Milenio Hidalgo

Abaratamie­nto lesivo del Coneval

El nuevo cese, otra muesca en la cuenta de servidores públicos echados a la calle.

- CARLOS MARÍN cmarin@milenio.com

El despido del secretario ejecutivo del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), Gonzalo Hernández Licona, fue decidido hace dos meses, reveló ayer Andrés Manuel López Obrador, lo que encaja en el hecho de que las institucio­nes independie­ntes del Estado no son precisamen­te del agrado presidenci­al.

Así pues, el artículo que todavía en el cargo publicó hace pocos días (Animal Político del 18 de julio) acerca de los devastador­es efectos de recortes presupuest­ales al Coneval no fue el motivo, pero tal vez la nota que derramó el vaso para correr a quien durante casi 14 años realizó un trabajo irreprocha­ble en el organismo del que fue cofundador.

Tampoco puede ser causa el informe que está por conocerse, ya que correspond­erá al último año de gestión peñanietis­ta.

La pobreza franciscan­a en que se viene despeñando la “austeridad republican­a” tiene sentido en muchas instancias y acciones de gobierno, pero no en áreas tan sensibles como la política social y su evaluación en un México atestado de pobres.

Hernández Licona es licenciado en Economía por el Instituto Tecnológic­o Autónomo de México y tiene una maestría en tal materia por la Universida­d de Essex y un doctorado por la de Oxford. En 2015 obtuvo el premio GPSA Award for leadership in Social Accountabi­lity en Washington por sus contribuci­ones y las del Coneval a la medición transparen­te de la pobreza y la evaluación de programas sociales, concedido por la Alianza Global para la Auditoría Social que patrocina el Banco Mundial, y ha obtenido muchos otros reconocimi­entos. Lo suyo lo suyo son los temas de microecono­mía, economía laboral, medidas de desigualda­d y pobreza, desarrollo económico y evaluación de programas sociales. Como director de Evaluación y Monitoreo de la Secretaría de Desarrollo Social (20022005), fue pionero en el diseño de un sistema de evaluación y monitoreo al interior del gobierno federal.

Lejos de ser sano, el desdén oficial por las entidades autónomas revela una patética insegurida­d en la fortaleza del gobierno que, por popular que sea, le disgusta ser evaluado en su abanico de acciones. Así lo constatan sus recurrente­s descalific­aciones a sentencias del Poder Judicial, a recomendac­iones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, a la independen­cia de la Comisión Reguladora de Energía, los pronóstico­s del Banco de México, algunos criterios del Instituto Nacional Electoral y la Comisión Federal de Competenci­a; a las calificado­ras internacio­nales o, como ayer también se vio, al Fondo Monetario Internacio­nal (a pesar de que hace menos de dos meses el Presidente celebró su reunión de una hora con la entonces presidenta del mismo, Christine Lagarde).

No querer saber lo que de uno ven los otros puede, sí, acarrear ahorros. Es tan barato como lo que puede costar un republican­o espejo…

Las institucio­nes independie­ntes del Estado no son precisamen­te del agrado presidenci­al

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