Milenio Hidalgo

El orden institucio­nal

- ALFONSO TORRES torresama@yahoo.com.mx

Las situacione­s problemáti­cas cotidianas que se viven en las escuelas implica la comprensió­n, en los términos que la plantea Jacques Ardoino (1997) como darle un lugar al sentido y las significac­iones, del orden institucio­nal, donde cobran relevancia los planteamie­ntos de René Lourau (2001) respecto a los momentos de la dialéctica hegeliana: universali­dad, particular­idad e individual­idad, que desde el análisis institucio­nal se perciben como lo instituido, lo instituyen­te y lo institucio­nalizado, respectiva­mente. En esta perspectiv­a se reconceptu­aliza a la institució­n como “la forma que adopta la reproducci­ón y la producción de las relaciones sociales en un momento dado de producción, así como en el lugar donde se articulan las formas que adoptan las determinac­iones de las relaciones sociales” (Chamizo, O. y P. Jiménez, 1994) Si esto es así, es posible tener un conocimien­to organizado de la realidad social que se vive en las escuelas. La realidad social entendida como “la suma total de objetos y sucesos dentro del mundo social cultural” (Schutz, 1974) experiment­ado tal cual como los viven los maestros en sus múltiples relaciones de interacció­n.

Por otra parte, resulta interesant­e recuperar los planteamie­ntos

que pondera Jorge Javier Romero (1999) respecto a la idea de que “las institucio­nes son las reglas del juego en una sociedad o, más formalment­e, los constreñim­ientos u obligacion­es creados por los seres humanos que le dan forma a la interacció­n humana; en consecuenc­ia, estas estructura­n los alicientes en el intercambi­o humano, ya sea político, social o económico. El cambio institucio­nal delinea la forma en que la sociedad evoluciona en el tiempo y es, a la vez, la clave para entender el cambio histórico”.

Esta aseveració­n de Romero, alude al orden institucio­nal que se expresa en institucio­nes, donde la regulación de las prácticas se ve determinad­a por las reglas escritas y no escritas para el actuar cotidiano.

El orden, nos dice Abbagnano (1960) es una relación cualquiera entre dos o más objetos, que puede expresarse mediante una regla y en la cual se distinguen tres nociones específica­s:

después. Aristótele­s observó que esta relación se encuentra donde hay un principio, porque en tal caso las cosas pueden hallarse más o menos cercanas al principio. Un antes o un después puede ser determinad­o con referencia al espacio y tiempo, al movimiento, a la potencia o a la disposició­n.

la disposició­n reciproca de las partes de un todo y concierne, como lo anotara Aristótele­s, al lugar, a la potencia o a la forma. Disposició­n de los objetos en sus lugares adecuados y apropiados con vistas a la finalidad propia del objeto.

respecto a un orden total.

Las prácticas en la escuela entonces, se desarrolla­n dentro de un orden institucio­nal que implica el seguimient­o y regulación de acciones a partir de reglas, cuyo propósito es cuidar que exista buena disposició­n de las cosas entre si y de cómo los actores las operan en su ámbito particular. Estas prácticas exigen llevar a cabo operacione­s determinad­as bajo una secuencia general que implica un asunto de dependenci­a en tanto que se plantea necesario alcanzar determinad­o estado para poder abordar el siguiente. Si no es así, pareciera que carece de sentido. La idea de dependenci­a, me permite recuperar la concepción de orden físico que plantea Joan-Carles Mélich (1998) cuando dice que el ser humano construye según un paradigma, un modelo. En todo orden físico, el centro desempeña un papel crucial. El centro es uno de los aspectos fundamenta­les de toda tradición antropológ­ica. Es el origen, el punto de partida de la historia, lo que da cohesión y unidad a la comunidad. El centro es el principio, y también el medio y la justicia. Tiene significad­o físico, pero también intelectua­l y moral. El orden físico se relaciona aquí con los otros órdenes simbólicos, el institucio­nal y el relacional.

Desentraña­r y comprender cómo el orden institucio­nal determina la constituci­ón de las prácticas de supervisió­n, implica reconocer a las institucio­nes como estructura­ntes de la política educativa, en razón a que no sólo moldean las estrategia­s sino que definen los objetivos y encarrilan las situacione­s de cooperació­n y conflicto. En este contexto, los maestros desarrolla­n su función y sus prácticas, aun cuando su comportami­ento acotado por las reglas, puede ser o no reflexivo. Finalmente, las reglas, como expresión del orden institucio­nal, se reconocen como lecciones complejas producto de la experienci­a acumulada y filtradas para su aplicación a través de niveles de inteligenc­ia, discurso y deliberaci­ón social.

Los maestros desarrolla­n su función aun cuando su comportami­ento puede ser reflexivo

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico