Milenio Hidalgo

Historia entre la realidad y la ficción

- JESÚS ALEJO SANTIAGO

El 26 de abril de 1986, el mundo atravesó por una etapa convulsa, llena de temores. Lo insospecha­do se hacía realidad… el fin del mundo parecía avecinarse y no por una guerra, pero sí a causa de la irresponsa­bilidad nuclear. Es la fecha de la catástrofe en Chernóbil, un hecho que prácticame­nte cambiaba la relación de los seres humanos con su entorno.

Pero tres días después, de este lado del planeta, sucedió una historia que pasó desapercib­ida por la gravedad de lo que había ocurrido en la ahora ex Unión Soviética: la Biblioteca Pública de Los Ángeles amaneció consumida por el fuego: 400 mil libros se convirtier­on en cenizas y otros 700 mil quedaron dañados.

El lugar común sería escribir “recuerdan las crónicas de la época”... que durante siete horas ardieron las estantería­s, las mesas y los ficheros, pero el problema es que no existen esas crónicas, si las hay están en un rincón, olvidadas, porque incluso si hace una búsqueda de las imágenes del incendio, hay muy, pero muy poco.

Ello no quiere decir que el hecho quedara permanente en el olvido, porque la periodista y escritora Susan Orlean dedicó más de una década de su vida a la investigac­ión de lo que había pasado aquella madrugada, a partir de dos preguntas que están más cerca de lo policial: ¿quién querría quemar una biblioteca? y, en especial, ¿por qué?

La indagación y la hipótesis de esoscuesti­onamientos­seencuentr­an en el libro aparecido bajo el

La obra, bajo el sello Temas de hoy, del grupo Planeta.

sello de Temas de hoy, del grupo Planeta, titulado La biblioteca en llamas, en lo que se trata de una especie de homenaje a la lectura, al tiempo del relato de una periodista obsesionad­a por encontrar al culpable de un crimen contra la memoria, porque a final de cuentas la quema de libros ha sido un hecho común en distintas culturas, en especial cuando el conocimien­to se convierte en un peligro para los gobiernos.

La biblioteca en llamas podría ubicarse en el sector de literatura de no ficción, por todo el tratamient­o que hace Susan Orlean del caso; sin embargo, al mismo tiempo podría leerse como un capítulo más de cómo los libros pueden desaparece­r ante la sinrazón. VERTICALES:

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