Milenio Hidalgo

AMLO levanta una esperanza nunca vista

El nuevo gobierno tiene en la gente viento a su favor, pero la energía social del momento debe ser vehículo para cambiar; la cuestión es que la transforma­ción que más se requiere es la que empieza en los individuos, cuando se asumen como actores de su pro

- Liébano Sáenz

La llegada de un nuevo presidente siempre ha generado expectativ­as, unas más altas que otras, pero sin lugar a dudas, el arribo de Andrés Manuel López Obrador se acompaña de una esperanza, como nunca antes vista, de que las cosas mejoren. El sentimient­o abreva no solo del anhelo de una contundent­e mayoría de mexicanos, también de fijaciones históricas en la cultura política de muchos, habida cuenta que el sentido de ciudadanía es un déficit de nuestra democracia y esto recorre todo el tejido social: ricos, pobres; ilustrados o poco instruidos; jóvenes o viejos. Buena parte de la sociedad vive un momento semejante al del inicio de la primera alternanci­a, cuando se pensaba que por el solo hecho de que perdiera el PRI el país iba a ser otro. Hay júbilo y optimismo aún en medio de las dificultad­es que ya se presentan, y el Presidente tiene un hábil manejo de las emociones y de los símbolos para mantener ese estado de ánimo.

El nuevo gobierno tiene en la gente viento a su favor, pero la energía social del momento debe ser vehículo para cambiar. La cuestión es que la transforma­ción que más se requiere es la que empieza en los individuos; cuando éstos se asumen como actores de su propia circunstan­cia y destino; cuando se entiende que, aunque haya a quien culpar, nada se resuelve si uno mismo no participa en la solución. Precisamen­te por ello el riesgo del asistencia­lismo, una forma de condena a permanecer en minoría de edad. Cierto es que toda persona tiene derecho a un piso básico de bienestar y es ese uno de los grandes desafíos del Estado, pero las políticas sociales focalizada­s son las que se requieren. Apoyar más a quien necesita más y, sobre todo, cultivar el sentido profundo de la dignidad personal, que es el aliento a la superación a partir del propio esfuerzo.

El gobierno ha iniciado en condicione­s singulares. El cambio es realidad y es profundo; esto no quiere decir que sea virtuoso en todo. Debe preocupar la exigencia de muchos de que el bienestar se manifieste de manera inmediata; también la impacienci­a a partir del aprendizaj­e propio de todo gobierno que inicia. Por eso, desde el poder, debe entenderse que la crítica contribuye al buen gobierno, más cuando es honesta, valiente e informada.

Al igual que los meses previos a la toma de posesión, en el arranque de la administra­ción de todo ha habido. Los afines vuelven aciertos todo, incluso los errores, y para los opositores todo está mal. No se puede transitar venturosam­ente al futuro en el desencuent­ro de unos y otros. Se debe entender que la contienda ya terminó, sobre todo en quienes han ganado el poder y ahora tienen la tarea de gobernar para el bien general.

Los cambios que se pretenden requieren de método y tiempo. Aunque la determinac­ión del líder es un factor importante, el voluntaris­mo no es eficaz para hacer realidad los propósitos y las metas. Es cierto que la corrupción es uno de los males más serios del país, pero abatirla requiere de institucio­nes, reglas, procedimie­ntos y todo aquello que parece a ratos fastidiar a quienes ahora gobiernan. Hay que entender los incentivos que subyacen en el fenómeno para actuar sobre sus causas. Una prédica moral es válida, pero en la realidad actual resulta insuficien­te. No hay que idealizar a la condición humana, mejor partir de sus debilidade­s y actuar para que lo positivo prevalezca sobre lo negativo.

Lo que más preocupa en estos primeros días de gobierno ha sido la economía. Las decisiones y los mensajes han minado la confianza de los inversioni­stas de por sí afectada por la cancelació­n de la obra del aeropuerto de Texcoco. También existen dudas sobre el financiami­ento de los compromiso­s suscritos el 1 de septiembre, así como el efecto que pudieran tener ciertas decisiones como es la propuesta de un régimen económico y fiscal especial para la zona fronteriza del norte del país.

Es deseable que las propuestas, una vez conocidas y procesadas tengan las virtudes que se asumen justo para atender el sentimient­o de esperanza que prevalece en amplísimos sectores, sobre todo en aquellos a los cuales los temas económicos no le representa­n mayor cosa y seguirán exigiendo resultados independie­ntemente de esos factores, que ven de suyo distantes a su realidad.

La confianza es un intangible de la mayor importanci­a. El país ha pagado muy caro el desdén de los gobiernos a ese activo. Esto es imprescind­ible hasta para lograr el modesto 2 por ciento de crecimient­o de los últimos años. El pronóstico para 2019 no es muy halagüeño, al menos respecto al objetivo de alcanzar 4 por ciento de crecimient­o ofrecido por el gobierno de la cuarta transforma­ción.

Cierto es que abatir la impunidad y la corrupción son un elemento que mucho contribuye a la promoción de la inversión privada, pero también se requiere de certeza de derechos y la convicción inequívoca de que las autoridade­s entienden las reglas del juego de la economía.

Desde el poder debe entenderse que la crítica contribuye al buen gobierno, más cuando es honesta

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Muchos viven un momento como en la primera alternanci­a. JAVIER RÍOS

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