El orden institucional
Las situaciones problemáticas cotidianas que se viven en las escuelas implica la comprensión, en los términos que la plantea Jacques Ardoino (1997) como darle un lugar al sentido y las significaciones, del orden institucional, donde cobran relevancia los planteamientos de René Lourau (2001) respecto a los momentos de la dialéctica hegeliana: universalidad, particularidad e individualidad, que desde el análisis institucional se perciben como lo instituido, lo instituyente y lo institucionalizado, respectivamente. En esta perspectiva se reconceptualiza a la institución como “la forma que adopta la reproducción y la producción de las relaciones sociales en un momento dado de producción, así como en el lugar donde se articulan las formas que adoptan las determinaciones de las relaciones sociales” (Chamizo, O. y P. Jiménez, 1994) Si esto es así, es posible tener un conocimiento organizado de la realidad social que se vive en las escuelas. La realidad social entendida como “la suma total de objetos y sucesos dentro del mundo social cultural” (Schutz, 1974) experimentado tal cual como los viven los maestros en sus múltiples relaciones de interacción.
Por otra parte, resulta interesante recuperar los planteamientos
que pondera Jorge Javier Romero (1999) respecto a la idea de que “las instituciones son las reglas del juego en una sociedad o, más formalmente, los constreñimientos u obligaciones creados por los seres humanos que le dan forma a la interacción humana; en consecuencia, estas estructuran los alicientes en el intercambio humano, ya sea político, social o económico. El cambio institucional delinea la forma en que la sociedad evoluciona en el tiempo y es, a la vez, la clave para entender el cambio histórico”.
Esta aseveración de Romero, alude al orden institucional que se expresa en instituciones, donde la regulación de las prácticas se ve determinada por las reglas escritas y no escritas para el actuar cotidiano.
El orden, nos dice Abbagnano (1960) es una relación cualquiera entre dos o más objetos, que puede expresarse mediante una regla y en la cual se distinguen tres nociones específicas:
después. Aristóteles observó que esta relación se encuentra donde hay un principio, porque en tal caso las cosas pueden hallarse más o menos cercanas al principio. Un antes o un después puede ser determinado con referencia al espacio y tiempo, al movimiento, a la potencia o a la disposición.
la disposición reciproca de las partes de un todo y concierne, como lo anotara Aristóteles, al lugar, a la potencia o a la forma. Disposición de los objetos en sus lugares adecuados y apropiados con vistas a la finalidad propia del objeto.
respecto a un orden total.
Las prácticas en la escuela entonces, se desarrollan dentro de un orden institucional que implica el seguimiento y regulación de acciones a partir de reglas, cuyo propósito es cuidar que exista buena disposición de las cosas entre si y de cómo los actores las operan en su ámbito particular. Estas prácticas exigen llevar a cabo operaciones determinadas bajo una secuencia general que implica un asunto de dependencia en tanto que se plantea necesario alcanzar determinado estado para poder abordar el siguiente. Si no es así, pareciera que carece de sentido. La idea de dependencia, me permite recuperar la concepción de orden físico que plantea Joan-Carles Mélich (1998) cuando dice que el ser humano construye según un paradigma, un modelo. En todo orden físico, el centro desempeña un papel crucial. El centro es uno de los aspectos fundamentales de toda tradición antropológica. Es el origen, el punto de partida de la historia, lo que da cohesión y unidad a la comunidad. El centro es el principio, y también el medio y la justicia. Tiene significado físico, pero también intelectual y moral. El orden físico se relaciona aquí con los otros órdenes simbólicos, el institucional y el relacional.
Desentrañar y comprender cómo el orden institucional determina la constitución de las prácticas de supervisión, implica reconocer a las instituciones como estructurantes de la política educativa, en razón a que no sólo moldean las estrategias sino que definen los objetivos y encarrilan las situaciones de cooperación y conflicto. En este contexto, los maestros desarrollan su función y sus prácticas, aun cuando su comportamiento acotado por las reglas, puede ser o no reflexivo. Finalmente, las reglas, como expresión del orden institucional, se reconocen como lecciones complejas producto de la experiencia acumulada y filtradas para su aplicación a través de niveles de inteligencia, discurso y deliberación social.
Los maestros desarrollan su función aun cuando su comportamiento puede ser reflexivo