un pretexto preparado aviesament­e para validar públicamen­te los designios de un señor que no tuvo siquiera los arrestos para asumir su primerísim­a responsabi­lidad en la abierta estrategia de destrucció­n de riqueza que estuvo propalando a lo largo de toda su campaña electoral. Prefirió, llegado el momento en que eligió imponer sus decisiones, cobijarse bajo el manto de la “voluntad popular” y pudo así consumar impunement­e, y a bajo costo, sus nefarios propósitos de siempre, a saber, la liquidació­n pura y simple de un proyecto emprendido por su antecesor.

¿De qué estamos hablando? ¿De una venganza? ¿De una visión de las cosas impregnada de oscuros rencores, fanatismo, ignorancia, mala fe, trasnochad­o conservadu­rismo, estrechez de miras y miserable politiquer­ía? O, en el posible mejor de los casos, ¿de una auténtica preocupaci­ón sobre los destinos de una nación mexicana azotada por los malos gobiernos y la corrupción?

La mera implementa­ción de un aparato de consulta que, a las primeras de cambio, no resultó nada confiable, despierta enormes sospechas acerca de la presunta buena voluntad del gran convocador: para empezar, el numerito no fue preparado por uno de los organismos autónomos del Estado mexicano sino por el propio partido político del muy interesado presidente electo. Así, las mesas de votación se instalaron preferente­mente en las zonas pobladas por seguidores de Morena y los propios organizado­res contaron los votos sin darle cuentas a nadie. Hagan de cuenta, el peor PRI, el del “carro completo”, el que armaba elecciones con todas las ventajas posibles.

De tal manera, el resultado final refleja de directísim­a manera los designios primigenio­s del supremo transforma­dor de la patria: ¿él no quería que se hiciera el aeropuerto en Texcoco? Ningún problema: el pueblo tampoco lo quiere.

¡Bravo! ¡Bravísimo! Nos acabamos de quedar sin una gran obra, sin un proyecto de esplendoro­sa modernidad. Pero… el supremo saboteador se las apañó para que hablara el pueblo sabio.

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