Las aspiradoras de Koons
Hace alrededor de 15 años, durante una conferencia sobre Foucault impartida en la Casa del Tiempo de la UAM, el filósofo Miguel Morey contó la siguiente anécdota: a partir de un estudio clínico que pretendía demostrar que desde muy pequeños los niños practicaban el autoerotismo, se entabló una polémica con Foucault y su postura crítica ante el psicoanálisis como una doctrina con
voluntad de poder, pues sus detractores utilizaban el estudio como prueba científica de la existencia de la sexualidad infantil. Según Morey, la respuesta de Foucault fue nuevamente invertir la perspectiva, y preguntar más bien cuál era la intención de proyectar la serie de prácticas que conformaban la sexualidad adulta y querer forzosamente aplicarlas como categoría a los infantes, con todas las implicaciones ideológicas y de normalización que ello trae consigo.
Recordé esta anécdota mientras visitaba la exposición de Marcel Duchamp y Jeff Koons en el Museo Jumex, en particular ante una pieza de Koons donde se exhibe una serie de aspiradoras eléctricas. Y es que desde el primer texto de la exposición se menciona que un punto que vincula la obra de los dos artistas es haber encontrado el erotismo en los objetos de la vida cotidiana, y en la placa que describía la obra específica de las aspiradoras, aparecía nuevamente la idea de que al disponerlas de esa forma, se enfatizaba el deseo erótico que producían en el consumidor.
Sería interesante en primer lugar constatar si en efecto los espectadores asociaríamos la pieza con cualquier tipo de erotismo si ello no viniera implicado en la descripción. O podría una pieza en sí alternar distintas explicaciones de la obra, detallando en otras que el artista concibe a las aspiradoras como objetos homicidas que simbolizan la pulsión de muerte implícita en la economía de consumo, o alguna cosa del estilo. Ello porque si consideramos que ni siquiera la inmensa foto donde Koons aparece practicándole sexo oral a una chica con gesto de éxtasis resulta particularmente erótica, el proyecto de sexualizar a las aspiradoras se lee como parodia que refuerza aquellos aspectos de las sociedades contemporáneas respecto a los cuales la obra de Koons pretendería ser mordaz. Entre varias otras cosas, es precisamente el juego de adscribir al consumo un tinte erótico que de por sí no necesariamente tiene lo que ayuda a crear un mercado del arte donde se pagan más de 90 millones de dólares por un conejo de metal de Koons. Por cierto, es otra pieza en sí saber que el comprador fue el padre de Steven Mnuchin, el actual secretario del Tesoro de Donald Trump.
El proyecto de sexualizar a las aspiradoras se lee como parodia