Caso Iguala: nuevas líneas de investigación
Considero de suma importancia la recomendación que hace la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) en el caso Iguala, de donde tendrían que seguirse nuevas líneas de investigación que nos permitan saber qué ocurrió con los normalistas de Ayotzinapa.
No se gobierna un estado para derrotar el impulso y hasta la rebeldía de la juventud, mucho menos para complotar de manera criminal en su contra. Por ello, soy el principal interesado en que se persiga y castigue a los responsables de estos hechos.
Tengo la conciencia tranquila, por ello suscribo la demanda de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para que la Fiscalía General en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador abra nuevas líneas de investigación. En esa ruta, la CNDH aporta nuevos elementos que no se deben desdeñar.
También saludo el decreto para la creación de una comisión sobre este infortunado caso; pero no sería sano pretender buscar una verdad a modo que satisfaga a ciertos grupos, sino más bien aquella basada en todas las aportaciones que se han hecho y a las nuevas que vendrán. Por eso, coincido con el maestro Luis Raúl González Pérez, presidente de la CNDH, quien advierte, que la verdad no puede estar sujeta a intereses o coyunturas políticas.
Llama la atención el hallazgo de 19 pares de petrosas, que forman parte del hueso temporal – que es muy duro, y encierra el oído interno–, lo cual confirma que en el basurero de Cocula, fueron incineradas al menos 19 personas, sin que esto signifique que se trata de los normalistas.
Resulta perturbador que la CNDH apunte hacia un personaje co- nocidocomoElPatrón,aporteque daría un viraje definitivo a la investigación. Confío en que el nuevo gobierno federal dé a conocer la identidad de ese individuo.
En el informe, también señalan como presuntos participantes, a las policías municipales de Huitzuco, Tepecoacuilco y Pilcaya, ubicados en la misma región.
El Patrón es un personaje de “alto perfil” y gran influencia, quien –según las palabras del vi- sitador general de la CNDH– ya casi a la medianoche decidió dar la orden de entregarlos a Guerreros Unidos. Una nueva investigación debe esclarecer ésta y muchas dudas.
Los juicios sumarios que se han hecho en mi contra, urdidos desde los pasillos de la perversidad, no quebrantan mi espíritu.
Guerrero no es una isla donde se concentre la violencia, pero a fuerza de luto y dolor, nos convierte a cada uno de nosotros –como escribe José Enrique Rodó– en pedazos de un gran cadáver.
No he sido ni seré un obstáculo para la investigación, y de las responsabilidades que eventualmente surgieran por las actuaciones de algunos de mis funcionarios, tendrán que enfrentarlas conforme a la ley.
También debe conocerse si en los ámbitos federal y municipales hubo participación en la desaparición forzada, así como de obstruir las indagatorias.
He conversado y mirado a los ojos de algunos padres de los normalistas y he visto en ellos la esperanza de que esta historia llegue a su final. El nuevo gobierno federal tendrá la oportunidad al anunciar las acciones y los mecanismos de investigación del caso Iguala, de llegar a la verdad, hacer justicia, e iniciar un proceso de reconciliación.