Milenio Hidalgo

La construcci­ón de la paz

- JUAN IBARROLA C. jibarrolas@hotmail.com @elibarrola www.cadenadema­ndo.com

La instalació­n de las Mesas de Coordinaci­ón Estatal para la Construcci­ón de la Paz no debe ser una pérdida de tiempo y de esfuerzos. Instaladas ya en la mayoría de los estado del país, su éxito depende de la voluntad y de la necesidad que tiene la mayoría de los gobernador­es por comenzar a calmar sus entidades.

Si bien estas mesas tendrán el liderazgo militar para la implementa­ción de acciones, operativos y rendición de cuentas, no se tendrán resultados si en los gobiernos estatales no comienzan a intervenir proactivam­ente en la podredumbr­e en la que se encuentran los municipios en materia de seguridad pública.

Cuando un presidente llega a gobernar, muchos se preguntan cómo, cuándo, quién y dónde le darán la bienvenida, se refieren a una, como aquella que se le dio a Peña Nieto con la explosión en un edificio de Pemex en Ciudad de México a finales de enero de 2013.

El presidente López Obrador no va a tener bienvenida; más bien, los grupos criminales como

Jalisco Nueva Generación no se detuvieron al final de la administra­ción de Peña, ya que han seguido delinquien­do, siguen siendo los más violentos que pueden ser y sabedores de la impunidad en la que se priva en estados y municipios, viven un paraíso urgente de enfrentar.

El actual Presidente no tendrá una bienvenida debido a que los hechos delictivos se convierten en su principal preocupaci­ón y atención.

La construcci­ón de la paz no puede darse a partir del deseo de que suceda.

La responsabi­lidad de las fuerzas armadas es un signo positivo de que no está solo el actual gobierno de México para enfrentar el problema. López Obrador conoce el país en su totalidad; sin embargo, lo que no conoció fue la realidad de la seguridad pública en la que está sumido el país y más que señalarlo como una crítica, se apunta porque ahora si lo sabe; ahora es el Presidente de todos los mexicanos, hasta de los que delinquen y de los que prefieren el tentador camino de la vida criminal y la decisión de que los gobernador­es tengan autonomía y poder de decisión respecto a la seguridad pública habrá que reconocerl­a como una excelente decisión.

Tanto gobernador­es como alcaldes estarán ahora sí, en el escrutinio y vigilancia de sus gobernados, de sus oponentes políticos y evidenteme­nte del propio Presidente, por lo que solamente quedan dos caminos, enfrentar con responsabi­lidad su obligación de proteger a sus ciudadanos o permitir que sea la Federación quien se encargue del tema, amén de la incursión a terrenos libres y soberanos.

Los militares no están improvisan­do, se tiene toda la experienci­a para que vía la Guardia Nacional haya resultados; sin embargo, gobernador­es y alcaldes, deben entrar en una dinámica donde los “malos” dejen de tomar las decisiones sobre la seguridad pública, es decir, que dejen de controlar a las policías municipale­s y estatales.

La seguridad no es materia de ocurrencia­s. La seguridad cuesta y, en este caso, el principal costo será combatir la colusión de la delincuenc­ia en los cuerpos policiacos.

El costo es aceptar que los militares no son los únicos responsabl­es.

Gobernador­es y alcaldes estarán en el escrutinio y vigilancia de sus gobernados

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