Plurinominales
Existe un sentir muy molesto sobre los diputados plurinominales. No se conciben como un reflejo democrático, cuando, por el contrario su coexistencia corrige deformaciones irremisibles
en una elección. Los plurinominales equilibran y son síntoma de una democracia avanzada. Lo explico:
Si en un distrito el resultado es el siguiente: 40 por ciento por el candidato A; 31 por ciento para el candidato B y 29 por ciento para el candidato C, el ganado obviamente es el A y va a la Cámara a representar a esa porción. Por lo tanto el 60 por ciento restante, que es la mayoría, no tendría representación. Sumemos ahora los millones de votos no representados legalmente y l a consecuencia es que las cámaras no son legítimas y no se resuelven las diferencias esenciales.
En Estados Unidos no hay plurinominales porque arrastran una tradición sajona proclive al bipartidismo y a alternancias casi automáticas, entonces es probable que la siguiente elección la alcance otro Partido. En Alemania con un sistema parlamentario son vitales las listas de los partidos para definir el rumbo de una elección. A los electores les interesa evaluar una corriente de pensamiento y el grupo (no individuo) que haga posible los fundamentos. El mexicano es un sistema mixto. Se arma la representación en los congresos con las 2 figuras pero solo se comprende la forma directa. La figura plurinominal esta desgastada por esa nubosidad que favorece o encubre los intereses de los partidos o de sus figuras con poder de decisión para hacer cómodamente diputados a personajes sin sustento político. No obstante, en los últimos 30 años los mejores diputados mexicanos han llegado por esa vía. De otra forma, las voces de Heberto Castillo (izquierda) o Luis H. Álvarez (derecha) jamás se habrían escuchado en el Congreso de México.