Milenio Hidalgo

Los 41 en su cárcel

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La redada de lesbianas que ocurrió el 4 de diciembre de 1901 en Ciudad de México tuvo menos eco que la de aquella madrugada, entre el 17 y 18 de noviembre del mismo año. 41 homosexual­es aristócrat­as de la sociedad porfirista se divertían en una casa privada de la calle de La Paz, hoy Ezequiel Montes, hasta que llegó la policía. Pudieron eludir la cárcel y la ignominia los de dinero. Pagaron el escándalo los jodidos, menos de 20 personas que soportaron arrestos, humillacio­nes, trabajos forzados y golpizas. José Guadalupe Posada los inmortaliz­ó con sus caricatura­s y un poema, firmados el 20 de noviembre: “Aquí están los maricones, muy chulos y coquetones…”. La fama del “Club de los 41” no se hizo esperar. Desde entonces ni el ejército, ni la marina, ni los hombres que cumplen años nombran el número sodomita con que México aporta al lenguaje castellano.

El primero que escribió como gay de los 41 fue Salvador Novo en su libro La estatua de sal: los “muchachos para la diversión de los aristócrat­as” fueron los que pagaron el pecado nefando, mientras los organizado­res del “Baile de los 41”, muchos de ellos se fueron a vivir al extranjero. Novo era amigo de Antonio Adalid —alías Toña la mamonera—, que se fue a San Francisco a impartir clases. Hasta allá lo alcanzó uno de los pobres que fueron a dar a la prisión. También se llamaba Antonio: una historia de amor aun sin contarse. Lo de los 41 ha dado para crónicas, teatro, artes plásticas, telenovela de Televisa (El don del águila). Miguel Capistrán en 1974 y Carlos Monsiváis en 2001 son quienes mayor informació­n han dado de los sucesos.

El sábado pasado, en la ciudad de Guanajuato, Agustín Ramos Torres montó en el Edificio Central de la Universida­d del Estado a manera de espectácul­o teatral Baile de los 41 de 1901. Música, danza y diálogo. Un sinnúmero de referencia­s a la historia de aquella gente atrapada en su propia cárcel para ser lo que eran. Para,

Lo de los 41 ha dado para crónicas, teatro, artes plásticas, telenovela de Televisa...

ocultos —porque entonces era imposible salir del clóset—, entregarse a la libertad de ser, la responsabi­lidad de asumirse con los suyos. Porque si entre 1898 y 1908 en Europa ya estudiaban los temas sexuales, en México solo se rumoraba en secreto, entre las familias y su religión: más cerca de Dios que de Darwin.

Ramos Torres es un creador, activista del Foro de Hombres Gay que reunió a todos los que, como él, recuerdan con furia y alegría aquella noche esplendoro­sa hasta la llegada de la policía, hora fatídica. Las nuevas generacion­es tenemos tanto que agradecerl­es. Los que abrieron el siglo XX en franca desventaja, cuando aun Freud, la ciencia, la Gran Guerra y la Revolución mexicana no habían llegado en tiempos donde el porfirismo y la moralina eran costumbres que se ensañaban contra toda diferencia. Si aun así les fue del cocol al grupo literario de Contemporá­neos —Novo defendiénd­ose del machismo de Diego Rivera, los estridenti­stas y los novelistas de la Revolución mexicana—, con todo, empezaron los derechos humanos de gays, que aun hoy causa ronchas...

Insistir en el tema con la cultura por delante es necesario en tiempos de la cuarta transforma­ción. Y la historia de aquellas lesbianas atrapadas en el olvido, que no la borre el tiempo: las mujeres son las que deben contarlo…

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